A cien años de la reforma universitaria
Al celebrar un siglo de la reforma Universitaria de 1918, encontramos la evidencia que siempre será tarea de las universidades hacer del conocimiento un instrumento prometeico de progreso y liberación, independientemente de las circunstancias y los avatares que necesariamente se les presenten como desafíos de la historia.
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Los hechos y el contexto
Cuando se eligió el 15 de junio como fecha canónica de la reforma se optó por una instancia de conmemoración que no es arbitraria. La reforma fue un proceso caracterizado por diversas movilizaciones estudiantiles y sociales que se fueron potenciando por las rigideces de las estructuras políticas y académicas vigentes en el país y el incremento de las protestas sociales alentadas por cambios profundos en el clima de época crecientemente democrático (Ley Sáenz Peña) y socializante (Revolución Mexicana y Revolución Rusa).
La universidad que fue objeto de la acción transformadora de la reforma ostentaba un conjunto de características que la evidenciaban como una institución retrógrada y anquilosada desde el punto de vista del desarrollo de la ciencia y los conocimientos progresistas de la época.
Los principios
Autonomía universitaria, cogobierno y compromiso con la ciencia y la sociedad vuelven a ser los valores que la reforma del 18 nos legó para reactualizar en las condiciones de un presente problemático y seguir orientándonos en la incertidumbre de un mundo globalizado y competitivo.
La reforma universitaria de Córdoba de 1918 implicó “…la primera confrontación entre una sociedad que comenzaba a experimentar cambios de su composición social y una Universidad enquistada en esquemas obsoletos…”. Incorporó la autonomía, los concursos docentes, el cogobierno, el concepto de responsabilidad social de la Universidad y la concibió como la institución para la movilidad social ascendente, ligada al progreso social. Importó una nueva concepción respecto del rol del Estado y significó la primera democratización de la Universidad, extendiéndose su mensaje a Latinoamérica y luego del Mayo Francés del 68, a todo el mundo.
Como dijo con acierto Germán Arciniegas: “La Universidad, después de 1918, no fue lo que ha de ser, pero dejó de ser lo que venía siendo. 1918 fue un paso inicial, la condición para que se cumpliera el destino de la Universidad en América como Universidad”.
Muchas luchas debieron librarse para consolidar los principios de la reforma del 18. Fue la reforma constitucional de 1994 la que incorpora el principio de autonomía en la Constitución Nacional junto al mandato de sostener la gratuidad.
Estado de situación actual
Entre los datos alentadores se destacan la expansión territorial y la vigencia de los principios reformistas. Los datos desfavorables indican que la Universidad ha dejado de ser la institución para la movilidad social ascendente que imaginaron los estudiantes de Córdoba hace 100 años. Hoy el sistema universitario consolida las inequidades de los niveles educativos anteriores, ya que el 65 % de los graduados universitarios proviene de establecimientos privados de educación secundaria. Esta situación impacta en los sectores más desfavorecidos de la sociedad ya que además ven afectado su incorporación a la educación superior por tres elementos adicionales: problemas de calidad del sistema educativo en general, la escasa articulación de la educación formal con la educación superior, y la inexistencia de un sistema integral de becas. En este marco, solo 6 de cada 100 estudiantes provienen del quintil de menores recursos.
Es evidente que todos los indicadores dan cuenta de un fenómeno de crecimiento y masificación de las instituciones universitarias en América Latina que tiene inevitables consecuencias sobre la calidad de la enseñanza superior y debe completarse el cuadro indicando las deficiencias patentizadas por las bajas tasas de graduación, las plantas docentes con baja dedicación, el abandono, la superposición de ofertas en las zonas más densamente pobladas, ausencia de planificación y saturación de carreras redundantes y orientadas a las profesiones liberales.
Hacia una agenda de
acciones concertadas
Las políticas públicas para las universidades deben implementarse concertadamente entre el Gobierno y las universidades autónomas. Se ha avanzado bastante en la definición de los objetivos básicos.
Existe coincidencia entre los distintos actores en la agenda de los desafíos que la educación superior universitaria argentina enfrenta actualmente, los que podemos sintetizar en:
✓ Mejorar los bajos niveles de graduación.
✓ Incrementar la graduación en las carreras científicas tecnológicas.
✓ Garantizar igualdad de oportunidades y aumentar la incorporación de alumnos provenientes de los sectores desfavorecidos.
✓ Mejorar la calidad.
✓ Garantizar la pertinencia de la oferta académica.
✓ Articular las distintas modalidades de Educación superior favoreciendo mayor vinculación efectiva y diálogo entre las ofertas de formación.
✓ Favorecer la movilidad de estudiantes y docentes.
✓ Promover la profesionalización docente (posgraduación).
✓ Profundizar la vinculación con el sector productivo.
✓ Incrementar la vinculación con el sector científico tecnológico.
✓ Aumentar las estrategias de internacionalización de la ES.
✓ Favorecer la formación integral cultural y deportiva.
✓ Generar buenas prácticas de gobierno, gestión y administración.
Dichos desafíos implican la implementación de políticas públicas consensuadas también al interior de las universidades que deben mejorar sus mecanismos de toma de decisiones, hoy muy trabado por equilibrios de poder interno y pujas que dificultan la producción de cambios para superar los problemas que surgen del diagnóstico.
(#) Subsecretario de Formación y Carrera del Personal de las Fuerzas de Seguridad.
Exrector Unicén
Exsecretario de Políticas Universitarias
Exrector Instituto Universitario River Plate