Necrológicas
V AVELINO ANDRÉS BILBAO
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Avelino Andrés Bilbao nació en Ayacucho, pero el destino lo trajo a Tandil aún siendo muy chiquito, junto a sus padres y sus tres hermanos.
Conoció a su esposa, María Luisa, desde la escuela, y la vida los unió en matrimonio el 11 de marzo de 1966, para construir una vida juntos, luchándola codo a codo, progresando, dejando un legado de vida, valores y mil charlas compartidas.
De esa unión nació María Roxana, quien le dio dos nietos: Guillermo Andrés y María de Jesús, quienes no sólo tuvieron la suerte de tenerlo como abuelo, sino como padre a la vez. Los crió con todo el cariño que tenía, los cuidó por igual a los tres y lo siguió haciendo al llegar su bisnieto, Miguel Andrés, por el cual fue bautizado nuevamente como “Tata”.
Fue educador, compañero de juegos, compañero de vida, la palabra consejera, el motivador para los nuevos horizontes que desearan emprender sus familiares, siempre con la palabra de apoyo y con la sabiduría a flor de labios para quien la necesitara.
Tuvo tantos nietos como conocidos hubiera de su hija y sus nietos. Así, hasta para gente cercana a su edad era “el abuelo”. Aquel que en una charla, mate de por medio, se quedaba callado por unos minutos y quienes lo conocían sabían que luego de ese silencio una broma afloraba para desprender carcajadas de todos ellos. Hoy en día no hay uno que no recuerde sus dichos, sus ocurrencias o aquello que alguna vez enseñara, dejando una huella en la gente que lo conocía.
Su vida se desarrolló en el campo, en donde aprendió e hizo todo trabajo relacionado a lo rural. Su primera experiencia fue por los pagos de San Antonio, en donde con sólo 7 años ya iba al tambo a ayudarle a sus padres. Domador, trabajador en soga, peón, puestero, alambrador fueron algunas de sus vocaciones, las cuales llevaba a cabo con gran orgullo, respeto y pasión.
Fue amante de las tradiciones, del campo, del folklore, de las usanzas criollas, de aquellas jineteadas en donde no sólo disfrutaba ver algún buen reservado, sino también se reencontraba con sus grandes amigos.
Salió adelante de las más adversas situaciones de salud, jamás se dio por vencido, ni sus enfermedades fueron excusa para no realizar trabajos. En sus últimos siete años recibió la gran ayuda de la diálisis, en donde todos los trabajadores de allí se ganaron su gran cariño. A ellos el agradecimiento de la familia por permitir disfrutar de él, este último tiempo, por cuidarlo y quererlo como lo hicieron.
“Hubiese deseado jamás escribir estas líneas, pero sabemos que de esta manera muchos lo recordarán y quizás otros lo conocerán”, expresó su nieto.
V MARÍA HAYDÉE LEDESMA
María Haydée Ledesma nació el 3 de septiembre de 1923, en María Ignacia, Estación Vela. Se casó con Felipe García y fruto de ese amor nacieron sus cuatro hijos: Hugo, Ester, Felipe y Carlos.
Después de criarlos, vivió muchos años en Olavarría y ya de muy anciana regresó a María Ignacia, donde permaneció hasta su fallecimiento, que se produjo 21 de mayo de 2020, causando un hondo pesar en sus hijos, nietos y bisnietos.
Sus restos descansan en el Cementerio Municipal de María Ignacia (Vela).
V MARÍA VICTORIA GUTIÉRREZ
María Victoria Gutiérrez llegó a esta vida en Copetonas, el 31 de julio de 1948. Tiempo después, a los 17 años, el 3 de marzo de 1965 se casó con Julio César Martínez y de esa unión nacieron ocho hijos: Julio, Claudio, Ariel, María, Walter, Paula, Araceli y Adriana, quienes le dieron en total 38 nietos y 9 bisnietos, y a todos los adoptó como uno más de su familia.
Hizo de Tandil su ciudad. Fue una gran mujer, pasó por esta vida repartiendo amor, amistad, humildad, siempre estuvo para quien lo necesitó.
“Vamos a extrañar tus risas y tus abrazos, pero te vamos a llevar siempre en nuestras memorias y en nuestros corazones, devolviendo todo el amor que nos diste”.
VAMBROSIA MORALES VIUDA DE BASYK (MARY)
El pasado 22 de mayo de 2020 falleció Ambrosia Morales, causando su deceso un profundo dolor entre sus seres queridos. Había nacido el 15 de septiembre de 1929 y para recordarla, su familia acercó a la Redacción el siguiente texto.
“A sus jóvenes 90 años levantó vuelo, nos comunicamos así; es nuestro lenguaje, muchas veces el silencio, absoluto, canta las más bellas melodías, su sonido atraviesa el alma, y los besos y las miradas hablan por sí solas.
Juntos buscamos el delicado equilibrio entre recordar y olvidar. Recordar que podemos ser fuertes y olvidar las veces que nos sentimos vencidos. Recordar que el camino es largo, cuánto valemos y olvidar los ratos en que el valor se nos fue de las manos. Y que olvidar no signifique negar; porque sé que al final la felicidad se encuentra en ese lugar donde nos permitimos recordar mil veces la maravilla de la vida.
Vuela madre, ¡vuela! Siempre en nuestros corazones. Te amamos por siempre”. Sus hijas Mirta y María Cecilia Basyk; sus yernos Guillermo y José Jorge, sus nietos Sofía, Victoria, Juan Pablo, Fernando (f) y Maurina; nietos políticos Florencia, Joaco y Cristian; su hija del corazón Lorena; Fernanda Tornatore, participan su fallecimiento y que sus restos fueron inhumados en el cementerio local.
V LIBERTAD BERNAVELA RODRÍGUEZ
Libertad o “Lita”, como le decían cariñosamente, nació en Córdoba y fue la menor de seis hermanos. Hija de inmigrante español y madre cordobesa, siendo muy pequeña se trasladó a “La Constancia”.
Creció en el ámbito rural y allí conoció a su compañero de toda la vida. Básicamente fue ama de casa, pero también salió a trabajar las veces que fue necesario.
¿Cómo se despide a una madre? No se imagina la casa sin ella, sin su olor, sin su presencia, podría ‘ir y venir’ y siempre estaba ahí, servicial con sus vecinos, la mejor madre y única como abuela.
¿Cómo describirla? Las mujeres que han crecido en el campo o de otra época, en general, son fuertes como un roble. Así era ella: luchadora, noble, generosa, correcta, con mucho carácter. Los años la fueron transformando, a veces se veía esa niña, que todos llevan dentro, pero con la sabiduría que dan los años. Llena de amor. Daba lo que tenía y más.
Fue el pilar de la casa, el sostén, el consuelo. La manera de manifestar su amor pasaba por la comida (“cuando comemos, nos nutrimos”, solía decir) y ella nutrió a los suyos.
Todos sus amigos y los amigos de su nieto adorado se sentaron en la mesa de Lita. Ella era feliz porque sentía que tenía más hijos, más nietos. Muchos saborearon sus ñoquis, el especial pastel de papas y su pollito al horno con papas asadas. Parecía que nadie cocinaba como ella.
Ha dejado una huella imborrable en los corazones. Con su sencillez, disposición y ternura conquistó el cariño de muchos.
“Tenemos que aprender a aceptar su ausencia. En estos momentos estará en los brazos de ‘su Maxi’. Ahora tenemos dos ángeles.
Mamita descansá en paz, te llevamos en nuestro corazón, gracias por todo lo que nos diste y nos enseñaste. Hasta que nos volvamos a encontrar. Seguramente, fundidos en un abrazo interminable. Tus hijos que te aman: Tito y Marta. Papá y Silvia”.
V MARÍA ANASTASIA LASA DE MORALES (PICHONA)
María Anastasia Lasa, alías “Pichona”, falleció el pasado 19 de mayo de 2020. Había llegado a este mundo el 17 de agosto de 1927, y era hija de María Mauri y Francisco Lasa.
Su vida fue en el campo. En el paraje El Gallo pasó toda su niñez, y fue allí donde conoció al que sería el amor de tu vida, Juan Morales. Con él se casó el 7 de octubre de 1950. Formaron una gran familia, siempre abocada a las tareas del campo, trabajadora incansable.
Fruto de ese amor llegan sus cinco hijos María Elena, Marta Dolores, Juan Alberto, Nélida Esther y Francisco Marcelo, ardua labor criarlos y trabajar a la par de don Juan. Les dio cobijo a todas las personas que trabajaban en el campo, cocinando para todos.
La familia se agrandó cuando sus hijos formaron sus familias. Todos los domingos ir al campo era una costumbre, la mesa siempre llena y ya disfrutando de los primeros nietos. Hasta que el 5 de enero de 1984 la vida le dio un flor de cachetazo con la pérdida, muy joven, de Nely, una de sus hijas. Fue terrible pero cómo pudo lo sobrellevó, años muy duros pero nunca aflojó.
En 1995, ya teniendo su casa en Tandil, se mudó con Juan para vivir más tranquilos y disfrutar de sus nietos, trece en total.
El 6 de junio del 2000 la vida la golpeó otra vez con la partida de su compañero Juan y le volvió a poner el pecho a la situación para seguir adelante, siempre rodeada de toda su familia. Llegaron los bisnietos y muy orgullosa decía que tenía trece nietos y siete bisnietos.
En los últimos cuatro años llegó a su vida una persona para ser su acompañante. Fue tan grande y mutuo el amor que se tuvieron que decía “ya llegó mi ángel”. Junto a ella todo se hacía más fácil.
“Hace muy poco en una charla que tuvimos me dijiste: las personas cuando deciden partir de este mundo eligen el día y ese día es muy cerquita de la persona que quieren y así lo hiciste, (me atreví averiguar por qué). Le diste vida. Ya estás descansando en paz junto a tu amor Juan y tu hija. Descansá en paz Pichona, se te va a extrañar. Un beso al cielo”.