Opinión
La estrategia del pato criollo: un análisis de la contradictoria comunicación del Frente de Tody
El derrotero del gobierno de Alberto Fernández, que semana tras semana sigue licuando lo poco que le queda de imagen positiva y parece resignarse lentamente a quedar en la historia como un presidente de la transición, podría estudiarse a partir de su estrategia de comunicación, la cual algunos ya la denominan “la estrategia del pato criollo”.
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Muchos especialistas en la materia y en el análisis político, especialmente aquellos que hasta hace poco se mostraban más cálidos con el oficialismo, se jactaban de ponderar el estilo comunicacional oficial en los primeros meses de la pandemia. Un análisis que tenía poco de futurología pero mucho de presente.
Si bien el gobierno nacional al principio iba por el camino correcto, apelando a la cooperación institucional, fomentando consensos multipartidarios con los que Fernández buscaba reforzar la imagen que había plasmado en la campaña, luego de algunos traspiés comenzó el deterioro de la autoridad presidencial.
La necesidad de forzar la sensación desdibujó el estilo comunicativo de Fernández hasta tocar su punto máximo la semana pasada. Alberto dejó de ser el tío bueno que buscaba cuidar al pueblo para volver a ser ese operador político que desde su balcón en Puerto Madero criticaba a sus detractores calificándolo como, por ejemplo, “pelotudo con vista al mar” o “anda a lavar los platos nena” y demás expresiones un tanto “machirulas”, que de seguro la ponen a Cristina con los pelos como en los días de mucha humedad.
Esta vez le tocó a los plebeyos mexicanos, “que salieron de los indios” y a los brasileros, “que salieron de la selva”. La embarrada se agrandó cuando el argentino que bajó del barco, fiel al estilo que les enseñó Laclau, lejos de pedir disculpas (una sensación aún no conocida en el mundo kirchnerista), acusó que lo habían sacado de contexto e intentó, sin éxito, explicar su frase.
“Me sacaron de contexto. La frase completa es que siempre vinieron barcos. Pero los que traían indígenas iban a México, los que llevaban africanos paraban en Brasil, y los que estaban cargados de europeos seguían hasta la Argentina”, dijo Fernández.
¿Sabrá el Presidente de todos y todas que hay estudios de ascendencia genética, elaborados por su casa de alto estudios, la UBA, que afirman que en Argentina hay entre un 80 y 40% de descendencia indígena según cada región? Otro motivo para que abran las escuelas.
Como si fuera poco, Fernández decidió sorprender. Al otro día del patético episodio de alcance internacional le envió una carta a la titular del INADI, Victoria Donda, en la que aseguraba que amaba la inclusión y la diversidad que se respira en Argentina. Increíble inutilidad.
Dos cosas son llamativas en este punto. Primero, el Presidente le pide disculpas y da explicaciones por escrito a una de sus funcionarias que, mientras se supone se dedica a combatir la discriminación, tiene a su empleada doméstica en negro.
Segundo, el Jefe de Estado, aristócrata navegante desde la cuna, se olvidó una vez más de los indígenas que persigue su amigo Gildo en Formosa. Seguramente Jones Huala, el cacique que dice ser mapuche y que toma propiedades privadas en el sur, debe estar preparando un enérgico repudio luego de descubrir que sus antepasados de acuerdo con Fernández también bajaron del barco.
Como si fuera poco, a la semana que comenzó con hoy ya frases célebres de las redes sociales como “albañiles y albañilas” y “equipo y equipa”, ahora se le suma la obligatoriedad, por ley, de que los medios de comunicación utilicen el lenguaje inclusivo. Aunque no lo crea, el régimen de promoción de la equidad de género es ahora un condicionante de la libertad de prensa. ¿Argenzuela? No, Peronia.
Para cerrar la fatídica semana, el Frente de Tody intentó darles una buena noticia a los argentinos con la aprobación en Diputados del proyecto de Zonas Frías. La iniciativa, que beneficia alrededor de cuatro millones de usuarios, ente ellos a los tandilenses, reduce las tarifas de gas en áreas de baja temperaturas.
Guzmán debe estar con la calculadora en la mano, tratando de explicarle al FMI cómo un país que con De Vido y Cristina Kirchner perdió la soberanía energética y ahora contrata un barco regasificador porque falta gas, cuenta con el dinero necesario para este tipo de políticas públicas. Este Gobierno es como el gordo que hace trampa en la dieta y en lugar de medirse con la balanza, compra ropa más grande y dice que adelgazó.
La falta de profesionalismo y el exceso de espontaneidad, junto con una mala actuación de la empatía, son sin duda enemigos de la comunicación de gobierno en tiempos de incertidumbre. Momentos excepcionales requieren respuestas excepcionales, ahí está la diferencia entre comunicación de gobierno y de crisis.