Es por acá
Claramente el paquete de medidas económicas y sociales que lanzó el Gobierno de Mauricio Macri fue anunciado y replicado varias veces por sus funcionarios solo para ver si con tanta repitencia lograban convencer de que la cosa, ahora es por acá.
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La directiva en todo momento fue evitar utilizar la palabra congelamiento para despegarse de una práctica populista y para explicar que una serie de productos de la canasta básica no van a sufrir modificaciones de precios durante los meses en que la campaña electoral esté a punto caramelo.
Indefectiblemente por más que se lo quiera disfrazar con otro vocablo, en la práctica la mirada gélida de los consumidores no deja de tiritar ante las góndolas cuando en las bocas de expendio no se encuentra ni un primo hermano de la leche que figura en el listado del programa Precios Cuidados bajo la marca comercial La Martona.
Al parecer, la empresa que cerró sus puertas hacia fines de los años 70’ obtuvo su razón social luego de que su creador bautizara el producto lácteo con el nombre de su hija, una fornida muchacha de nombre Marta que vió con honores el crédito otorgado y disfrutó de las ganancias que su padre obtuvo durante las décadas de pujanza dentro de la industria.
Pero más allá de este insumo en particular y ya que la honra figura en estos párrafos, lo verdaderamente llamativo es que la adhesión y el compromiso por parte del sector productivo y empresarial, se haya sellado con el Estado a través de un pacto de caballeros.
Al decir del Ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, este pseudo plan primavera se acordó apretón de manos mediante y por lo tanto, la fortaleza del cumplimiento quedó librada a la potencia con que esos dedos se estrecharon e imprimieron la certeza mutua, pero tácita del convenio.
Al mejor equipo de los últimos 50 años no le quedó opción y plantó un pararrayos para atajar la tormenta que se camufla con distintas denominaciones, pero no se enfunda bajo la palabra crisis ni se deja subyugar por la indomable estanflación.
Si partimos de la génesis, esta batería de medidas se suscribe a una entraña romántica ligada al desamor que por estas horas manifiestan algunos aliados de la coalición gobernante. Como en cualquier relación, el demandante se cansó de la porfía del demandado y condicionó su permanencia a la necesidad de un viraje para mantener la llama de la pasión intacta.
Pero no fue el origen sino el objetivo en sí mismo el que condujo a tomar la decisión de recalcular el rumbo de “es por acá”. No es para atrás, porque al parecer el camino desandado por la pasionaria de El Calafate se transitó circulando atajos cuya hoja de ruta quedó plasmada en un manojo de causas que descansan al resguardo de la parsimonia judicial.
Tampoco es hacia adelante, porque el propio sendero está plagado de metas incumplibles que desangran a quienes día a día debemos pisar sobre los pasos de quienes conducen sin saber siquiera hacia dónde nos dirigimos.
En síntesis, creo que estas medidas se presentan como un pequeño oasis, como un maquillaje que llega para enmascarar la expresión más conocida de la insondable crisis económica que nos atraviesa y cuyos ciclos, gobierne quien gobierne, se repiten de manera inexorable.
Más allá de este plan de contingencia, las cartas ya están echadas. Hoy la reelección de Mauricio Macri no depende de la capacidad de compra que tengan los magros bolsillos que dejaron sus decisiones como mandatario. Depende de variables más profundas atadas a la confianza política y a lo que finalmente haga el peronismo.