Necrológicas
V IRMA BARRAZA DE MARCOVECCHIO
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Irma Barraza nació el 1 de abril de 1927, rodeada del amor de su familia. Tiempo después, se casó con Rodolfo Marcovecchio, y formaron una gran familia. Tuvieron dos hijos: Olga y Leonardo, quienes le dieron cuatro nietas, Agostina, Lucía, Delfina y Sofía, y dos bisnietas, Francisca y Fermina.
Desarrolló durante su vida la vocación artística. Por un lado, la actuación, donde incursionó y participó en las escenas de las estampas de Semana Santa. Fue distinguida por sus 20 años ininterrumpidos de participación, con artistas como Lanza, Cicopiedi, Rabiti, etc., dirigidos por José María Guimet.
También se dedicó a la pintura, donde tuvo como maestros a Ernesto Valor y Antonio Rizzo. Realizó muchas muestras y exposiciones en la ciudad y en otros lugares del país, como Santiago del Estero y Córdoba.
Acompañó a su esposo Rodolfo, empresario industrial (fundador de Ronicevi), y también artista plástico de destacada trayectoria. Gardelianos de la primera hora, Rodolfo realizó y donó un busto en bronce para la Asociación Amigos de Carlos Gardel, con el aporte de elementos de bronce por muchísimos seguidores del cantor, fundiéndolo en su fábrica.
Irma, preocupada por la seguridad del monumento que estaba ubicado en El Cerrito, gestionó ante autoridades municipales y la Universidad Nacional del Centro la posibilidad del traslado en custodia, donde el entonces rector Néstor Auza brindó todo su apoyo. En la actualidad y desde hace muchos años, el monumento luce en el Centro Cultural Universitario, donde todos los años se conmemora el aniversario de Carlos Gardel.
Irma fue una gran mujer que su familia recordará siempre.
V ALBERTO MARIO CORTÉS
Mario, como así lo conocían todos, nació un 5 de julio de 1959. Se crió junto a su hermano y su mamá en Rosario, habiendo perdido a su padre en su infancia. Luego se mudaron a Tandil, donde continuó su vida.
De joven se unió al Ejército, donde luego de cumplir el servicio militar obligatorio, continuó desempeñándose en el área culinaria en aquella fuerza, descubriendo así su vocación. Continuó con diversas actividades laborales, fue mozo en la parrilla Al Ver Veras, trabajando varios años, además se involucró en distintos servicios de catering, organizando eventos, etc.
Formó su familia con Laura, con la que estuvo casado durante 16 años y tuvo dos hijos, Mauro y Catalina.
En noviembre del 2005, a los 46 años de edad, la vida le dio un giro inesperado. Sufrió un Accidente Cerebro Vascular (ACV), el cual le dejó secuelas físicas, dejándolo con hemiplejia.
La vida de él y de su familia cambió rotundamente. Luego de unos años, logró recuperar su independencia totalmente y volvió a trabajar, esta vez como telefonista en varios remises de la cuidad. La iglesia Evangélica lo ayudó mucho, se unió fuertemente a la fe, que fue uno de sus pilares más importantes en la vida. Ir a la iglesia y compartir con las personas de allí, lo hacían feliz, leer la Biblia, hablar de Dios, esa era su máxima misión.
Nunca demostró tristeza, desgano, siempre con la frente en alto contra los prejuicios y obstáculos que se le presentaban. Siempre alegre, tirando “buena onda” como él decía, viendo lo positivo de la vida, demostraba a quien lo conocía su calidad humana y su dulzura.
Era un hombre feliz, cada día decía lo bendecido que era por estar vivo, por poder conversar y compartir una comida con sus hijos y por poder valerse por él mismo. Se movía por toda la cuidad sin problemas, saludando a quien cruzaba y demostraba que su discapacidad era invisible, cuando creía que lo podía hacer, lo hacía, sin dudar, sin consultar.
En febrero del 2019 sufrió una caída, donde se quebró la cadera, un nuevo tropezón, pero demostró que se sobrepondría de aquella situación y lo logró. Volvió a su independencia después de recuperarse con valentía y esperanza.
Falleció el pasado 27 de abril, en su ley, independiente, y demostrando que era feliz y que nada le pasaba, que todo estaba bien, como él siempre expresaba. Prevaleció hasta su último día en la vida terrenal su fortaleza, su fe y su felicidad.
Fue la persona más fuerte que hubo en la vida, su legado es eso, el amor, la fortaleza, el continuar a pesar de las adversidades; nunca escuchamos salir de su boca una palabra de desgano o de desesperanza, siempre nombraba a Dios como la mayor salvación.
“Te amamos pa, tu fuente de amor era tan grande que nos alcanzará como para mil vidas más. Se extrañaran tus palabras bondadosas, positivas, llenas de energía y fe. Sos mi ejemplo de vida, sos mi orgullo, sos mi alma. Descansa en paz amor mío, allá donde no hay bastones, donde no hay enfermedad, no hay prejuicios, no hay mentiras. Descansa con Dios en su gloria. Dios te ama, yo también”.
vV MANUELA MARTÍNEZ DE MARTÍNEZ
Nació en Tandil el 27 de abril de 1938, era hija de inmigrantes españoles, tenía siete hermanos y se crió en Villa Italia. Trabajó en el Hospital Municipal Ramón Santamarina, desde 1953 hasta que se jubiló, en 1998, con 45 años de servicio.
Se casó con Demetrio Martínez, en 1973, y en 1980, nació Luciano Oscar, su único hijo. Fue abuela de cuatro nietos: Chiara, Eva, Alma y Simón.
Siempre su vida fue muy tranquila. Era muy compañera de su esposo ‘Pocho’ (Demetrio) y se dedicaba a sus nietos. Tuvo una vida en familia y amigos hasta que falleció el pasado 4 de abril de 2020.
V JUANA LUCÍA BABICH
Juana Lucía Babich, “Juanita” para los que la conocieron y quisieron, falleció el pasado 30 de abril, a los 86 años, durmiendo plácidamente y rodeada del afecto y los cuidados de su familia y de quienes se ocuparon de ella tan bien en el último tramo de su vida en el Hogar Reminiscencias.
Había nacido el 4 de julio de 1933, en Buenos Aires. Era hija de José y Berta, y hermana de Sofía. Creció en el barrio de Almagro, hizo la escuela en el Normal 4, trabajó de asistente de psiquiatría y laboratorista.
Conoció a su esposo Renato, en 1960, trabajando en un negocio de televisores. Se casaron en 1961 y tres años después nació su único hijo, a quien criaron con enorme cariño, y realizando muchos sacrificios para que no le faltara comida, vestimenta y educación.
Su marido falleció joven, y ella lo afrontó con mucho valor y decisión. Se quedó sola, pero nunca en soledad. Tenía muchas amistades y solía salir y pasarla bien. Llegaron los dos nietos, a quienes tanto quería, y luego el viaje a Tandil, donde vino para hacerle compañía desde cerca. Pasábamos todas las navidades en María Ignacia (Vela), donde la trataron como una reina. Tenía una memoria prodigiosa y era fuente de consulta de familiares y amigos para rememorar cualquier recuerdo.
Últimamente, cuando quería saber algo, y como no manejaba internet, pedía que sus consultas se las averiguaran “en ese aparato de ustedes que tiene todas las respuestas”. No dejaba pasar un error gramatical y les corregía todo.
Le gustaba jugar a las cartas y al dominó, donde siempre ganaba. Le encantaba la música y sus favoritos eran Gershwin, Liszt, Sinatra y Los Beatles; leía con voracidad historia y novelas, le encantaba resolver crucigramas, mirar programas de preguntas y respuestas o documentales en la televisión, ver películas en especial las del Hollywood dorado y con su favorito Humprey Bogart, y conversar con cualquiera que se le cruzara.
“Ojalá encuentre el descanso que su alma se merece, tal vez junto al hombre al que tanto quería y extrañaba. Nosotros también la vamos a extrañar. Que tengas un buen viaje, viejita”.
V MARCELINO HILARIO GARCÍA
Marcelino Hilario García, llegó a la vida el 10 de febrero de 1930. Era hijo de Fabián y Segunda, y lo apodaron ‘Poroto’. Pasó su niñez en la zona rural de Azucena, donde aprendió el trabajo de campo. De adolescente trabajó con caballos para exponer en La Rural. Junto al abuelo Fabián fueron inseparables, hasta que buscando mejores rumbos trabajó en Buenos Aires, cuidad de la que siempre hablaba con admiración.
Se dedicó también a la industria del queso, ya afincado en cercanías de Tandil. Por esa época se quedaba en hotel los fines de semana y frecuentaba el club Ferrocarril Sud, con sus clásicos bailes, siempre hablaba de esa época con mucho amor y comentaba los trajes que se usaban.
Allí conoció a Elena, según sus confesiones, la más bella de las mujeres, y en 1958 se radicó en la ciudad y se casaron. Fruto de ese amor, nacieron Carlos Víctor, Stella Maris y Sara Graciela.
En esa época incursionó en un nuevo rubro, la albañilería. Trabajó en el murallón y distintas obras en la ciudad y levantó su propia casa en la zona de Villa Italia, en un terreno comprado por el abuelo Fabián. Era en esa época la única casa en la manzana.
Disfrutó de la familia, con hijos y cuñados, asados de domingo, paseos por el Dique y los infaltables chapuzones en el Lago del Fuerte. Ya jubilado, desempeñó tareas como sereno, labor que disfrutó por largo tiempo.
Ya por el ocaso de su vida, cuando las preocupaciones no existían, conoció parte del país en viajes familiares, los cuales disfrutó enormemente. Recibió mucho cariño de su esposa, que falleció primero y a la que extrañaba muchísimo. Cumplió 90 años valorando las cosas simples pero irremplazables, como la salud y la familia. Partió el 30 de abril de 2020, coincidiendo con el trigésimo aniversario de casado con Elena.
“En familia estuvimos revisando fotos en las que estabas con mami y no dejamos de emocionarnos al recordarte. Tus hijos, tus hijos políticos: Marcelo, Cristian y Gabriela. Tus nietos: María Eugenia, Ana Laura, Duggan Esteban Fabián, Julieta, Juan Ignacio, Marcelo Iván, María Florencia, Mateo Lorenzo, Daniel y Guadupe y tus bisnietos Lautaro y Franco. Te amamos, gracias por lo que diste”.
V JUANA ETELVINA CASTAGNINO
Juana Etelvina Castagnino falleció el pasado 21 de marzo, a los 83 años, causando su deceso un profundo dolor en sus seres queridos.
Había nacido el 26 de febrero de 1937 en Alcorta, Santa Fe, hasta que junto a la familia decidieron instalarse en Tandil, criándose en el barrio de la Base Aérea. Fue ahí donde conoció a su esposo, casándose muy jóvenes y naciendo su hijo Rodi, y luego de siete años tuvo a su segundo hijo, Mario, quien acompañó a sus padres hasta que fallecieron.
“Mamá era un poco especial, pero le di todo el amor que pude darle. Te amo y extraño mucho, al igual que a papá. Te fuiste y me quedé con ganas de seguir disfrutándote. Tu hijo Mario”.
V RICARDO ANÍBAL HIDALGO (NEGRO)
Ricardo Aníbal Hidalgo, más conocido como “Negro”, falleció el pasado 2 de mayo, a los 70 años de edad.
Había nacido en Acelain, el 18 de enero de 1950, y era el noveno de diez hermanos, y estudió en la escuela del lugar. De joven, desempeñó tareas rurales en ese establecimiento rural.
Posteriormente, se fue a trabajar durante tres años a otro campo, regresando luego a Acelain, donde permaneció más de cuatro décadas.
Fue siempre un gran colaborador de las instituciones tradicionalistas de María Ignacia (Vela). Se retiró de Acelain para gozar de su jubilación en su casa.
Luego de una breve dolencia, falleció, y su ausencia se siente. Fue una persona muy querida en el pueblo por sus amigos y familiares, quienes lamentan su deceso. “Te vamos a extrañar Negro”.