Necrológicas
Semblanza de vecinos fallecidos.
AZUCENA RAQUEL BERNAOLA DE DUBLANC “KELA”
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A la edad de 69 años, el 28 de noviembre pasado, en Rauch, se produjo el fallecimiento de Azucena Raquel Bernaola de Dublanc, más conocida por su apodo de “Kela”.
Había nacido en Rauch el 19 de noviembre de 1948, en tanto que desde 1980 residía en Gardey.
Estaba casada con Hugo Raúl Dublanc, con quien tuvo a sus dos hijos, Sergio y Gastón.
“Kela” era ama de casa y fue definida como una persona muy querida, con muchos sobrinos del corazón.
Dedicatoria
“En estos dos meses desde que partiste de nuestro lado, hoy te escribimos esta dedicatoria con lágrimas en los ojos y tristeza en nuestros corazones.
Nos consuela saber que estás en paz y guiándonos desde esa estrella.
Extrañamos mucho esos besos y abrazos interminables.
Fuiste y serás muy importante en nuestras vidas.
Vivirás por siempre en nuestros corazones. Serás una de esas personas que tendremos presente por siempre”.
ALICIA NAHIR DIAZ
A los 82 años, el lunes 5 dejó de existir en la ciudad de La Plata la señora Alicia Nahir Díaz, hija de una antigua familia de Tandil.
Siendo joven se radicó en Buenos Aires, donde vivió la mayor parte de su vida, cumpliendo funciones laborales como encargada de una estancia.
Durante los últimos años residió en la ciudad de La Plata.
Sus hermanos Leticia Lidia Díaz de Maiarú, Rosa Díaz de Tripodi, Carlitos Díaz y Estela Delma, sobrinos y demás deudos lloran su partida.
ABEL ARTURO SORIA
El 29 de enero pasado dejó de existir un querido vecino de Villa Italia, Abel Arturo Soria.
Había nacido en Tandil, el 20 de febrero de 1956, y fue definido por su familia como un gran pintor, además de oficial vidriero. Ultimamente llevaba adelante su bar -El Sacrificio- de calle Beretervide al 700, donde supo ganar muchos amigos.
Padre de Gladys Soria, compartió 40 años con su gran compañera, “Chola”.
Supo ser la guía de sus hijos del corazón, conquistando su afecto al igual que el de sus nietos, bisnietos, hermanos y amigos.
Justamente esa características de persona querible por sus amistades es destacada por la familia, al igual que la pasión por la pesca, algo que disfrutaba junto a su hermano Sito y a su esposa.
Si bien el amor a su familia era una de sus particularidades, su debilidad por su “gordita preferida”, la nieta Milagros, era total.
Sus hijos del corazón -Susana Caito, Marcelo, Marta, Javier y Oscar- viven su partida con mucho dolor y valoran que fueron criados sin ninguna diferencia.
Hoy la familia tiene palabras de gratitud al personal del Hospital Ramón Santamarina, tanto a mucamas, médicos y enfermeras, como a los del Centro de Salud de Villa Italia. La atención profesional y el trato humano brindado a Abel.
JUAN ALBERTO CASTRO
El 5 de enero falleció, a los 91 años, el vecino Juan Alberto Castro, dueño de una rica historia en sus distintas facetas.
Era hijo de padres españoles, nació en Tandil, el 25 de junio de 1926. Casado con Dora Orlinda Laguna, fue padre de María Luján y María Claudia, abuelo de María Julieta, María Carolina y Rosario Isabel.
Su hija María Claudia escribió una sentida semblanza:
“Soñador, apasionado, culto, caricaturista, papá y abuelo
La madrugada del 5 de enero del 2018 falleció mi papá, el señor Juan Alberto Castro.
Había nacido el 25 de junio de 1926 en la casa familiar del barrio del Hospital, ubicada en calle Pellegrini entre 9 de Julio y Rodríguez.
Fue creciendo con sus tres hermanos, Chicha, Cuca y Jorge.
Estudió en la Escuela 11 y en la Escuela Municipal de Dibujo, porque desde pequeño tuvo habilidad e interés por dibujar y por coleccionar revistas de la época.
Ocurrente, humorista cotidiano, apasionado de muchas causas, todas nobles, soñador, fuiste el primer feminista que conocí, sin saberlo, muy moderno para tu época, con actitud natural hacia la igualdad y el servicio. Un caballero que podía ser visto llorar, sin que su emoción sorprendiera a los que lo conocíamos.
Sus pasiones fueron los amigos del barrio, el Sportivo Pasucci formado con el sponsoreo del almacén de Paz y Pellegrini y que en 1981, 50 años después, mi papá se ocupó de reunir, convocando a sus integrantes en una Cena del Reencuentro que lo ocupó en una organización amorosa y minuciosa todo el año. La actividad gremial que en los años setenta fue en Entel, la desplegó en forma conjunta a sus trabajos, sin licencias y determinó que con mi hermana, ambas chiquitas -a instancias de mi mamá- le dijéramos continuamente la broma acerca de ese “sindicato maldito”, apelativo desprovisto de las connotaciones que tendría en los noventa y relacionado a que esta entidad nos privaba de la presencia de nuestro papá.
Se casó con Orlinda Dora Laguna el 13 de agosto de 1960. Juntos compartieron toda una vida de cariño, de logros, de amor a nosotras sus hijas y luego a sus tres nietas. Juntos compartieron la fe católica, se los podía ver frecuentando en comunidad en las parroquias de San José Obrero y del Carmen.
En su trabajo desempeñó tareas como director de despacho de la Municipalidad durante más de 35 años, acompañó muchos intendentes; en 1983 con el retorno a la democracia pudo desempeñar el cargo de secretario privado del intendente don Américo Reynoso.
Paralelamente en todos esos años trabajó en la oficina pública de Entel. Muchos lo conocen con su actitud amistosa y constante sonrisa, en la oficina de calle Rodríguez casi San Martín, en el primer piso, atendiendo a quienes necesitaban realizar llamadas larga distancia en el horario nocturno.
Sus pasiones lo llevaron a -ya jubilado- ser contratado por el Municipio para elaborar el digesto municipal, fuente a partir del cual el centro de cómputos pudo organizar el sistema informático para los decretos y toda la documentación municipal.
Cocreador del Sindicato de Jubilados Municipales, solía visitar a los afiliados a sus domicilios a alcanzarles notificaciones y viajaba mensualmente a la ciudad de La Plata para realizar trámites para sus jubilados ante el IPS, todo sin ningún lucro, con su afán de solidaridad, de defender derechos y causas justas.
Personificó el sentido común en toda su expresión, la calma. En lo social fue alguien distante de nadie, cercano a todos e íntimo casi de muy pocos, de su familia.
Muchos lo conocieron por lo que él consideraba su hobby, el dibujo y las caricaturas. Siempre retrató personalidades tandilenses, coleccionaba las fotos de los diarios locales, que le facilitaban los fotógrafos que frecuentaban el Municipio. Estas eran luego sus fuentes para plasmar las imágenes de un político, un deportista, un médico.
Siempre te llamé Juan o Juancito, te amo tanto Papá, sí que mereciste ampliamente ser llamado padre. Luego tu amoroso, servicial y alegre papel de abuelo, te convirtió en el Abu para todos durante muchos años de tu vida.
Cuando partió nuestra mamá, vos te quedaste a acompañarnos, sabías lo que te necesitábamos, nos diste una yapa de casi siete años más y luego te diste el gusto de partir hacia sus brazos sabiendo que tu amada Dora te estaba esperando para seguirte cuidando con todo su inmenso amor”.
ALI MOHAMED
El 29 de enero, a los 85 años, partió Alí Mohamed. Lo despidieron sus hijos y aquellos que estuvieron presentes en su vida, más aún en sus últimos años.
Alí nació en Tandil el 25 de enero de 1933. Sus padres fueron Ismael Mohamed y Tamara Selman, ambos, de nacionalidad árabe, asentados aquí tras escapar de la Primera Guerra Mundial. Tuvo tres hermanos. La vida familiar fue sacrificada tras el desarraigo de su tierra, de su cultura. En su infancia tuvo carencias que marcaron su vida y su persona.
En su adolescencia eligió irse, una vida nómade, viajó conociendo algunos lugares de Argentina, buscando trabajo donde iba para vivir; pasó necesidades, experimentó el vivir día a día; conoció también la tierra de sus padres, guardando ese añorado recuerdo hasta la actualidad. Vivió con libertad.
Más tarde se asentó nuevamente en Tandil y empezó a trabajar en la cooperativa vitivinícola Paso del Portillo. Allí se desempeñó durante muchos años hasta jubilarse.
Gracias a su esfuerzo, por la década del ´70 construyó su propia casa, donde compartió sus pollos a la parrilla con afectos durante años.
Ya en su ancianidad -marcada por una salud en deterioro- se recluyó bastante de su entorno. Compartió en sus últimos años mates y charlas con pocas personas, pero a las que apreciaba aunque no lo decía.
Le gustaba juntar nueces de su nogal y limpiarlas cuidadosa y detalladamente para repartirlas a sus allegados; era hincha de Boca, miraba cada partido y se mantenía informado acerca de todo lo relacionado al futbol; tenía sus hábitos y conservó siempre parte de su cultura materna; con frecuencia relataba anécdotas de su vida, muchas veces sonreía y otras se quedaba pensativo y lagrimeaba. Era muy orgulloso y reacio a mostrar sus sentimientos, aunque dentro de él estaban.
Se durmió en su casa de donde no quería que lo apartaran.
“La muerte no es el fin, sino el regreso a casa” que tus seres amados, tantos que viste irse, te abracen eternamente.
ITALO BARTOLOME PILONI
E1 pasado 20 de enero y tras luchar contra una cruel enfermedad, se apagó la vida de Italo Bartolomé Piloni, dejando tristeza y dolor entre sus seres queridos.
Italo nació en Ayacucho, el 20 de abril de 1931, y siendo muy chico vino a vivir a Tandil.
Sin lugar a dudas la cultura del trabajo es el legado más importante que le dejó a su familia. Comenzó desempeñándose como cadete en una fábrica de aceite. A los 18 años empezó su carrera como ferroviario, donde fue estudiando y creciendo hasta llegar a ser conductor de máquina. Por su personalidad inquieta y sus ganas de crecer, en las vacaciones trabajaba en la cosecha y también se dedicó a romper piedra.
El 24 de diciembre de 1953 se casó con Nelly E. Inorreta, con quien a lo largo de 64 años de matrimonio tuvieron dos hijas, Lidia y Stella Maris. Luego llegaron los yernos, Armando el ‘Gallego’ Martínez y Saúl Uribe, y más tarde la familia se agrandó con la llegada de los nietos y bisnietos. Después de jubilarse del ferrocarril trabajó como personal de vigilancia en Supercoop y en La Oxígena.
“Todos los vecinos del barrio del Bima sabían que si necesitaban un favor o una mano que los ayudara podían contar con Italo Piloni, solo con tocar la puerta de su casa.
La abuela Negrita y sus hijas lo acompañaron, como toda la vida, en sus últimos meses de lucha.
Cada vez que suene el pito de un tren o que en la radio se escuche un gol de tu querido River Plate será imposible no acordarse de vos , abuelo Kiko”.
ANA MARIA FRONSININI DE LARRAGNEGUY
A los 86 años, el 27 de enero pasado dejó de existir la vecina Ana María Fronsinini de Larragneguy, quien había nacido el 6 de abril de 1931.
Era la quinta de los 14 hijos de José Fronsinini (f) y Esther Izaguirre (f).
Se crió en Villa Italia, hasta que contrajo matrimonio con Evangelista Larragneguy (f).
Vivieron muchos años en el barrio Metalúrgico, donde era considerada una mujer trabajadora y luchadora. Fue costurera y -por más de 20 años- cocinera en la Clínica Chacabuco, labor que cumplió con mucho amor, hasta su jubilación, y que nunca olvidó.
La vida no le dio hijos pero tuvo muchos sobrinos con quienes compartió buenos y malos momentos.
“Ahora descansa. En el cielo necesitan una cocinera.
Hasta pronto, no te olvidaremos. Estarás en nuestros corazones”.
ANGELA MABEL GARCIA DE SATTI
El 29 de enero, a los 63 años se apagó la vida de Angela Mabel García de Satti, una querida mujer que dedicó su vida a su familia.
Angela Mabel había nacido en Tandil, el 9 de marzo de 1954, y era la mayor de cuatro hermanos.
El 26 de julio de 1976 contrajo matrimonio con quien sería su gran compañero, Ernesto Satti. Ese fue el escenario en el que llegaron al mundo Silvana y Fernanda, las dos hijas que agradecen haber tenido una madre tan presente y que día a día era el ejemplo para las mejores lecciones de la vida.
Ama de casa, Angela Mabel se entregó por completo a su esposo y a sus hijas, recibiendo con amor luego a sus hijos políticos, Marcelo y Rafael.
Desde hace siete años que luchaba sin bajar los brazos contra una dura enfermedad. Pese a todo, no cambió su carácter bondadoso, sin maldad y genuino que hoy destacan quienes la conocieron.
Sus nietos -Luisiana y Lorenzo- se transformaron desde hace dos años y nueve meses, y ocho meses, respectivamente, en nuevos impulsores de su lucha.
Su partida es sentida por sus seres queridos, pero las enseñanzas y el amor que irradiaba a cada paso están muy presentes y ayudan a aliviar el profundo dolor.
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