Necrológicas
AZUCENA HAYDEE VALLEJOS DE DURE
El 19 de abril se produjo el fallecimiento de Azucena Haydée Vallejos de Duré, quien había nacido el 15 de abril de 1938.
“Nacida en el barrio de la Estación, Susy como la llamábamos con cariño quienes la conocimos, fue la del medio de cuatro hermanos: Alicia, Jorge y Alberto.
Junto a ellos cursó la primaria en la Escuela 80. Luego estudió mecanografía en una reconocida escuela ubicada por aquellos años en la calle Yrigoyen.
Ya a muy temprana edad trabajó en una conocida zapatería ubicada en la galería San Martín llegando a ser su encargada con tan solo 14 años.
Más tarde trabajó en una fábrica de pomadas de Pinto pasando 14 de Julio, hasta que se independizó. En su casa familiar montó una pequeña fábrica con su propia fórmula de pomada, la cual comercializó con gran éxito, cuya marca y fórmula más tarde vendió a gente de otra ciudad.
A los 15 años aproximadamente conoció a quien fuera su compañero de vida, don Roberto Dure, quien partió seis meses antes que ella.
Luego de un tiempo se pusieron de novios para posteriormente casarse, y Susy tuvo sus dos primeras hijas: Verónica y Viviana.
Con una oferta de trabajo para Roberto y la ilusión de una nueva vida, allá por los ´70 se fueron a vivir a Mar del Plata, donde -nos contaron siempre- vivieron sus años más felices y tuvieron a su hijo menor Gabriel.
A mediados de los ´70 retornaron a Tandil, al barrio de la Estación -a la calle Arana al 1200, nuevamente a la casa materna- para cuidar a su madre enferma.
Allí Susy se dedicó por completo a la crianza de sus hijos, a Roberto, a su familia y sus amigas de toda la vida.
En los ´80 la familia se mudó a la populosa barriada de Villa Italia, donde vivió diez años, para finalmente luego establecerse en la calle Garibaldi y Chacabuco.
En ese lugar vivió los últimos años, rodeada de sus seres queridos, su marido Roberto, sus hijos, hermanos, amigas y sus nietas que pasaban largas temporadas con la abuela”.
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Dedicatoria
“Susy:
Mujer hermosa, madre, esposa, abuela, hermana, amiga…
La última en sentarse a comer, dándole el gusto a todos.
La ‘artista’ de la familia que siempre tuvo 15 años, hasta el año pasado que decidimos que era hora de pasar a los 25.
Le gustaba salir con las ‘chicas’, sus amigas de toda la vida.
Su risa daba ganas de que se detuviera el mundo, para escucharla y verla.
¡Gracias por los mimos!
¡Sabemos que estás caminando junto a tu compañero de vida! ¡Sean felices!
Tu bondad y tus ejemplos viven en nosotros Te amamos te extrañamos. ¡Hasta pronto!
Tus hijos Vero, Gaby y Yiyi; tus nietas Aye y Ale”.
EDUARDO JULIO RODRIGUEZ (CHITO)
“Chito Rodríguez, el cantor de Tandil
Chito Rodríguez nació en Tandil en el día de la Patria, el 9 de julio de 1933. Hijo de Eduardo, un inmigrante español, filo anarquista, que falleció muy joven en 1940, dejando viuda a Carmen D´Annunzio, oriunda de Benito Juárez, a cargo de cuatro hijos varones: Albino, Tato, Chito y Amado; cuatro hermanos inquietos que protagonizaron andanzas adolescentes con epicentro en la esquinera casa familiar de 9 de Julio y Montevideo.
Formado en la vieja Escuela 2, incursionó luego en la Industrial, donde consolidó una de las grandes amistades de su vida con el ‘Tero’ Frolik, joven y admirado maestro que por entonces se aquerenciaba en nuestra ciudad venido de General Villegas.
Lo cierto es que Chito estaba llamado para el canto. Estudió con maestros y veneró la sabiduría de grandes músicos tandilenses, entre los cuales siempre reconoció especialmente a Héctor Maisano.
Pulió su voz, aprendió que “para cantar se respira con el diafragma” -como le gustaba repetir- ensayó en el anonimato y se largó a los escenarios para no bajarse nunca más, porque aún debajo, su corazón siempre estuvo arriba de esas tablas, volviendo eternamente.
Entonó miles de boleros con la Jazz Donvito o con Tropicana, en la Confitería Rex y en La Norma, en clubes y en festivales que los jóvenes elegían para bailar al ritmo de sus orquestas preferidas. Bendijo noches románticas y selló inolvidables giras artísticas junto al memorable Kitín Bona en el órgano.
Desde entonces, sintió el cariño eterno de un público que lo veneró. No hubo día de su vida en que alguien no lo detuviera por la calle para idolatrar su maravillosa voz y darle las “gracias porque nos enamoramos con tus canciones”.
Cuando Tandil empezaba a quedarle un poco chica, probó suerte en Buenos Aires, donde triunfó sosteniendo las noches de la Cantina Il Vuono, llegó a la televisión nacional y trabó amistad con gigantes como Julio Sosa. Pero no soportó el agite de la gran ciudad y volvió pronto al lugar que siempre fue suyo, donde siguió cantando profesionalmente durante años, hasta que la noche lo fatigó y decidió poner un largo paréntesis.
Sin embargo, Chito nunca quiso dejar de cantar. En familia, con amigos, en eventos solidarios, despuntó el vicio que guardaba intacto, igual que su voz y entonación, fruto del ensayo permanente, a solas y en penumbras, como quien se prepara -de verdad- para volver alguna vez.
Decenas de amigos entrañables, como el gran Rubén “Cacho” González o el escritor Néstor Dipaola, le daban “manija” y lo alentaban para que retomara el escenario. Eso era lo que más quería y lo hizo, con rigor profesional. Volvió después de casi 30 años con la misma voz e idéntica pasión. Se llenó del aplauso que buscaba, el aplauso de su mundo, Tandil.
Estuvo cantando los últimos años de su vida, hasta que la salud lo fue venciendo de a poco. Quería mejorarse, no se entregaba y la peleó como un titán.
En el fondo, soñaba con volver a ponerle sentimiento de lágrima a las eternas canciones de Pedro Vargas, pero siempre con identidad tandilense. Quería un regreso más, para interpretar ‘Júrame’, ‘La Nave del Olvido’ o ‘Paloma Mía’, sosteniendo la voz, estirando el cuello, cerrando los ojos.
Al fin, el 6 de mayo de este año, el destino lo puso en el escenario mayor, de donde nunca más ha de bajarse. Su voz no se detiene. Chito Rodríguez, el cantor de Tandil”.
SARA OTERO
El pasado sábado 13 del corriente, con 77 años de edad, falleció Sara Otero, quien fue muy querida y apreciada por todos los que la conocieron.
Sara nació en esta ciudad el 27 de enero de 1940, viviendo gran parte de su vida en su amada Villa Italia. Hija de Francisco Otero y Mariana Gramigna, siendo la menor de 7 hermanos.
A sus 20 años nació Nancy, su única hija, a quien crió y educó sola, con esfuerzo, trabajando incansablemente como auxiliar de servicio en la Escuela 1 durante 42 años, viendo pasar a muchas generaciones de tandilenses y cultivando sus mejores amistades.
De nobleza, humildad y corazón poco frecuente, la vida la hizo transitar por duros desafíos. Pero Sarita -como le decían- los enfrentó uno a uno con coraje, carácter y fortaleza notable, al tiempo que no dudaba en tender una mano a quien la necesitaba.
Eran parte de su vida sus dos nietos, Gustavo y Mariana, y su bisnieta Renata.
Su nieto Gustavo, así la recuerda:
“Abu, sos lo más hermoso que me pudo haber pasado en la vida. Vivirás en mi corazón, cada día de mi existencia. Gracias por tanto, tanto amor. Te amo, ¡y te amaré por siempre!”.
Su familia, agradece profundamente a su médico personal, doctor Jorge De Castro, y a todo el equipo del hogar El Arcángel por la dedicación profesional y calidez humana brindadas.
Sus restos descansan en el Cementerio Municipal de nuestra ciudad.
JORGE TOMAS VALLEJOS
El 12 de mayo se produjo el deceso de Jorge Tomás Vallejos, nacido en Tandil el 29 de agosto de 1939.
“Era el tercero de cuatro hermanos y a la edad de 14 años se hizo cargo de su familia, tras la muerte repentina de su padre, comenzando a trabajar, ayudando y cuidando amorosamente a su madre y hermanos.
Fue un gran emprendedor. Aprendió el oficio de refrigeración en Buenos Aires, trabajando para Siam.
Años más tarde, fundó, conjuntamente con dos socios, fundó la empresa Blitan, dedicada a la fabricación de equipos de calefacción central. Luego fue socio activo de la fundición de hierro gris La Unión.
Con el paso del tiempo se dedicó de lleno a la refrigeración comercial, trabajando para varios negocios locales, empresas y grandes supermercados.
Su gran pasión fue el casín, primero en el club Santamarina -participando de campeonatos y obteniendo primeros premios provinciales- y luego fue uno de los fundadores del club Unidos de Tandil.
Disfrutaba de su quinta, de la tranquilidad, del canto de los pájaros… famoso por sus grandes asados, que compartía junto a su familia y amistades. Era amante y rescatista de animales abandonados, ofreciéndoles un hogar allí.
Otro de sus placeres era el tango, que además bailaba, transmitiendo esa afición a una de sus hijas, Marcela.
Se casó con Olga Lenzi, siendo su esposa por más de 40 años, y con quien tuvo dos hijas, Sandra y Marcela, a quienes amó, y transmitió sus valores. Más tarde formaría nueva pareja con Adriana.
Amado abuelo de tres nietos: Facundo, Tomas y Emilia, quienes recordarán salidas a comer, juegos y días pasados en su quinta.
Hombre noble, generoso, solidario, consejero, protector y defensor ante las injusticias. Siempre presente cuando se lo necesitaba. De carácter firme pero tranquilo. Fue acompañado por sus seres queridos hasta el momento final, como él lo merecía”.
FRANCISCO JOSE LUCAS
“Me han pedido una semblanza de Francisco José Lucas, pero ¿de cuál?
Del que nació el 19 de octubre de 1933, en el hogar honrado y numeroso formado por Rosa y Francisco; de ese al que no le gustaba mucho estudiar y que a los nueve años fue llevado por su madre al negocio de Caco Bayerque (maestro y cómplice de mi padre) con el único propósito de que lo tuviera contenido, quizá por instinto o por visión, no fuera a ser cosa que el hijo se torciera? ¿Mi padre torcido?
¿O… de Frasco, como lo llama la familia, muy a pesar de mi madre?
¿O… de Don Lucas?
¿O… de Pancho, como lo conoce el ambiente agropecuario?
¿O… del ‘Carnicero de la villa’, acaso el último en actividad de una generación de comerciantes amigos, buenos competidores, respetuosos del cliente; se abre a las 7 y se atiende y la carne va bien acomodada en el plato y se descansa cuando se puede y se fía (se anota en la libreta) porque el que trabaja siempre paga primero la comida, principios que conservó desde el primero hasta el último día de trabajo?
¿O… de papá, papi o tantas otras formas de nombrarlo?
¿Cómo hacer una síntesis de tu vida viejito adorado si no podemos entender lo que nos pasa? El dolor se clava acá, en el pecho sin aire, imaginando no verte de pie, robusto, sintiendo tu beso repetido y tu caricia con la mano amplia, suave y tibiecita.
Vos sos nuestro patriarca. A tu alrededor gira la vida, porque mamá no es Albina, es la señora de Lucas, somos las hijas de Lucas, los yernos de Lucas…
Queda el resto de nuestra vida para enaltecerte.
¡Sos tan grande, padre mío!, que hasta ella tuvo cuidado y te fue convenciendo dulcemente para que pasaras a la vida eterna y feliz, sin sufrimiento y en paz… ¡Como viviste acá será en el cielo!
¡Gracias por haberte tenido! Te amamos”.
JOSE PALLADINI
El 16 de mayo pasado falleció José Palladini, un querido vecino de la ciudad. Sus familiares lo recordaron con un breve escrito.
“Cuchi: Así te llamamos cariñosamente. Te fuiste demasiado rápido, casi sin que nos diéramos cuenta, no nos diste tiempo a nada… En silencio.
Te fuiste como viviste, sin molestar ni dar trabajo a nadie. Sano, inocente, todo un personaje, no conociste la maldad, de un corazón inmenso.
Solo podemos decirte que nos quedamos con un profundo dolor.
Cuchi, te vamos a extrañar…”.
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