Necrológicas
ROSANA ANAHI ARIAS
Recibí las noticias en tu email
A los 56 años, el pasado 29 de octubre, tras una larga lucha contra el cáncer, falleció Rosana Anahí Arias, amada esposa, madre y abuela.
Creció junto a su hermana Nancy y su hermano Horacio, bajo el cuidado de sus padres Carmen y Horacio Arias, y su amada abuela Chacha.
Su infancia transcurrió en la ciudad de Tandil, en Villa Alduncin. Con tan solo 16 años comenzó el oficio de tapicería en Kafka, y por un breve tiempo trabajó en creaciones Penino.
Aprendió de su madre y hermana la profesión de costurera, que fue siempre su vocación y con lo que destacó por su imaginación y amor por el oficio.
En 1981 conoció su gran amor Horacio M. Diluca, con quien construyó su vida y contrajo matrimonio en 1988, para forjar aún más su alianza, en 1990 nació su hija Carolina.
Ya domiciliados en Lunghi al 1000, el hogar que con arduo trabajo y dedicación creó junto a su esposo, se sumergió en el ámbito de ama de casa, siempre acompañada de su Singer y unos buenos mates, y sin olvidar algo dulce.
En 1993 nació su segunda hija Laura, a quien le siguió en 1995 Juan Pablo. Los cinco juntos lograron luchar contra muchas adversidades, entre ellas una gran enfermedad de Horacio, pero unidos lo superaron.
A pesar de su fuerza de voluntad y su guerrero corazón, tras soportar los procesos interminables de su dolencia, en ellos varias operaciones, quimio, rayos y mucha medicación, por casi ocho años luchó. Pero siempre repitiéndose a sí misma “que ella vivía el día a día, sin pensar en el cáncer”, para disfrutar aún más las alegrías que la vida supo regalarle a pesar de todo, como lo fue su tan ansiada nieta Sofía Masan, a quien le dedicó sus últimos días.
Su fuerza interior merecía respeto. A pesar de su enfermedad nunca descuidó a su familia, y hasta sus últimos días estuvo en su hogar, con todo el amor y la contención de sus seres queridos.
A las 00.30 del 29 de octubre de 2020, su luz se apagó, pero su alma y su amor acompañará a la familia toda la vida.
“Hoy más que nunca las palabras no alcanzan, el inmenso dolor que dejó tu partida desborda el alma, y a pesar de eso, son los recuerdos interminables, los que nos hacen sonreír y respirar hondo para seguir, por este regalo de vida que nos brindaste. Gracias de todo corazón, por haber luchado tanto para quedarte un ratito más. Te fuiste físicamente pero jamás te irás de nuestras mentes. ¡Te amaremos por siempre!”, la despidieron.
MIGUEL MAGÍN KAIN
Miguel Magín Kain nació el 27 de julio de 1938 en la ciudad de Tandil. Sus progenitores fueron Domingo Miguel Kain y Ana Hevia, quienes tuvieron siete hijos además de Miguel: Ana, Edda, Emilse, Domingo, Elsa, Raúl y Héctor.
Durante toda su infancia, vivió junto a sus padres y hermanos, en Paraje El 43 (Fulton). Allí cursó la escuela primaria, donde se destacó como un excelente alumno, razón por la cual lo avanzaban de grados sin cursarlos.
Comenzó a trabajar desde muy pequeño, a los 6 años, con su padre Domingo: largaba terneros y lo acompañaba a hacer tareas del campo.
Durante su adolescencia, además de ayudar a la familia, hacía trabajos en otros campos (juntaba maíz) para ganar algo de dinero.
En 1956 realizó la Colimba en la provincia de Neuquén, período que se extendió por un año.
También trabajó en la fábrica de queso y leche La Esperanza. Aquí fue donde empezó a jugar al fútbol, deporte que amaba hacer y compartir con la gente de la zona y con sus tres hermanos varones. Fue reconocido como el mejor mediocampista de esos tiempos, todo lo que hacía el “Negro” era con mucha dedicación, compromiso y pasión.
A los 22 años conoció en un baile de campo a Alicia Noemí Leguizamón, oriunda de Ayacucho. Se casaron el 3 de agosto de 1962 y construyeron una familia compuesta por siete hijos: Alicia, Ana, Miguel, Claudio, Karina, Marcelo y Matías. Quienes los convirtieron en abuelos-bisabuelos de 23 nietos y 10 bisnietos.
Ya casado, a sus 24 años, comenzó a trabajar en la estancia La Esperanza como cocinero.
Luego, se dedicó a cosechar en la zona hasta que entró como tambero en el Choiqué, donde tuvo que trasladarse con su esposa y su primera hija, Alicia.
Más tarde, en el año 71, se afincó en Los Talas (Fulton) donde se dedicó al tambo y se incorporó a jugar en La Constancia. Un tiempo después, se pasó a Cangallo.
Por 1980, se vino a vivir a Tandil con su familia y comenzó a trabajar en Ronicevi, sus compañeros lo querían mucho y, a su vez, recibió muchos premios por su desempeño en la empresa. Paralelamente, trabajó como parquero durante muchos años, profesión que legaron algunos de sus hijos y nietos.
En 1995 se jubiló tras haber tenido un accidente en el trabajo y comenzó a disfrutar de la vida como solo él sabía hacerlo.
Una de las cosas que amaba hacer era cuidar de la quinta, dedicaba largas horas en el patio de su casa. Se sorprendía al ver cómo crecían plantas de tomates o flores entre las baldosas de la vereda. En Tandil y los alrededores, fue conocido por sus famosas “chauchas”, que medían (algunas) más de 1 metro. Eran su orgullo, hasta pidió al diario que le hicieran una nota para que se conocieran.
Había magia en sus manos, tenía las rosas más lindas del barrio y se “agrandaba” cuando la gente se lo decía. No había duda que era fruto de su dedicación y del amor que le ponía a todo lo que hacía.
Algo que lo caracterizaba era su simpatía y solidaridad, ayudaba a su familia y amigos sin esperar nada a cambio. Él siempre estaba presente con las verduras de su quinta y con el asado para el domingo.
Le encantaba ir a bailar a las “mateadas” que se hacían en calle Quintana y participar de todos los torneos bonaerenses que se presentaran. Se destacaba con las bochas, las cartas y el Sapo. Los números eran otros de sus gustos, jugaba todos los días a la lotería (cabe aclarar que ganó muchísimos premios).
Sabía disfrutar de la vida, hacer reír a la gente, nadie se salvaba de sus bromas, y tenía un corazón enorme. No importaba quién fuera, él estaba ahí para ayudar. No había obstáculos para él, siempre lograba lo que se proponía, convencía a cualquiera.
Vivía sencillamente, con su camisa rosa, su bombacha color beige y, siempre, el peine en el bolsillo. Sí, era muy pituco, a donde fuera y donde estuviera, acomodaba su pelo color platino.
Sus últimos 22 años, los vivió con quien fuera su compañera, Graciela Beringer, quien lo cuidó hasta el último momento.
Su familia lo despide con mucho amor y con hermosos recuerdos de momentos compartidos.
RAMÓN DOMINGO QUINTANA
El pasado 2 de noviembre de 2020 falleció a los 71 años, Ramón Domingo Quintana. Nació el 7 de septiembre de 1949 en la provincia de Chaco (Machagai). Trascurrió su infancia con su abuela paterna Feliciana. Ya en la adolescencia se reencontró con sus padres y hermanos en “El Colorado”, provincia de Formosa. A sus 18 años se trasladó a la ciudad de Buenos Aires con fines laborales. En 1967 realizó el servicio militar en la provincia de Chubut.
El 21 de diciembre de 1972 se casó con Cresencia Torres “Toty”, fiel compañera, apoyándolo en todo momento con su gran amor incondicional. Luego de unos años nacieron sus hijos: Martín, Pablo y Romina, completando una familia hermosa con su hijo del corazón Matías Quintana. Brindó 15 años al servicio de la Policía Federal y se recibió en Teología.
Para completar su felicidad llegaron a su vida sus nietos: Kevin, Magalí, Franco, Lucas, Tomás, Malena, Agustín y Zoe. Y sus hijos políticos: Cristina Arenas, Matías Maschi y Lorena Castagnino.
“Papá, te agradecemos todo lo que nos has dado, enseñado y brindado. Siempre trabajando hasta tus últimos días, con grandes proyectos aún por cumplir. Fuiste una persona generosa, siempre presente para todos tus nietos.
Recordaremos tus exquisitas comidas con el fin de reunir a toda la familia, tus chistes y anécdotas interminables, junto a tu sonrisa contagiosa.
El mejor homenaje será mantener vivo tus recuerdos. Vivirás en nuestros corazones para siempre. Te queremos papá”.
BEATRIZ SUSANA VALERO
Beatriz Susana Valero de Ahumada nació el 25 de junio de 1946 en Mar del Plata, y falleció en Tandil el pasado 26 de octubre a los 74 años, causando un profundo dolor entre sus seres queridos y amigos.
Su familia tras cumplimentar la cremación de los restos en la ciudad de Necochea, acercaron un sentido recordatorio.
“Aunque mis ojos no te pueden ver, sé que estás aquí; aunque mis manos no puedan tocar tu rostro, sé que estás aquí. Madre, es difícil describir en pocas líneas tu amor, tu dulzura, tu silencio que hoy se apoderó de nosotros. Mami te agradecemos cada uno de tus hijos: Gabriela, Raúl, Carlos y Pedro tu presencia incondicional, tu compañía en los momentos difíciles y en los felices. Por haber luchado por tu familia junto a papá, los dos a la par, demostrándonos valores que hoy vamos a trasladar a nuestros hijos, logrando en nosotros ser lo que somos.
Supiste demostrar tu fortaleza ante la tormenta, cada situación vivida siempre estuviste ahí. Solo vos pudiste llevar tus dificultades permitiendo estar un tiempo más con nosotros. Recordaremos tu caminar ante la vida demostrando la fuerza que tenías para vivir, para seguir, o cada vez que te acercabas a darnos un beso, un adió o un sincero cariño.
Que difícil prueba nos dio la vida hoy que ya no estás. Vivir sin tu amor, sin tus risas, sin tus miradas que lo decían todo.
Mamita querida tus nietos: Florencia, Malena, José Ignacio, Cristal, Julieta, Lucas, Braian extrañarán cada vez que te acerbas despacio a darles un mimo. Sobrinos y familia política también recordarán todo tu amor. Gracias por demostrarnos la fuerza de tu querer ante tus amadas hermanas. Que todo el mundo sepa con estas líneas todo el amor que nos dejaste. Derrama tus caricias, danos y danos tus besos eternamente madre querida”.
ELSA CORINA VALENZUELA VIUDA de DE FINO
Madre, abuela, bisabuela, tía, mujer maravillosa. Tuvo 4 hijos con “Tito” De Fino: Claudia, Fabiana, Paula (f) y Roberto (f). Abuela de Florencia, Guadalupe, Victoria, Paula, Agustina, Federico, Agustín, Rocío y Sofía. Bisabuela de Bautista, Bruno, Julieta, Uma, Ludmila, Junior, Zamira, Rafael, Theo y Gael.
Mujer que sonrió a la vida a pesar de tantas adversidades que le toco vivir, compañera incansable de su esposo, madre maravillosa, abuela y bisabuela amada por todos sus pequeños que la llenaban de alegría.
Este poema escocés, que un amigo regaló a la familia se lo dedicaron a ella:
“Puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva, o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado; tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver, o puede estar lleno del amor que compartiste.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir el vacío y dar la espalda, o puedes hacer lo que a él le gustaría: sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.”
Falleció el pasado 15 de noviembre de 2020 a los 77 años. “Sonreír, siempre sonreír. Eso recordaremos de vos mami, abuela, tía, mujer, siempre le sonreíste a la vida a pesar de todo.
Te vamos a extrañar. Ya estas junto a papá y nuestros hermanos. ¡Ya estás en paz Mami!”.
NÉSTOR HUGO LOUSTAUNAU
El pasado 19 de octubre de 2020 falleció en Tandil, a los 88 años, Néstor Hugo Loustaunau, dejando un profundo dolor entre todos los que tuvieron la alegría de conocerlo.
Hugo, como le decían los más allegados, nació el 1 de octubre del año 1932, en Tandil. Hijo de Julio Víctor Loustaunau y de Sara Stupino. Uno de los hijos menores de una familia numerosa con cinco hijos, sus hermanos Sara, Julia, Adolfo y Cora. Debido al fallecimiento de su madre, desde muy pequeños los hermanos fueron repartidos en las viviendas de sus familiares más directos, y si bien no tuvieron la oportunidad de criarse juntos, teniendo una infancia difícil cada uno de ellos. Ya de adultos pudieron volver a unirse y compartir hermosos momentos familiares.
Cuando su padre volvió a formar pareja, llegó un nuevo hermano a su vida, Carlos, con quien Hugo tuvo gran afectuosidad, complicidad y compañerismo hasta sus últimos días.
Realizó el Servicio Militar en Río Gallegos, donde guardó muchas de sus tantas anécdotas. Sus trabajos fueron San Lorenzo, en La Pascuala y en La Serenísima S.A., brindando servicios en esa empresa hasta el día de su jubilación.
No formó una familia propia, pero fue un tío ejemplar, siempre muy presente. Para todos y cada uno de los sobrinos, él fue el tío preferido y sin dudarlo el más querido. El que nos daba los gustos más dulces; el que traía los postres ricos en cada reunión y los bolsillos llenos de caramelos.
Siempre atento y muy generoso, tuvo grandes amistades y se hizo querer en cada uno de los lugares por donde pasaba.
En su barrio de Villa Aguirre también afianzó lazos afectivos con todos sus vecinos y fue la alegría de mucho de los niños del vecindario, que también lo esperaban con las manos abiertas dispuestas a recibir esos dulces que a todos nos gustaban.
Pasó sus últimos días en el Hogar San Bernardo, donde lo cuidaron con mucho amor y compromiso, de la mano de Natalia su dueña, de sus amigos y compañeros que también sienten un profundo vacío y dolor por su ausencia.
“Todos los que tuvimos la suerte de conocerlo nos llevamos de él un gran ejemplo de vida: vivir austeramente sin dejar de ser generoso con todos los que lo rodean. De agradecer a Dios por un nuevo amanecer, como él lo hizo hasta el último día. Ese positivismo hasta en los momentos más difíciles, ese amor por el otro, por las plantas y principalmente por los animales. Extrañamos tu compañía, tus llamadas, tus chistes, tu sonrisa, el helado del día domingo y ese ‘todo va a estar bien’ como aliento de cada día.
Tío, estés donde estés todos se seguirán sonriendo al verte llegar, como nos pasó a los que te conocimos y quisimos. Tu sobrina Adriana”.
JOSÉ EDUARDO SCHANG
El pasado 29 de octubre falleció José Eduardo Schang, causando mucho pesar en quienes supieron compartir sus días.
Precisamente con mucho amor, la familia Schang, Houssay y amigos lo recordarán hoy y siempre con la alegría que siempre tenía y que transmitía a todos.
Reseñaron que él era muy sabio y amable, amante de la naturaleza la cual le gustaba compartirla con amigos y familia. También destacaron lo muy compañero que fue con su hijo, Juan Bernardo Schang. Los dos compartían actividades juntos, entre las que recordaron los caballos y las tareas campestres.