La mamá de Juan Pablo, víctima de un crimen, denunció que el autor usa Facebook en la cárcel
El tandilense Juan Pablo Rigotti fue víctima de un sangriento asalto, en su vivienda de Ensenada, en marzo de 2016. La semana pasada, su madre Marcela Pioli, descubrió fotos del autor del asesinato, tomadas en el penal de Magdalena, y la situación la indignó. “Soy un zombie que va por la calle, que ríe, come, respira, pero no disfruta de nada. La vida se me terminó”, expresó en medio del dolor.
A dos años y medio del asesinato de su hijo, Marcela Pioli no encuentra paz. El dolor ese apoderó de su vigilia, de su sueño, de su vida. Mientras aguarda el juicio oral por el crimen de Juan Pablo Rigotti (32 años), el imputado subió fotos al Facebook de su estadía en el penal de Magdalena. En las imágenes aparece posando, con el torso desnudo, en una actitud desafiante que causó indignación entre los familiares de la víctima.
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El 11 de marzo de 2016, Juan Pablo fue ultimado a puñaladas por Walter Osvaldo Ferraras, quien había ingresado a la casa de Ensenada para robar. El atacante trepó hasta la ventana del primer piso, entró en la finca y se encontró con el propietario que, ante el ruido, subió las escaleras.
En la planta baja estaba Berenice Alejandra Martínez, la pareja del joven tandilense. Ella sufrió graves lesiones cortantes en las manos cuando intentó quitarle a Ferraras la cuchilla con la que atacaba a Juan Pablo.
El autor del crimen fue detenido horas después, en la puerta de su casa, ubicada a unas diez cuadras de la sangrienta escena. Desde entonces, está detenido.
Aún muy conmocionada por el fatal destino de su hijo, Marcela Pioli aguarda el juicio oral fijado para el 15 de mayo de 2020. Tendrá el rol de atestiguar quién y cómo era Juan Pablo en vida. Su misión será demostrar que era un joven sano, que tenía su huerta, no fumaba, no tomaba, que estudiaba y trabajaba desde su casa porque era corrector de libros.
El homicidio
“Lo mataron adentro de su casa, a las 5 de la tarde. El tipo, para mí, pensó que no había nadie, porque escaló. Era una casa de dos pisos. Cuando mi hijo y mi nuera sintieron ruidos arriba; mi hijo subió y ya bajó con el hombre amenazándolo con la cuchilla en el cuello”, recordó la madre.
En ese instante, Ferraras les reclamaba dinero, pero la pareja sólo tenía un par de celulares. “Mi hijo le decía ‘tenemos 800 pesos. No tengo más, y si querés te ayudo a llevar el televisor, pero por favor no nos hagas nada’. Lo atacó a él y a mi nuera que, en la puñalada, agarró la cuchilla y se cortó todas las manos. Mi hijo salió caminando de la casa, porque el tipo salió corriendo”, narró consternada. También recordó que logró llegar con vida al hospital y le pidió a una enfermera que les dijera a sus familiares que los amaba.
Los movimientos del homicida quedaron registrados por las cámaras de seguridad que había en Ensenada, lo que permitió apresarlo esa misma noche, a pocas cuadras del lugar. Cuando lo aprehendieron, tenía en su poder los celulares de las víctimas y estaba quemando su ropa ensangrentada.
“Les hizo todo”
Marcela Pioli contó que su hijo imploró que no les hiciera nada. Sin embargo, “les hizo todo. Mi nuera recién ahora está saliendo, con tratamiento psicológico”, lamentó y aseguró que tuvo las manos inutilizadas durante dos años.
Cuando su hijo mayor la llamó para decirle lo que había pasado, salió para La Plata, manejando. Era de noche. Todo el tiempo pensaba que no era su hijo, que se habían equivocado. “No me dejaron entrar a la morgue. Cómo no me dejaron, yo lo vi nacer”, dijo y se quebró en llanto.
“Parece que está de vacaciones”
“No quiero que salga más de ahí adentro”, expresó Marcela Pioli y relató su indignación al descubrir en Facebook, hace unos días, las fotos de Ferraras adentro de la cárcel de Magdalena. Las imágenes datan de febrero y marzo, y se estima que las tomó alguna de las personas que lo visitan.
“Parece que está de vacaciones. No puede ser que está presa una persona que está así”, señaló. Aparentemente, las tomas se registraron en un sector de templo, donde los evangelistas contienen a los presos.
“¿Cómo puede ser? Mi hijo… Yo no pude pagar un abogado, porque era carísimo. Cuando lo vi, con celular, con Facebook, de vacaciones en la cárcel, y mi hijo está en el cementerio”, lamentó.
Gracias a Mónica Fuentes, una amiga y excompañera de la escuela, la madre de Juan Pablo Rigotti pudo hacer llegar el caso al ministro de Justicia Gustavo Ferrari. A la mañana siguiente, le informaron que ya habían requisado al preso y se comprometieron a controlarlo.
“Mi hijo no tuvo derechos humanos, pero el tipo está preso con un abogado que le exigió a la Justicia que estuviera en una cárcel cerca para que la familia lo pudiera visitar y que no se desvinculara. ¿Y yo, que mi hijo está a 400 kilómetros en un cementerio? ¿Yo no estoy desvinculada? ¿Él no está desvinculado? ¿Qué derechos tiene?”, clamó entre lágrimas.
En ese sentido, refirió que recién ahora se aprobó la ley que proporciona un abogado a las víctimas y sus familiares. “Mi hijo no tuvo abogado”, lamentó y reconoció que la letrada que representa a su nuera la ayuda en lo que puede.
El duelo eterno
En otro pasaje de la entrevista, Marcela Pioli relató que iba a cremar el cuerpo y traer las cenizas a Tandil. En principio, no pudo disponer de los restos mortales porque estaban bajo la custodia de la Justicia. “Me liberaron el cuerpo de Juan Pablo, pero ¿si surge algo en el juicio, que por un tecnicismo necesitan hacer una nueva autopsia? Hasta que no pase el juicio y se dé el veredicto, a Juan Pablo, desgraciadamente, no lo voy a cremar. Tengo miedo de que por un tecnicismo este tipo zafe”, confió.
En relación al accionar de la Justicia, señaló que cada vez que va a La Plata hay un juez o un fiscal nuevo, lo que dificulta su acceso a la causa. A los tres meses del homicidio, la recibió el magistrado Guillermo Atencio, quien la atendió muy bien. “Fui con un montón de fotos. Hablamos de todo lo legal. Yo estaba desesperada”, recordó y luego de la charla, ella le dijo que quería que conociera a Juan Pablo, entonces le mostró todas las fotos que había llevado y le contó su historia.
Ahora, como testigo, esta madre aguarda el juicio para que el homicida, su entorno y todos aquellos quieran oír, se enteren de la calidad humana, de los sueños frustrados y de los proyectos que le arrancaron a Juan Pablo Rigotti, a su mujer Berenice y al resto de la familia.
“¿Cómo hago para disfrutar?”
Desde el momento del crimen, todo fue muy difícil para Marcela Pioli y sus otros cuatro hijos. Juan Pablo era el segundo. Su hermana Mara estaba embarazada de siete meses, en la espera de su primer hijo. El menor de todos, Tomás, que hoy tiene 16 años, escuchaba sus consejos y aún no logró volver a nombrarlo. El mayor de todos era su compañero y amigo, se criaron juntos y luego se fueron a estudiar a La Plata, donde hicieron sus vidas y comían todos los domingos en familia.
“Todos me dicen que tengo que disfrutar lo que me quedó, de mis hijos y nietos –tiene cinco y otro en camino-, pero cómo hago para disfrutar. He tenido cumpleaños o navidades, más que nada los cumpleaños de los nenes, donde están todos juntos y siempre me falta él, busco su cara. Él no tuvo hijos; ese año iban a tener un hijo. Siempre me imagino cómo hubiera sido. No puedo disfrutar”, expresó conmovida.
Y definió que “soy un zombie que va por la calle, que ríe, come, respira, pero no disfruto de nada. La vida se me terminó”.
Recordó que el verano de 2016, alquiló una casa en San Clemente, donde eran 14, con sus hijos, nueras, yernos y nietos. El 8 de febrero llevó a Juan Pablo y a Berenice a la terminal de San Clemente, porque terminaban las vacaciones y regresaban a La Plata. En ese momento, con insistencia, los invitó a Tandil para que se quedaran en su casa el resto del verano, ya que podía trabajar a distancia. Su hijo le respondió que no podía dejar tanto tiempo la casa y subió al colectivo. Un mes después, los sorprendió el cruento atraco.
Secretaria de Redacción de El Eco de Tandil. Licenciada en Comunicación Social orientación Periodismo (UNLP)