A 30 años del homicidio, la familia de Rito Arturo Penino aún aguarda respuestas ante tanta impunidad
El 30 de mayo de 1989 se produjo el crimen del comerciante que conmocionó a toda la ciudad. Lo balearon en la puerta de su casa, luego de forcejear con el agresor impidiendo que ingresara a la propiedad. La causa se archivó. La investigación nunca encontró a quien le dio muerte y la familia aún aguarda saber la verdad de lo acontecido.
Hace 30 años que la familia de Rito Arturo Penino quiere conocer que pasó en aquella trágica madrugada de 1989 y quién y por qué acabó con la vida de un hombre de 49 años.
Recibí las noticias en tu email
Esos interrogantes persiguen desde entonces a la única hermana que queda con vida, quien pese a haber realizado todo el esfuerzo posible, no pudo encontrar las respuestas deseadas ni en la policía, ni en la Justicia.
El caso, acontecido en pleno centro de Tandil, quedó impune, rodeado de un sinfín de especulaciones pero sin ninguna pista firme o certeza para poder dar con él o los autores del crimen.
María Angélica Penino, hermana de la víctima, dialogó con El Eco de Tandil buscando “mantener viva la memoria de Arturo”.
El relato que ella pudo construir la hace imaginar que los últimos instantes de la víctima de su hermano fueron evitando que le ingresaran a robar. En aquella fría y húmeda madrugada desde la investigación se llegó a expresar, a modo de brindar un poco de calma a los deudos, que “el asesino estaba cercado”. Sin embargo ese deseo terminó en una impunidad total.
“Me llamaron a la madrugada-contó la hermana-porque se había producido un accidente. Cuando fui hasta calle Alem al 636 encontré la puerta abierta de donde vivía Arturo, un zapato de él en la calle pero en el interior estaba todo en orden. Sí recuerdo que había gente de la investigación y personas que vivían enfrente que habían entrado”.
El 30 de mayo de 1989, Penino recibió un llamado en la propiedad donde estaba ubicada la Peletería en la planta baja y su casa en el primer piso. Bajó las escaleras para abrirle sin saber que su asesino lo estaba aguardando.
“Pienso que alguien quiso entrar y mi hermano se defendió y lo impidió. Buscaron entrarlo a él ya que era una casa que tiene un zaguán y adentro tenía la puerta por la que podías entrar al negocio. La puerta quedó rota, en señal de haber luchado contra alguien para que éste no pasara”.
El desenlace se produjo en la calle, quien lo esperaba quizás para robarle, le disparó con un arma de fuego y huyó de la escena en dirección a calle Sarmiento. Penino pudo cruzar hacia la estación de servicio pero se desvaneció mientras intentaba pedir ayuda y rompió una vidriera. La víctima fue trasladada a la Clínica Chacabuco donde falleció minutos después.
La hipótesis del robo
María Penino recuerda aquella trágica madruga diciendo que “estaba todo en orden en el interior de la casa. No había rastros de sangre, ni nada desordenado. Me dijeron que hubo vecinos que escucharon una discusión y gritos, pero nadie alcanzó a ver nada. La causa se cerró sin culpables, aunque toda la ciudad habló de un responsable que no puedo dar fe porque no lo sé”.
Agregó que “estuve tres meses viviendo en ese lugar, atendiendo a la gente hasta que los clientes retiraron todo y nunca nadie me reclamó nada. Se hablaron muchas cosas que no quiero repetir. Mi hermano era un ser honesto, trabajador y la gente lo conocía. No había nada extraño”.
Contó que Rito Arturo Penino se había comprado un vehículo en Buenos Aires y ese día iba a viajar con el dinero a buscarlo. “No había un motivo concreto para que le pasara lo que le pasó. En aquella época una mujer había ido a pedir trabajo y quizás pudo haber escuchado que iba a viajar a traer el vehículo. Pero nunca la conocí y jamás se supo de ella”. Cabe señalar que la investigación de ese entonces confeccionó un identikit con los rasgos que observaron las empleadas del lugar, pero la mujer nunca fue encontrada.
Sostuvo que “iba mucho al negocio de mi hermano porque lo ayudaba con los papeles, pese a que tenía contador igual le ordenaba y pasaba todos los días porque teníamos una muy buena relación. El nunca me comentó que tuviera algún problema o que estuviera recibiendo amenazas. Si me dijo lo del auto”.
Reconstruyendo una y mil veces lo acontecido aquella madrugada dijo que “creo que esa mujer que había estado por el negocio tocó el timbre y al abrir salió corriendo y un hombre que la acompañaba es el que lo termina agrediendo y matando”.
“Una gran persona”
“Arturo era una gran persona, honesta y trabajadora que hizo todo con su propio esfuerzo. La Peletería funcionaba bien ya que conocía el rubro por haber trabajado antes en la fábrica Kaffka. No tenía problemas con nadie y lo terminaron asesinando sin haber entrado al negocio, ni a la casa donde estaba el dinero para el auto que no pudo ir a buscar”.
A partir de ese momento la vida de la familia no fue la misma. “Se ocuparon a su manera, nos decían que estaban trabajando, iban al negocio, pero nunca encontraron a nadie. El tiempo fue pasando y a la familia nadie le dijo más nada. En este momento quedé sola porque el resto fue falleciendo, éramos cuatro hermanos. Arturo era el único hermano varón, se había casado y al momento de producirse el asesinato hacía dos años que estaba divorciado, sin hijos. Mi mamá vivía, luego del hecho ella se enfermó y como consecuencia de todo el disgusto que le provocó la situación antes de cumplirse tres años del crimen, ella murió”.
Pese a mantenerse el denominado secreto de sumario aseveró que “no pudieron descubrir nada y realmente no sé lo que pudo haber pasado. Me gustaría tener certezas en muchas cosas. Nadie vio nada, ni aportó un dato concreto. Ni siquiera quienes estaban en la estación de servicio lugar donde él guardaba su auto. Sí una persona que yo conocía sintió gritos e insultos, imagino que se produjeron en la desesperación de evitar que el asesino ingresara a la casa”.
Treinta años
A 30 años del hecho de sangre que conmovió a la ciudad, nada se sabe. “Nunca leí el sumario porque pensé que no me iba a hacer bien. Pero la policía nos decía que estaban trabajando, que iban a encontrar al culpable, que estaban cerca, pero nada de eso sucedió. En el caso de mi hermano se dijeron que tenía deudas y el tiempo que seguí atendiendo el comercio no vino nadie a reclamar deuda alguna”.
“Es terrible vivir sin saber que pasó, pero buscamos mantener viva la memoria. Es muy doloroso no saber quién mató a mi hermano, saber que para esa persona la vida continuó normalmente. Con el tiempo se supera ese dolor de ingratitud. Quería saber y decía que no ‘iba a morirme sin conocer la verdad’, pero ahora que he avanzado en edad veo que los años se me han pasado y no he podido rescatar nada”, concluyó.