Lunghi lo hizo de nuevo
La cuarentena y sus fases ya no se cumplían en la práctica, con el riesgo que implica la pérdida de autoridad a la hora de impartir normas y mensajes que son desoídos por razones varias, desde el desinterés irresponsable, la falta de empatía con el otro, pero también empujados por una desesperante situación económica y asfixia incluso psicológica.
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El porqué, mejor sin dudas deberían responderlo los sociólogos que, lamentablemente, no fueron –al menos no se conoce- consultados como sí los infectólogos, sobre todo a la hora de concebir, comprender, el comportamiento de una sociedad a la hora de responder a decisiones que, al parecer, si no es por miedo difícilmente conciban cambiar sus usos y costumbres.
En ese escenario, el Municipio, con su decisión de romper con ese esquema provincial, a primera vista parece buscar recuperar aquella autoridad con sus representados, armonizando nuevas reglas de juego con los sectores afines.
Seguramente quedará la duda para aquellos que desconfían o directamente discrepan con la gestión de la pandemia y más allá también, sobre qué grado de representatividad tuvo –tiene- la consulta acordada para patear el tablero –una vez más- y rebelarse del sistema aplicado por la Provincia, pero la audaz decisión política podría tener que ver con recuperar un control social que, al decir del comportamiento de gimnasios y otras yerbas, iba rumbo a un estado anárquico.
Se trata, claro, de una jugada políticamente riesgosa (ni olvido ni perdón en Provincia). Sanitariamente, entre las fases y el semáforo, los parámetros no son tan distintos, en vez de medir solo el número de contagios, se monitoreará la capacidad de recurso humano y material para eventuales pacientes que requieran internación. De hecho, se asemeja y mucho a lo que Nación adujo a la hora de defender la plausible anticipación de la cuarentena, con aquello de ganar tiempo precisamente para reforzar el sistema sanitario precario con que se contaba y así sufrir los menos muertos posibles en un partido que ya se sabía perdido.
Entonces, tampoco se está frente a la revolución separatista lunghiana, apenas matices para convivir con un virus indescifrable que, con fortuna, se podrá contener el año próximo con una vacuna.
En el borrador de los decretos que finalmente Lunghi ayer oficializó, se alude a consideraciones atendibles que, en el fondo vuelven a apelar a la autonomía a la hora de decidir.
Se argumenta, que el diseño de políticas públicas generales, rígidas y uniformes, como instrumento de regulación ante la ausencia de normas que propendan al cuidado de la salud de los ciudadanos en momentos excepcionales como el que atraviesa el país actualmente, “resulta útil y fundado inicialmente, pero desaconsejable con el transcurso del tiempo, por la falta de adecuación a la realidades propias de cada ciudadanía. Que este escenario epidemiológico variable exige de los gobiernos locales el deber de adecuar el ejercicio de las políticas públicas nacionales y provinciales a los contextos actuales de cada una de las comunidades que integran el Partido que representan”.
Lunghi lo hizo de nuevo. El curso de la pandemia y los humores políticos medirán el costo que asumió. A priori, al decir de las repercusiones primeras, hay un fuerte respaldo ciudadano. Los detractores, aguardan agazapados.