Mal menor
Consenso, acuerdo, pacto, contrato social. Estas últimas semanas los ciudadanos hemos atendido a todo tipo de declaraciones de aquellos potenciales candidatos que piensan abroquelarse en la carrera electoral, sobre la necesidad de comulgar en varias máximas que auspicien de propuestas fundacionales.
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Una suerte de destellos conciliatorios pretenden transmitir la convicción sincera de quienes profesan con anuncios grandilocuentes, que si los argentinos no pautamos un destino común que quede firmado, lacrado y guardado bajo cuatro llaves, Mandrake no aportará un solo movimiento de su vara mágica.
Hasta el momento, las ideas emanadas desde los distintos referentes partidarios subrayan una nómina generalizadas de puntos prioritarios que deberían acordarse en pos de ofrecer a la Nación Argentina y sus habitantes, un listado de políticas a seguir a rajatabla más allá de quien resulte electo para conducir este destino.
Al parecer, el Gobierno de Mauricio Macri atento al termómetro de las encuestas se cansó de fomentar las diferencias sustanciales que mantiene con el kirchnerismo y a fin de rellenar la grieta, esbozó un decálogo tallado a medida para quienes suscriban administrar el país bajo los parámetros que actualmente se mantienen.
Sujeto a enmiendas, el documento se asemeja más a un instrumento de mercadotecnia utilizado por aquellos que advierten como último recurso, que si en esta renombrada tormenta no remamos todos para el mismo lado, el reinado de Poseidón culminará por tragarse el navío completo.
Paralelamente el convite que fue realizado en formato misiva, ha logrado tener respuestas de igual tenor pero cada suscriptor buscó con diplomacia o suspicacia avalar la implementación de un modelo de país, siempre y cuando, no le falte ni un coma que los distancie de sus valores doctrinales.
Esta especie de toma y daca, inspiró a los contrincantes a generar un espacio similar y camino a las urnas, todos se muestran coincidentes en refundar las estructuras institucionales sin darse cuenta que como armadores de esta gran solución, son parte imperante del problema.
Hay un claro indicador que me conduce a pensar que aún no estamos preparados para afrontar tamaño compromiso ya que mientras estos proyectos se delinean con los trazos propios del ombliguismo, nuestro representantes en el Senado debaten una norma que defina el traspaso presidencial para regular los caprichos individuales a la hora de entregar los símbolos de mandos de la República.
Parece tragicómico, pero los legisladores del arco político en su conjunto, discuten a conciencia cómo darle fuerza de ley al simple evento por el cual un presidente saliente hace entrega de un bastón y una banda de tela con los colores patrios al mandatario electo. La disyuntiva mayor, se centra en determinar si la sucesión tendrá como escenario la Casa Rosada o el Congreso de la Nación y el horario en que se producirá la ceremonia. Sin duda, un tema de Estado.
¿Cómo llegamos a esto?. Gracias a un antecedente bochornoso que ha quedado en la retina de los argentinos y ahora inmortalizado en las páginas del éxito literario del momento. La autora y reina del best seller “Sinceramente”, relató entre sus encumbrados párrafos que no formalizó este acontecimiento en 2015 y justificó su proceder como un acto de rendición.
Es tan lamentable la excusa como el hecho de tener que brindar un marco legal para un suceso tan indiscutible que se sustenta en la simpleza de un protocolo, pero cuya connotación transmite los valores esenciales de una sociedad civilizada y soberana.
¿Cómo podemos creer que existe la posibilidad de una gran concertación nacional si quienes buscan labrar un tratado intangible, no son capaces de someterse a un claro acto de sensatez democrática?.
No es escepticismo señores candidatos, el pueblo tiene experiencia y cada cita con el sufragio nos introduce en el dilema del mal menor. Prueben con políticas de Estado, leyes razonables y no busquen gestar un contrato social, porque esta idea es anacrónica. Ya existe un poder superior que se suscribe en la Constitución Nacional. No es necesario elaborar una nueva, basta con respetarla.