Necrológicas
V JUAN CARLOS ABAD
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Nació el 20 de noviembre de 1950, en la ciudad de Necochea, y era hijo de María Talía y Mateo Abad. A los pocos años de vida, se radicó en Tandil. Estudió en la Escuela Primaria 21, Juan Bautista Alberdi, y cursó la secundara en la Técnica 1 “Ingeniero Felipe Senillosa”, recibiéndose de Técnico Electromecánico.
De profesión metalúrgico, trabajó en varios talleres donde obtuvo muchas amistades. Se jubiló en Metalúrgica Modelfun, en el año 2013.
Conoció al amor de su vida, Mabel Norma Bellio, en 1975. Formaron una hermosa familia y tuvieron tres hijos: Víctor, Adrián y Yanina, quienes le dieron cinco nietos: Martín, Brina, Felicitas, Barbarita y Giosué.
Era gran fan de su querido Independiente de Avellaneda y su hobby favorito era la pesca, y en cada oportunidad que tenía se organizaba para realizar esa actividad con amigos y familia.
Falleció de una cruel enfermedad, detectada hacía sólo cinco meses, a sus 69 años, el pasado 12 de abril de 2020, dejando un dolor profundo en sus seres queridos.
Sus restos fueron cremados, como así decidió en vida, y luego de la pandemia serán esparcidos en su ciudad natal, Necochea.
“Amigo, compañero y padre. Que rápido te fuiste papá querido. Dios quiso que transites esta cruel enfermedad con mucha valentía. La peleaste hasta lo último, como todo guerrero. El dolor y vacío que tenemos es enorme, pero sabemos que no sufrís más y que estás descansando en paz. Te vamos a recordar como siempre fuiste: trabajador, honesto, divertido y sonriente.
En algún lugar de allá arriba nos estarás viendo y protegiendo, como siempre lo hiciste con toda la familia. Agradecemos cada consejo que nos diste a nosotros y a tus nietos, para ser mejores personas, y por inculcarnos valores. Te extrañamos mucho papá querido, vas a estar siempre en nuestros corazones. Descansa en paz. Te amamos mucho. Mamá, Víctor, Adrián y Yanina”.
V JUANA ELISA COLOMBO VIUDA DE CARABAJAL
El pasado 28 de marzo falleció en Tandil, a los 93 años, Juana Elisa Colombo (Chiquita), ciudad donde había nacido y en la que pasó su infancia y juventud, dedicándose al comercio.
Se casó con Guillermo Víctor Carabajal y tuvieron tres hijos: Guillermo, Graciela y Ana María. Pronto vinieron los diez nietos y más tarde, los diez bisnietos, trayendo una inmensa felicidad a su vida, como siempre lo decía. Fue una gran amiga, hija, madre, abuela y bisabuela.
A la familia le quedan sus carcajadas, su sonrisa, su sencillez, su optimismo, su forma de ver las cosas, siempre positiva y agradando a los demás. Fue una luchadora hasta el final, pero su misión ya estaba cumplida y esa fue sin dudas el amor incondicional.
“Su despedida fue distinta, difícil por los tiempos que corren, pero siempre estará presente en los abrazos y sonrisas de los que la amamos y compartimos su simpleza y alegría.
Celebramos haberte conocido. Te amamos y te extrañamos mucho. Siempre con nosotros Chiqui. Tu familia”.
V HUGO JOSÉ MERCAU
Nació en Tandil, el 1 de octubre de 1939, y era hijo de José Manuel Lata y de Mercedes Mercau, quien perdió la vida cuando Hugo tenía un año de vida, dejándolo junto a sus seis hermanos. Su crianza se completó junto a su padre y su madrastra, Inés Gutiérrez, quien le dio tres hermanos más. Su niñez y adolescencia transcurrieron en el barrio ubicado en Rodríguez y Machado.
Junto a Elena Dorich (f), tuvo a sus tres hijos José (f), Guillermo (f) y María de los Ángeles, quienes le dieron cinco nietos y cuatro bisnietos.
Trabajó en el campo, “tirando la maleta” como se decía en ese tiempo, pero antes, de muy chico, junto a su padre, realizó tareas en la herrería de su propiedad que funcionaba en Rodríguez 1611, contando en ese entonces sólo con 13 años. También estuvo en un horno de ladrillos y su último oficio fue el de albañil en la construcción, actividad que ya no ejercía desde hace algunos años.
“Hermano querido, hoy me toca despedirte, nunca pensé que este día llegaría, tantas cosas vividas juntos, tantos momentos. Aún recuerdo cuando una tarde llegaste y me dijiste ‘quiero que conozcas a una chica y era tu querida Elena’. Me preguntaste ‘¿qué te parece?’ y yo sin dudarlo te dije, métele para adelante no más y así fue que compartieron toda la vida.
No sabes cuánto te extraño. Cada día recuerdo los enojos cuando jugaban Boca-River, tan unidos, pero saliste ‘gallina’. Fuimos hermanos de verdad, capaces de ver un partido con la misma pasión, juntos.
Y qué decir de las noches de boxeo, otra de tus pasiones, inolvidables y eternas. No puedo escribir todos los recuerdos que vienen a mi mente, porque necesitaría muchísimas hojas. Compartimos una larga vida, siempre juntos, siempre unidos. Te quiero negro”.
V CLERIA ETELVINA ROLÓN DE REIMKEVICH
Cleria Etelvina Rolón nació en Tandil, el 8 de marzo de 1933. A los 11 años, sin su madre, supo defenderse y seguir adelante. Siendo joven, trabajó en casas de familia, cosiendo, planchando y, sobre todo, llevando alegría.
Conoció a José Reimkevich, un reconocido carpintero de la ciudad nacido en el pueblo de Claraz, con el que tuvo tres hijos: Martín, Mirta y Antonia. Vivieron en el barrio de Villa Italia, trasladándose en 1949 al barrio de El Calvario, a la calle Viamonte. El pasado 26 de marzo cumplieron 69 años de casados y lo festejaron los dos solos, en medio de la cuarentena.
Cleria era una mujer querida y conocida por su buen humor. Le gustaba regalar sus famosas empanadas de carne a todo el barrio. Era generosa, divertida y simpática. Se congregaba en la Iglesia Unión Evangélica, de calle Mitre, aunque hace unos años que no participaba los domingos, pero levantaba la bandera de su fe en cualquier lado al que iba. Cantaba himnos y alegraba la fila del banco cuando tenía que ir a cobrar. Su espontaneidad la llevaba a hablar con cualquier persona.
No es sencillo describir a una persona en breves líneas, y lo que más quiere destacar la familia es su gran fortaleza y su fe.
En sus últimos días, aunque con poca fuerza, no dejaba de hacer los quehaceres de la casa, como limpiar su galpón, entrar las gallinas y compartir charlas con vecinos.
Su esposo José; sus hijas Mirta y Antonia; sus nietos Luis, Carola, Valeria Roselli; Iñaki y Belén Marsal; su bisnieta Nina Roselli; hijos políticos: Josefina, Patricia, Sergio, Ariel y Matías; sus vecinos; la congregación de la Iglesia Evangélica de calle Mitre y la doctora Mariana Pizella, quien acompañó todos estos años y sus últimos días con dedicación y amor, la recordarán con cariño.
“Abuela, gracias, simplemente por ser como eras. Por demostrar que el miedo no puede con nosotros y más si estamos tomados de las manos de Dios. Vos tenés que decir ‘yo puedo’, solías decir.
Te despedimos el pasado 22 de abril del 2020, a los 87 años, con inmensa paz, sabiendo que estás con nuestro padre celestial”.
V JORGE HUGO FERRERO
Jorge Hugo Ferrero nació en Buenos Aires, el 18 de diciembre de 1962. Se crió en el barrio Saavedra, para mudarse luego a Paternal y posteriormente a Ramos Mejía.
A los 15 años, se fue a vivir junto a su familia a Mar del Plata. Allí conoció, a los 17 años, a Norma, la que más tarde se convertiría en su mujer y madre de sus tres hijos, Ornela, Franco y Martino.
Trabajó en el estadio Mundialista; en la empresa de calefactores Coppens e ingresó en el Banco Comercial de Tandil (sucursal de Mar del Plata).
Transcurridos cuatro años, inició su larga carrera en el Banco Río, el cual tras reconocer su labor y entrega, lo premió ascendiéndolo a gerente de sucursal. Pero nada era tan sencillo, para esto tuvo que trasladarse junto a su familia a la ciudad sureña de Comodoro Rivadavia.
Fueron años difíciles, lejos de familiares, amigos, afectos, compañeros; sin embargo no tardó en forjar nuevas y sólidas amistades, las que conservó hasta el final. En el sur tuvo la oportunidad de conocer diversos lugares y rutas, permitiéndose incursionar en una de sus mayores pasiones: viajar. Hasta el día de hoy las recordaba y describía con una memoria implacable. Tras pasar cuatro años, llegó la hora de volver a empezar en otra ciudad y se trasladó a Bahía Blanca.
Un nuevo ciclo se abrió, otra vez a extrañar a la gente que dejó a más de mil kilómetros, conocer nuevos compañeros de trabajo, los que rápidamente entraron en su casa y en su corazón, siendo hoy grandes amigos, compañeros de pesca, de fútbol, de risas, de asados. Sin embargo, después de otros cuatro años, nuevamente llegó la hora de dejar todo atrás, agarrar las valijas, y partir junto a su familia a un nuevo destino, un nuevo objetivo, una nueva oportunidad, un nuevo comienzo. Y llegó así a su amada ciudad, Tandil, donde vivió durante 17 años.
En el medio de esta etapa, también fue parte de la sucursal de Benito Juárez durante seis años, estando presente desde su inauguración, retornando luego nuevamente a Tandil.
Trabajó en el ahora llamado Banco Santander hasta sus 56 años, donde creció y brindó su profesionalismo con pasión durante 30 años. Como no podía ser de otra manera, sembró amor y amistad, y con su humildad cosechó amigos en el banco, en el club Independiente, en el supermercado, en el kiosco de diarios, en el gimnasio, en el colegio San Ignacio, donde sus hijos estudiaron, y en cada lugar que visitó.
Este último año trabajó con un gran amigo, quien le brindó contención y confió en su experiencia laboral y humana. El día 25 de abril de 2020 se fue de este mundo terrenal sin avisar, para encontrarse con sus hermanos del alma, Antonio y Gustavo, con los cuales se debe estar tomando unos mates y contando alguna de sus tantas anécdotas.
Buen tipo, amiguero, servicial, terco, charlatán, buen compañero, contador de grandes historias, de valores inquebrantables. Amante del club de sus amores River Plate, de Messi, de Federer, de Pink Floyd, del mar, de los viajes, de la comida, de la pesca y experto en consejos.
Amante de sus hijos, de su familia, de sus amigos y de lo simple. “Lo vamos a extrañar”, lamentaron sus seres queridos. Dejó una huella en cada persona que lo conoció, y se llevó con él una parte de ellos para siempre.
“Hasta siempre pa, te agradecemos el consejo, el amor y el ejemplo. Te amamos con el alma. Un abrazo al cielo, guíanos desde allá. Tus hijos y tu esposa”.
V ELENA DÍAZ
Elena, alías “la Negra”, nació en Tandil, el 11 de septiembre de 1929. Hija de Justo y Catalina, creció junto a sus ocho hermanos, conformando una hermosa familia conocida por el apodo de “Los Caimanes”, allá por la zona del Dique de Tandil, rodeada de innumerables amigos del barrio con quienes compartió su niñez y juventud, con un sinfín de anécdotas que la acompañaron el resto de su vida.
Creció ayudando en los quehaceres de su casa, trabajó en un hotel, una colonia, pero su gran habilidad, además de la cocina, fue la costura, a la que eligió como profesión.
Un 24 de junio de 1966, contrajo matrimonio con Hilario Giaconi, con quien tuvo dos hijos: Mauricio y Guillermo, que se sumaron a sus hijos del corazón Mario y Héctor. Así fue transitando su vida como una gran compañera de Hilario, y una mamá que siempre estaba pendiente de sus hijos, con mucho cariño y dedicación. Después llegó a su vida la etapa de abuela, la cual disfrutó a pleno, mimando y consintiendo a sus nietos, para los que estaba siempre presente.
Su vida fue marcada por el sacrificio y el trabajo, pero con un espíritu positivo ante lo adverso y alegría en lo cotidiano. A lo largo de su existencia priorizó a su familia y amistades, donde atesoró sus mejores y más preciados momentos.
A sus bien vividos 90 años, falleció el pasado 11 de abril. Siempre será recordada con mucho amor por los que formaron parte de su vida.
V ATILIO ESTEBAN CABRERA
Atilio Esteban Cabrera nació el 26 de julio de 1944, a las 19.45, generando felicidad en sus padres y hermanos. En 1952, con su familia, se fueron a vivir a La Plata y ocho años más tarde, regresaron a Tandil.
Fue en esa época donde encontró a su compañera, María Luján Echevarría, con la cual se casó a los 19 años para formar una hermosa familia. Fruto de ese amor que se dispensaron nacieron sus dos hijos: Marcelo y Ezequiel, quienes le dieron seis nietos. Fue un maravilloso esposo, ejemplar padre e increíble abuelo. Buen suegro, gran hermano y tío.
Laboralmente, empezó en la fábrica Tandilglass, después se especializó en enfermería y radiología. Siempre dispuesto a ayudar al otro sin pedir nada a cambio. Lo que más lo hacía feliz era poder ver a toda su familia reunida, demostrando su amor a cada uno de ellos, ya sea con un abrazo, un beso o una palabra. Amaba a Dios a su manera, cantando coritos y pidiéndole por su familia.
“Te fuiste, pero siempre vas a vivir en nuestros corazones. Esto no es un adiós, es un hasta pronto. Te amaremos por siempre, tu esposa María; tus hijos Marcelo y Ezequiel; tus nueras Marta y Maky y tus nietos: Rocío, Felipe, Ignacia, Facundo, Valentina y Celeste”.
V MARÍA CRISTINA LOBO
El pasado 26 de febrero de 2020 falleció María Cristina Lobo, causando un profundo dolor entre sus seres queridos y amigos.
María Cristina estaba permanentemente junto a sus hijos, siendo muy compañera y viviendo muy unidos, algo que siempre quiso en su vida.
Junto a Javier Leguizamón tuvo en total doce hijos, cuatro mujeres y ocho varones, conformando una hermosa familia, la que lamentó en el año 2004 el fallecimiento del padre, quedándose solos con su madre.
Tiempo después, conformó una nueva pareja con Juan Gutiérrez, con quien en el mes de febrero del año pasado contrajo matrimonio.
Era una persona que se llevaba muy bien con todos, pero lamentablemente y pese a intentarlo, se fue de esta vida sin poder volver a ver su hermano llamado Pedro Lobo.
“Queremos que sepas mamá que siempre te vamos a extrañar y amar por el resto de la vida. Un beso donde estés, hasta que nos volvamos a ver. Te amamos, tus hijas e hijos y tu perro ‘Lobito’ que también siente tu ausencia. Que descanses en paz”.