Necrológicas
V ROBERTO GROPPA (PAPA)
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Roberto Groppa nació en la localidad de Benito Juárez el 18 de abril de 1942. Hijo de Héctor Juan y de Sara Álvarez. Al poco tiempo se trasladó, junto a sus padres y su hermano Héctor Mario a la ciudad de Berisso, por cuestiones laborales de su padre.
Su infancia transcurrió con entretenidas vivencias a la par de su hermano y con un fuerte amor por el fútbol. Tal es así que, sumado a sus cualidades como arquero, recaló en el club Estudiantes de La Plata construyendo allí sus primeras herramientas; transitó su etapa infantil y juvenil hasta llegar a entrenar con el plantel de Primera División con tan sólo 15 años.
A los 17 años, también por motivos laborales de su padre, la familia se instaló en Tandil, la cual fue adoptada para quedarse definitivamente. Aquí continuó su rica etapa futbolística, pasando por clubes como Defensa Tandil, Gimnasia y Esgrima, Independiente, Santamarina, Ferrocarril Sud, Racing de Gardey y el Seleccionado de Tandil, en el fútbol oficial, y Boca de La Pastora y Defensores de El Solcito, en el fútbol agrario.
En su paso por el club Ramón Santamarina conoció a quien fuera su esposa, Flora Fuentes, deportista de Patín, con quien tuvieran tres hijos: Gustavo, Germán y María Andrea. Y en el largo recorrido que transitó en el fútbol de Tandil, desde 1958 hasta 1994 (año en que se retiró, ya como futbolista veterano) cosechó innumerables amistades, tantas como anécdotas divertidas. Dueño de frases como: “pelota ingrata”, “qué bien están jugando los contrarios, dominio absoluto”, “bien los dos” (repetida y ampliada años más tarde en un partido de tenis, “bien los cuatro”) o “maldito balompié, ¿por dónde te me has colado?”. Junto a su hermano Héctor (el verdadero y original dueño del apodo “Papa”) compartieron el fútbol desde distintos roles: Roberto como arquero y Héctor, como director técnico.
Fue dirigente deportivo y cultural, miembro de comisiones directivas en instituciones como la Peña Tradicionalista El Cielito (donde también bailó folklore), subcomisiones de fútbol, en una efímera comisión para la construcción de una inicial réplica de la Piedra Movediza (allá por comienzo de los ’90) y en la agrupación Criollos del Tandil, desplegando su otra pasión: los caballos.
Fue un hombre noble y honesto, de enormes valores humanos, al igual que su hermano. Según las voces de quienes lo conocieron, fue amigo de los compañeros y amigo de los rivales, un buen deportista y mejor persona, de esas que hacen bien.
“Tu esposa, hermano, hijos, cuñados, nietos, sobrinos y amigos te despedimos con tristeza pero con tranquilidad, porque nos compartimos y disfrutamos lo suficiente como para que cada recuerdo nos saque una sonrisa; y agradecidos porque trascendiste como hombre. Gracias Viejo”, lo despiden.
V AZUCENA URBELZ
Nació el 6 de septiembre de 1941 en Tandil, en el almacén ‘El 43’, que era propiedad de su padre y su tío Martín Ibáñez. Hija de Segundo Urbelz y Leonor Pellizari, la mayor de cuatro hermanos, con los que compartió una infancia y juventud rodeada del amor de su familia.
Cuando tenía 34 años, decidió unir su vida a la de su gran amor, el “Negro”, con quien compartió muchos viajes, aventuras y emociones, que la llevaron a conocer casi todo el mundo, como ella decía. Aunque no tuvo hijos, Dios le regaló nueve sobrinos, que la extrañan y la van a recordar siempre, porque fue la tía compañera, cariñosa y compinche que los vio crecer.
En diciembre de 2013, tomó la decisión de entregar su vida a Jesús, a través del bautismo bíblico y se unió a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
“Sucy”, como todos la llamaban con amor, fue una excelente hermana mayor: siempre dispuesta a ayudar a sus hermanos menores y a sus sobrinos, en lo que pudieran necesitar.
Defensora de la unión familiar, fue conciliadora en pro de mantener las costumbres familiares, las reuniones con largas mesas, donde no faltara nadie y donde reinara la armonía familiar el humor y el cariño hacia todos, tal como le enseñaron e inculcaron sus padres.
“Hoy, lamentamos que haya partido al descanso, pero sabemos y confiamos que cuando Cristo venga a buscarnos, allí nos reencontraremos con ella para vivir por la eternidad, como nos promete en su palabra. La recordaremos con mucho amor y alegría, por todos los momentos vividos y obraremos en consecuencia, por mantener como hasta ahora, la unión familiar que ella procuraba. Gracias tía Sucy por todo”.
V JUAN AGUSTÍN ÁLVAREZ VIELMA
A los 93 años falleció en Tandil Juan Agustín Álvarez Vielma, quien había nacido en Chile el 29 de diciembre de 1926. En 1944, la situación económica de su familia era muy crítica y siendo el mayor de siete hermanos, con tan solo 18 años, tomó la dura decisión de abandonar a su país y cruzar la cordillera caminando hacia la Argentina, en búsqueda de trabajo para poder ayudar a su numerosa familia.
Con tan solo unos meses trabajando en nuestro país, juntó dinero y se lo llevó a su familia, quienes gracias a eso pudieron reunirse nuevamente, ya que habían separado a todos sus hermanos en hogares de contención, por no poder subsistir. Al año siguiente, Agustín volvió caminando nuevamente a la Argentina y fue allí donde no volvió más a su país. Trabajó en viñedos en el norte, en minas de carbón y finalmente en las Canteras del pueblo de Claras, gracias a esto podía enviarle dinero a su familia, quienes estuvieron comunicados mediante cartas hasta 1974 y luego perdieron contacto.
En 1958 se casó con Crisanta Lezica, con quien formaron una familia ensamblada y tuvieron cuatro hijos: Juan, Pablo, Mirta y Elena, quienes le dieron muchísimos nietos, biznietos y una tataranieta.
En 1998 Agustín enviudó y luego de unos años, se fue a vivir con su hija Elena quien compartió los últimos 10 años de su vida en la casa de ella.
En 2015, tras una búsqueda imparable, María una de sus nietas, pudo encontrar a la familia de Agustín a través de Facebook, rápidamente y sin dudas, su yerno Rogelio y Elena organizaron un viaje a Chile para llevarlo a reencontrarse con todos sus hermanos después de 70 años sin verse. Fue un viaje inolvidable en el que Agustín viajó acompañado de nueve familiares argentinos, nada más y nada menos. Al siguiente año quiso volver a viajar para festejar sus 90 años en su país y así fue que viajaron nuevamente.
“Papi gracias por enseñarnos tanto en esta vida y por dejarnos compartir tantos años juntos, también fuiste un excelente abuelo y muy buena persona, te vamos a extrañar. Te amamos, tu hija Elena”.
“Abuelito gracias por haber compartido cada día con nosotras, contándonos tus anécdotas y haciéndonos reír tanto, te vamos a extrañar muchísimo. Tus nietas María, Patricia, Koky, Cristal, Mica, bisnietos y tu asistente Nati, que era una nieta más”.
V AGUSTINA TEODORA GALLICCHIO
La historia de Agustina Teodora Gallicchio cuenta que experimentó el amor, las pérdidas de sus seres queridos y los vaivenes de la vida.
Oriunda de Azul y falleció en la residencia Santa María en la sala de cuidados intensivos de Hospedar perteneciente a la misma institución, el 22 de mayo de 2020.
Nació en Azul el 3 de julio de 1928, fueron sus padres Josefa Di Paola y Anastasio Gallicchio, quien había emigrado de Italia en su temprana juventud.
Agustina tuvo cinco hermanos: José, Juan (soltero), Lucho, Encarnación (la Ñata) y Angelita y sus respectivos cónyuges, María, Elvina, Ramón y Oscar quienes descansan junto a Dios.
Sus hermanos le dieron sobrinos: Mirtha, Osvaldo, Jose María (Coco) y Carlitos, Nicolás, Rosalía y Ricardo y sus respectivos conyugues Armando, Norma, Teresa, Ana y Graciela.
El 12 de abril de 1952 contrajo matrimonio con Mauricio Pedro Franco, de profesión mecánico, y años después nació María Cristina Franco. Su marido falleció muy joven, a los 33 años, de una enfermedad incurable.
Fue en ese momento que la hija del matrimonio fue cuidada por sus tíos Ismael Franco (Titi) (f) y su señora Élida (Eli), mientras Agustina trabajaba. Éstos le dieron dos sobrinos Walter y Cecilia quienes formaron familia con Alejandra y Héctor.
La hija de Agustina, se casó con Martín Zubiri oriundo de Pablo Acosta, partido de Tandil, radicándose en el campo donde nacieron Soledad, Emiliana y Victoria Zubiri, sus queridas nietas. Después de una década de vivir allí se trasladaron a Tandil. Más tarde se agrandó la familia, Soledad y Leopoldo, Emiliana y Hugo le brindan dos bisnietos Benicio y Justina recién nacida, y Victoria y Gonzalo quienes también le dieron dos bisnietos Juan y Benjamín.
Agustina se casó por segundas nupcias en 1980 con Gilberto Combessies en la ciudad de Azul. Permanecieron juntos más de dos décadas hasta el fallecimiento de Gilberto, quien tenía tres nietas de su primer matrimonio: Florencia, Guillermina y María Julia que para Agustina fueron y serán sus nietas del corazón.
Tenía amigas y amigos en Azul y Tandil, era muy sociable y Ana su mejor amiga de Azul. Toda la familia política le brindó su afecto, compartiendo días de quinta, navidades y fin de año.
”La familia quiere agradecer a todo el personal de la residencia Santa María y hospedar por todo el cuidado y el amor ofrecido. A la familia Díaz Estévez, un agradecimiento infinito por todo lo brindado, y a sus compañeras que le dieron todo su afecto, entregándole el año pasado una medalla a la mejor compañera”.
V HÉCTOR CLEMENTE GENTIL (CACHO)
Días atrás falleció Don Héctor Clemente Gentil, alías “Cacho”, trabajador dispuesto y participante activo en reuniones, asambleas, desfiles. Poseedor orgullos de recados con los cuales supo ganar variados en premios en festivales rupestres. Don “Cacho”, era un incansable cultor de las actividades nativas, amantes de los caballos y participante activo de la Agrupación Tradicionalista Criollos del Tandil, a quien acompañaba en innumerables desfiles en ocasiones de fiestas patrias, patronales, aniversarios de ciudades, etc.
“Los integrantes de la comisión directiva y asociados en general de la Agrupación Tradicionalista Criollos del Tandil, queremos recordarlo con este sensible escrito, que expresa mucho menos que lo que en realidad sentimos ante su partida. Acompañamos a tu familia en el dolor y te despedimos respetuosa y cariñosamente en este, tu último desfile. Adiós amigo”.
V ALFREDO OSVALDO OSCARES
Alfredo Osvaldo Oscares nació el 22 de marzo de 1957, falleciendo el pasado 22 de mayo de 2020. Fue el quinto de siete hermanos los cuales quedaron cuatro Juan, Cristina, Carlos y Hugo. Oriundo de la ciudad de Maipú, llegó a Tandil a los 7 años, junto a su mamá, papá y también con algunos hermanos.
Pasado el tiempo creció humilde y trabajó toda la vida de pintor. Era fanático de Boca Juniors. Siempre fue libre, le gustaba juntarte con sus hermanos y madre.
Gracias a los tíos maternos conoció a Rosalinda Ferreyra, con la que comenzó una relación y formó parte de la familia la cual nunca lo dejó. Durante 33 años Rosalinda vivió pendiente de él. No tuvo hijos propios, solo una hija del corazón.
Era un poco gruñón pero con un “corazón grande”. Sus amigos le llamaban “Palita, “El Cimarrón” y “El Gato” también. Recordaron que siempre solía decir que su hija de corazón era su prima, para pasar desapercibido porque era un pícaro.
“La familia lo extraña muchísimo. Su compañera Rosalinda Ferreyra; su hija de corazón Beatriz Soledad Rosas; su yerno Luis Norberto Bascur; sus nietos de corazón: Kevin, Hugo, Zion, Rocío, Kiara, Mica y Naomi su bisnieta de corazón que nació en la cuarentena, la cual solo pudo conocer por fotos. Todos te llevamos en nuestros corazones y no te olvidaremos”.
V MARCELO ARIEL ANDREOZZI
Marcelo Ariel Andreozzi nació en Haedo el 4 de noviembre de 1968 en el seno de una familia trabajadora: su papá era Neno, un panadero de oficio y su mamá Mary. Tuvo cuatro hermanos menores: Ana, Juan, Natalia y Martín.
Su vida transcurrió entre Tandil y Buenos Aires, donde se hizo de amigos que lo acompañaron siempre y donde, también, conoció a su esposa Silvia.
Ellos dos decidieron juntos regresar a Tandil, lugar donde Marcelo quería ver crecer a sus hijos Fausto y Fiamma. Ahí decidieron armar su negocio “Pan & Cia’, donde los conocidos coinciden en que se comen los bizcochitos, churros y berlinesas más ricos de Tandil.
Era un hombre de gustos sencillos y corazón noble; de risa desbordante y abrazos sinceros, familiero, adorador de sus hijos, generoso, buen amigo de sus amigos, solidario con sus vecinos; siempre dispuesto a tender la mano. Era un hombre fanático de los autos, la mecánica y la tecnología; inquieto y curioso.
Un hombre con corazón de niño; creía que todo podía arreglarse y mejorarse, incluso, se animaba a innovar las recetas de la panadería. Vivió su vida con emoción e intensidad.
Su partida dejó huellas profundas en sus amigos, en su familia de capital y en la de Tandil, quienes jamás olvidarán su risa desbordante, sus demostraciones permanentes de afecto, sus “te quiero” a flor de piel y su locura ilimitada.