Las venas abiertas del poslunghismo
-Miguel, quiero que te enteres por mí antes que te llegue la versión por otros. Voy a jugar. Quiero estar en carrera para el 2023.
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-Está bien, me parece perfecto.
Palabras más, palabras menos, en esos términos se sucedieron ya al menos un par de reuniones en el despacho de Miguel Ángel Lunghi, en los que algunos de sus soldados pidieron un encuentro a solas y le dijeron en la cara sus intenciones electorales. Uno fue el actual presidente del Sistema Integrado de Salud Pública Gastón Morando. El otro fue más reciente, el concejal Luciano Graso.
El pediatra que trabaja de intendente hace 17 años se enfrenta a sus tiempos más complejos. En medio de un año extremadamente delicado en lo económico y sanitario, atravesado por la pandemia, se reproduce como virus el contagio en aquellos que tienen aspiraciones de anotarse en la carrera por la sucesión en el 2023.
Las intenciones hasta aquí se exponen internamente y casi con sigilo. Se coincide en que ventilar abiertamente las aspiraciones en estos días de emergencia sanitaria y delicado escenario económico resultaría antipático al paladar de la opinión pública. Pero también es una verdad política de Perogrullo que a más tardar en marzo, de mantenerse las PASO (los intentos presidenciales por diluirlas parece desvanecerse) no hay mucho margen para especulaciones. Hay que jugar, sobre todo aquellos que necesitan instalarse en una carrera con obstáculos varios dentro del intrincado laberinto radical serrano.
El papel de Lunghi
El jefe comunal no es ingenuo. Sabe de las intenciones de unos y otros, como de sus respectivas fragilidades y fortalezas. A la lista de candidateables se suman Mario Civalleri y Juan Pablo Frolik. Mal que les pese, quien les sacó unos metros de distancia fue Marcos Nicolini, que ya carga sobre sus espaldas dos campañas como candidato, y principalmente la última, compitiendo ni más ni menos con el mismísimo Lunghi.
Precisamente Nicolini después del pediatra, es el radical mejor instalado según los sondeos de unos y otros, y tras dejar la función pública y la burbuja comunal, se las ha ingeniado por mantenerse relativamente en el candelero, propiciando incluso reuniones con distintos actores de la comunidad y representantes de organizaciones intermedias.
De allí la necesidad, el apremio, del resto de los correligionarios competidores para posicionarse y ubicarse en la línea de partida rumbo al 2023.
Precisamente estos candidateables, que siempre se ampararon y respetaron quedar debajo del liderazgo omnipresente del pediatra, aguardan por un gesto de Lunghi que, al decir de su perfil y también necesidad de gobernar el tiempo que le queda, jugará con la indefinición hasta el último instante.
A más precisiones, a todos les dice que sí. Pero a ninguno ungirá hasta el último aliento de su gestión en pos de no padecer aquella hipótesis del pato rengo.
También hay otro detalle, no menor. Lunghi es él y sus circunstancias. Si bien se le conoce una sensible preferencia por uno de sus más fieles soldados que lo acompaña antes de asumir la intendencia (Juan Pablo Frolik), no es menos cierto que aún cobija una ilusión de que se aborte la limitación de las reelecciones indefinidas. Si por él fuera, no dejaría el liderazgo en otras manos aunque sean de la misma cuna y tumba que él.
Con esa especulación Lunghi podrá dejar siempre abierta la posibilidad de no resignar un ápice su fortaleza y, en todo caso, su pretensión será ubicarse como garante de prenda de unidad de la lucha intestina ya iniciada y erigirse como el conductor del proceso inevitable.
Los candidatos
Con sus debilidades y potencialidades, los candidateables del lunghismo conocen que no solo deberán pisar con pié de plomo sobre gestos y señales del mismísimo jefe comunal, también son sabedores de que tendrán que competir con Nicolini antes o después. Léase en las venideras legislativas o en el 2023 ya de cara a la sucesión.
Nicolini y los que lo rodean son sabedores que desde calle Belgrano lo quieren en cancha ahora, este año. De competirle y ganarle, lo dejarían desgastado y afuera de competencia para el 2023. No sería de extrañar entonces, que el exconcejal opte por armar una lista para competir otra vez con el lunghismo pero sin él encabezando. Una posibilidad que, como lo hará Lunghi, se definirá y jugará en el último suspiro del cierre de listas.
Respecto a los que asomaron ya la cabeza para ponerse en carrera y mostrarse como el candidato del lunghismo, claramente hay dos perfiles definidos por sus respectivas estrategias que están en plena discusión comiteril.
Algunos lanzan ensayos sobre la necesidad de mostrar un candidato de una generación intermedia entre el pediatra y los sub-45. No es casual que quienes lo impulsan son precisamente los que apoyan la candidatura de Mario Civalleri, hombre fuerte de la gestión que asumió distintas responsabilidades y goza de cierta visibilidad, sobre todo en sus tiempos de secretario de Obras Públicas. Ya cuenta en su haber con una campaña, encabezando una de las listas de concejales de los consecutivos triunfos electorales que el lunghismo supo cosechar.
En este escenario también se alista el presidente del Concejo Deliberante, Juan Pablo Frolik, quien también goza de una dilatada trayectoria desde la génesis del lunghismo y, como se dijo, es el hombre de mayor afinidad del jefe comunal. Dentro del abanico de postulantes, lo ubican como el más progresista de los perfiles expuestos. “El más peronista de los radicales”, algunos lo definen, como otrora ocurría con el legendario exconcejal Hugo Escribano.
Quienes apoyan sendas candidaturas hablan de la necesidad de imponer un dirigente con una edad intermedia entre el Intendente y los sub 45, que sería lo más acertado al paladar tandilense, sostienen con sus argumentaciones a cuestas.
Los chicos crecieron
Pero están las otras líneas internas que piensan lo contrario. Que el tiempo de los citados ya fue, que el notable liderazgo de Lunghi se devoró sus posibilidades y precisamente por una razón etaria es tiempo de cuadros más acordes a los tiempos que vendrán, incluso sopesando que en el 2023 deberán competir internamente con Nicolini y luego, de superarlo, con Rogelio Iparraguirre –u otro de su generación- en la general.
Sobre las aspiraciones de Gastón Morando, algunos correligionarios no lo ven jugando en las próximas legislativas, sí en cambio a Luciano Grasso, quien ya no evita mostrar sus intenciones y también admite que corre de atrás de los antes nombrados. Que necesita instalarse y por eso está dispuesto a ser el que encabece la próxima lista de concejales, si compite con Marcos Nicolini mucho mejor.
Si bien se trata del rival interno a vencer, primero deberá sortear y esclarecer las intenciones de Civalleri, a quien también se le vence el mandato en la banca. La pregunta para el ingeniero será si querrá exponerse otra vez como candidato y recobrar visibilidad o le alcanzaría con ocupar otra vez una secretaría en el gabinete. Las conversaciones entre Grasso y Civalleri ya empezaron en ese sentido.
Así las cosas, el radicalismo vuelve a jugar, después de 17 años de hegemonía lunghista el juego que más le gusta, el del debate interno. Alguna vez se les escuchó decir (la irónica definición se la atribuyen el expresidente Alfonsín) que las elecciones generales eran la excusa para la interna partidaria. Les ha llegado la hora. Radicales a sus cosas, con las venas abiertas.