Ocupa un predio con permiso de un dueño pero no de otros
Lo golpearon, quemaron sus pertenencias y ahora teme un trágico final
Lucas Germán Dornes llegó a la Redacción para narrar lo que vivió el pasado fin de semana en una excantera donde residía junto a dos amigos desde hacía un par de años. Aseguró que seguirá quedándose allí pese a que el miedo no le permite dormir con tranquilidad por las noches.
Tras prestar declaración de manera formal ante las autoridades policiales, el tandilense Lucas Germán Dornes (31) acudió a El Eco Multimedios para relatar una ingrata situación que atravesó el pasado domingo en una excantera de la ciudad, donde se encontraba residiendo junto a otros amigos desde hacía un par de años.
Recibí las noticias en tu email
Según relató a los efectivos de la Comisaría Primera, habían entrado al predio luego de llegar a un acuerdo con Martín G. (N.R.: aunque el damnificado ofreció pruebas de la denuncia formulada, El Eco de Tandil prefiere ante la extraña situación preservar la identidad de las personas involucradas).
A cambio de poder quedarse allí, supuestamente Dornes y sus amigos se ofrecieron a cuidar el lugar y sacar a las personas que ingresaran de manera ilegal.
“Cuando entramos, la casa estaba “pelada”, solo tenía las paredes. Nosotros armamos la carpa debajo de una chapa que había quedado. Pusimos las aberturas, energía solar, gas y el agua nos la proveía un vecino. Hicimos surco de riego, una huerta…”, comenzó narrando Dornes y continuó: “Pero ahora resulta que otro de los dueños no está de acuerdo”.
El domingo, luego de acompañar hasta la tranquera a su familia y realizar una recorrida por el predio para recolectar leña, regresó a la casa y se encontró con los vidrios rotos y dos personas adentro, una de las cuales era Mariano G., otro de los propietarios del predio. “Le pedí que se retirara, que esa no era la forma de sacarme. Si quería que me fuera, que llamara a la policía”, reconoció haberle señalado.
“Él me dijo que era dueño y que podía entrar a donde quisiera. Y salió. Yo fui detrás de él y vi que otro hombre que estaba con él tenía el hacha que nosotros usábamos para cortar leña. Le pedí que me la devolviera, pero siguió caminando como si nada”, señaló.
Ante la indiferencia de los presentes, Dornes les pidió que volvieran con la policía para sacarlo, pero uno de ellos se dio vuelta con un arma y le dijo que él era uniformado. Tras una breve discusión, atinó a pegarle un hachazo en las piernas y comenzaron a forcejear.
“Me tiraron al piso y me reventaron a trompadas. De repente escuché ruido a vidrio, miré para la casa y vi que se estaba prendiendo fuego. Y ahí Mariano dijo ‘ya fue, agarrá el hacha y dásela por la cabeza’”, contó con lágrimas en los ojos.
Producto de la lucha, uno de los atacantes se lastimó y le recriminó que eso se lo había hecho él. Además, le marcó que el arma no estaba registrada, de modo que dirían que también era suya.
Una vez que se fueron, Dornes corrió a la vivienda para sofocar el foco ígneo con los pocos bidones de agua que tenía y con la ayuda de algunos vecinos que acudieron al ver las llamas y el humo. Lamentablemente, una habitación de su compañero que utilizaban como armario se quemó por completo y perdieron ropa, muebles y un colchón.
“No entiendo por qué hicieron esto. Jamás les pedimos un centavo, nada de nada. Solo queríamos estar ahí. Cuando la cantera estaba funcionando le hicieron un daño tremendo a la ciudad, y yo sentía que con la huerta, plantando árboles, cuidando que la gente no tirara basura, estaba haciendo algo”, indicó con la voz entrecortada por el llanto.
La relación con los dueños
Dornes reconoció haberse enterado tiempo después que no todos los propietarios del lugar sabían que ellos estaban ahí: “No sé cómo se manejan”.
“Pero nosotros hace dos años que estamos, y entramos con llaves. Armamos todo ahí; hasta el último clavo es nuestro. No podíamos haber ingresado caminando con todas las cosas al hombro. Sentido común. Lo hicimos con la llave que nos había dado Martín G.”, afirmó, para señalar luego que con algunos de los propios dueños tomaban mates por las tardes. Incluso contó que Mariano, el presunto agresor, se había presentado antes de que se iniciara la cuarentena pero no les había dicho nada.
“En algún momento habíamos sacado a alguien a quien ellos le habían dado permiso, por lo que pedimos que nos otorgaran una lista de personas que tenían autorización. Pero nos dijeron que no. Entonces les preguntamos qué hacíamos, y nos contestaron que nos fuéramos. Les comentamos que si era lo que querían, lo íbamos a hacer, pero cambiaron las llaves de las tranqueras, y de algún modo nos encerraron”, expresó.
Sus compañeros
Al lugar del hecho acudieron policías, bomberos y una ambulancia del SAME, que lo trasladó al Hospital Ramón Santamarina para que le hicieran un chequeo. Afortunadamente, no presentó lesiones de gravedad.
“Me acuerdo que cuando me llevaron ya estaban mis amigos, porque los había llamado yo con el teléfono de una de las personas que me habían ayudado. Les pregunté si se iban a quedar y me dijeron que sí. Yo fui al nosocomio, me hicieron unas placas y por suerte no tenía ninguna fractura ni nada. Luego me dirigí a la Comisaría Primera para radicar la denuncia y finalmente volví al campo, pero cuando llegué no había nadie; estaba la ventana abierta y mis amigos no estaban”, se lamentó.
Tras lo ocurrido no volvió a dialogar ni a encontrarse con sus compañeros. Pasó por sus casas pero tampoco los encontró, por lo tanto no sabe con exactitud qué fue lo que sucedió cuando lo llevaron al centro médico: “Se me ocurrieron muchas hipótesis, pero la única que tiene sentido es que tuvieron miedo”.
Refirió que faltaron los elementos que no eran de gran valor monetario pero que sí eran importantes para ellos, como libros, cuadros y fotos: “Salvaron lo que les parecía relevante y se fueron”.
Miedo constante
El violento episodio quedó aferrado en la memoria de Dornes, quien decidió permanecer en el lugar pese a que el miedo se apoderó de él y no le permite dormir con tranquilidad.
“No pego un ojo en toda la noche y trabo todas las puertas. Tengo temor de que puedan volver. Pero yo no me voy a dejar pasar por arriba por los miedos, porque si hago eso, ya estoy perdido”, sentenció.
Añadió que decidió dar a conocer su historia en los medios porque “si me quedaba allá cuidando, no iba a durar mucho. En algún momento iban a volver, y por lo general lo hacen los fines de semana. Entonces no quería esperar”.
En otra parte de su relato, Dornes contó también que cuando los policías realizaron una recorrida por el lugar y encontraron a unos sujetos por el predio, él les confirmó que no se trataba de quienes lo habían atacado. “El campo es muy grande, son 150 hectáreas. No sé para dónde se fueron”, suspiró.