OPINIÓN
¿A qué nos desafía el coronavirus como sociedad?
Por Francisco Landívar (*)
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La sociología, dice el sociólogo Pierre Bourdieu, es una caja de herramientas, y en tal sentido, tiene por función relativizar imaginarios del sentido común y motivar la reflexión en torno a las formas sociales que hemos naturalizado. La sociología busca que ampliemos la mirada de nuestra realidad inmediata para ver que hay más allá, por qué hacemos las cosas como las hacemos.
En un contexto tan extraordinario como el que vivimos, donde incluso en los países más ricos del mundo se propaga una pandemia que ha colapsado los sistemas de salud de potencias económicas como Italia, Francia, España, e inclusive de Estados Unidos, es normal que se llame a la reflexión a cientistas sociales que intentan dar explicaciones a fenómenos que cuestionan nuestras formas de organización social. ¿Cómo enfrentar esta pandemia? ¿Dotando de autoridad al Estado para controlar los flujos de personas, reordenar la economía e interferir en diversas dinámicas de la vida social para controlar la propagación del virus? ¿O garantizar el funcionamiento de la economía y la libertad de los individuos esperando que se geste una inmunidad colectiva que sofoque la enfermedad? ¿Qué rol nos cabe a nosotros como individuos ante esta problemática colectiva?
Estas preguntas, más que médicas (que son quienes en el día a día enfrentan en la primera línea a esta enfermedad) son sociológicas, porque responden a los modos en que nos organizamos socialmente para garantizar la vida y el funcionamiento de nuestras sociedades. Por tal motivo, hemos visto el pronunciamiento de infinidad de intelectuales en este último tiempo.
En tal sentido, por ejemplo, algunos análisis han destacado lo positivo del alto acatamiento a la norma que ha demostrado la sociedad argentina ante este hecho puntual (lo que contrastaría con otras prácticas cotidianas donde el respeto a la misma no estaría tan extendido), concluyendo que si los argentinos pudiéramos aprender de esta experiencia y comprender las ventajas de respetar cierto tipo de normas y formas de orden, podrían darse cambios positivos en nuestra sociedad. Oponiendo esta forma a la lógica del típico “avivado” argentino, que en su búsqueda de beneficio a corto plazo termina perjudicando a todos.
Hay dos cuestiones muy interesantes que deja este análisis sobre las cuales tendríamos que seguir pensando: en primer lugar, la cuestión del respeto a la norma en el vínculo que se establece entre los individuos y la sociedad, y en segundo, en relación a qué forma deben tomar las normas si buscan contemplar las diferentes realidades que conforman la sociedad.
Retomemos la primera cuestión; para comenzar sería interesante consultarnos si la “viveza criolla” es privativa de los argentinos. Durante la cuarentena en España alquilaban perros para salir a pasear, en Francia como acá, miles de franceses aprovecharon el inicio de cuarentena para irse de vacaciones, en Nueva York el gobernador confisca respiradores ociosos de clínicas privadas porque el sistema de salud público se encuentra saturado. ¿Somos los argentinos los avivados?
El sociólogo alemán Max Weber nos explica que el acatamiento a la norma es motivado más que por el temor a la represión que implica no cumplirla (multa, cárcel), por el grado de consenso, de legitimidad, que tiene en una sociedad. Es decir que cuanto más aceptada es la norma, más se cumple. El respeto a la cuarentena en Argentina sin dudas se debe al temor, debiéramos preguntarnos entonces por qué algunas normas en nuestro país no disponen de la aceptación necesaria para garantizar su acatamiento.
Teniendo en cuenta esto, podemos decir que la búsqueda del beneficio individual en la violación de una norma es una característica propia de las sociedades occidentales individualistas (que privilegian al individuo por sobre la comunidad), y se exacerba en sociedades donde las condiciones de pobreza, sumadas a un débil tejido social que no contiene a los más desfavorecidos, llevan a desarrollar dinámicas de supervivencia (del “sálvese quien pueda”) que muchas veces perjudican a los otros. Debemos agregar que el incumplimiento de una norma también se extiende a quienes encuentran sus puntos ciegos para evadirlas desde mecanismos más complejos; sumado al infractor y al delincuente, se agregaría a quienes operan desde marcos legales difusos perjudicando a la sociedad.
Si centramos el análisis en la obediencia de la norma y el lugar del individuo en la comunidad, ¿Qué decir del rol de agentes económicos que buscan socavar la idea de que la economía (como búsqueda de ganancia) debe ser supeditada a un segundo plano en este momento? Es decir, que el lucro del sistema privado de salud es más importante que la salud comunitaria, que los clientes de obras sociales deben tener mayores beneficios que los ciudadanos que no las tienen, que grandes empresas tienen derecho de prescindir de personal aún en tiempos como los que corren, que ciertos comerciantes tienen derecho a obtener mayores ganancias distorsionando precios en un contexto de necesidad, o que el derecho a la circulación debe ser más importante que la protección de la comunidad.
Sin duda el respeto a la norma puede acarrear beneficios estables, si se comprende que el acatamiento individual a normas colectivas beneficia al conjunto. En ese sentido, debiéramos repensar cómo debe plantearse el vínculo entre individuo y sociedad, y si es aceptable que individuos particulares en la búsqueda de su propio beneficio tengan derecho a llevar adelante acciones que perjudican al conjunto.
Derivado de esto, y yendo al segundo interrogante, sería importante tener en cuenta que “la sociedad”, como un colectivo homogéneo, no existe, sino que se compone por diversos grupos con sus particularidades que se relacionan entre sí en un conjunto más amplio. Derivadas de estas realidades es necesario entender que las diversas coyunturas que nos atraviesan no impactan por igual en los diferentes sectores sociales, y situaciones como las que hoy vivimos suelen también golpear de forma mucho más severa a los sectores más vulnerables.
En este sentido, si determinadas personas deben lidiar con la angustia del encierro o el alejamiento de sus seres queridos, a otras se les suma la incertidumbre económica (cuentapropistas, pequeños comerciantes, oficios, trabajadores informales, desocupados), el hacinamiento, o la falta de bienes elementales como el agua y los alimentos.
¿Cómo actuar ante estos casos? ¿Qué pasa con esos grupos? Se han tomado una serie de medidas políticas: por ejemplo, para cuentapropistas y trabajadores informales el Gobierno nacional ha implementado un bono extraordinario de 10 mil pesos para palear la ausencia de ingresos, lo que no llega a resolver la situación, pero contiene. Esto sabemos que igualmente es insuficiente para el grupo social más empobrecido, por eso en algunos lugares de nuestro país se ha propuesto desde organizaciones sociales y dependencias del Estado el “quédate en tu barrio”: En múltiples municipios del conurbano bonaerense y ciudades del interior se ha decidido adoptar otro tipo de medidas en los barrios más vulnerables, entendiendo que en algunos lugares las personas ni siquiera pueden asegurar el acceso al agua o los alimentos, lo que los obliga a salir de sus casas, y en tal sentido, la política debe estar orientada a reducir lo máximo posible la circulación de personas que no tienen otra opción, sin que tengan que transitar a lo largo y ancho de las ciudades y evitar aglomeraciones.
Como vemos, los diversos desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad deben ser asumidos por todos, por nosotros como individuos, pensando en nuestro lugar y en el de quienes viven otras realidades. Y muchas veces estos desafíos deben ser pensados desde la comunidad, y el Estado debe ser el garante de articular las diversas realidades para proponer soluciones, de comprender y de hacer comprender la importancia del trabajo colectivo.
Sin dudas las crisis nos llevan a las reflexiones, todos esperamos poder resolver de la mejor manera posible esta, y que nos sirva como enseñanza para construir una sociedad mejor.
(*)Lic. en Sociología de la UBA, Se desempeña como docente en diversas instituciones de la ciudad.