La esquina del viejo almacén La Palma, un edificio con historia que genera trastornos a una barriada
La propiedad de Uriburu y Roca era el almacén de ramos generales del futbolista tricolor "Coco" Sarasola. En los últimos meses sufrió el desmantelamiento causado por vándalos. Cedieron los paredones y los muros del inmueble presentan peligro de derrumbe. El estado de deterioro propicia la proliferación de hechos delictivos, pero además arrojan basura que provoca olores nauseabundos.
Vecinos que habitan en la zona de Uriburu y Roca, en el barrio de la Estación, están muy preocupados por el estado de la esquina donde funcionó el almacén de ramos generales La Palma. El inmueble, que se encuentra en venta, sufrió un progresivo y rápido deterioro, a partir del robo de los materiales que tenían algún valor. Además, cedió el paredón perimetral y toda la construcción presenta peligro de derrumbe.
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Sumado al ruinoso estado, en el lugar se congregan personas extrañas y suelen ocurrir robos y hurtos, atribuidos a aquellos que aprovechan los vestigios del edificio para actuar desde las sombras.
En esa esquina funcionó el viejo almacén de ramos generales La Palma de Pedro Santiago “Coco” Sarasola, un conocido exfutbolista del club Ferrocarril Sud. Incluso, la cancha auxiliar del tricolor tiene el nombre del deportista. Hoy la propiedad, que lleva unos cinco años desocupada, luce un cartel de venta y está en manos de una sucesión.
El local y la casona, típica arquitectura de planta “chorizo”, se mantuvieron en estado regular hasta el verano. El último día del año pasado, vecinos apagaron un foco ígneo en su interior. A partir de entonces, se aceleró el proceso de deterioro, debido a que fueron robando las chapas, maderas de pinotea de techos y sótano, puertas, ventanas y todo lo que tuviera valor de reventa.
A partir del desmantelamiento de los pisos, el profundo sótano quedó al descubierto. Entonces, comenzaron a arrojar basura que, en proceso de descomposición, provoca olores nauseabundos que se intensificaron con las altas temperaturas de los últimos días. Además, detectaron la proliferación de roedores.
Los moradores más recientes habían dejado en pie la añosa residencia. Ante las primeras señales de vandalismo, los dueños tapiaron las aberturas. Sin embargo, esas medidas no resultaron suficientes y el inmueble padeció una deliberada destrucción paulatina.
Las señales
Con el paso del tiempo, también se derrumbó el paredón que cercaba el patio, ubicado sobre Uriburu. El muro cedió por acción de las potentes raíces de un árbol. Desde entonces, las dependencias quedaron al desnudo, como así también las medianeras de las viviendas linderas.
Una metáfora de la indefensión del predio fue un reciente intento de varias personas de podar, con una motosierra, ese enorme ceibo que aún se resiste a caer en el escenario cruel del abandono. En esa oportunidad, vecinos alertaron a la policía porque temían que las enormes ramas cayeran sobre las casas linderas.
Al repasar los sucesos cotidianos, la crónica decanta en que la barriada vive con el corazón en la boca por lo que puede deparar el almacén derruido: personas que pasan la noche, juntadas furtivas, robos, acumulación de basura, entre otros hechos fortuitos.
Reclamos
En los últimos meses, un frentista ingresó una nota al Municipio para solicitar intervención en el lugar y fundamentó el pedido en los múltiples trastornos que padecen a diario.
Tiempo después, exigieron que podaran tres árboles de gran porte, ubicados sobre la acera de Roca, donde frecuentemente se reunían personas a consumir bebidas alcohólicas y fumar. Ante la insistencia, lograron que Espacios Verdes Públicos procediera a la poda.
Como corolario, inspectores de la comuna se acercaron al viejo almacén, visitaron el lugar y dejaron a la vista una notificación, en la que informaban sobre el peligro por desprendimiento de materiales. Además, colocaron fajas que no lograron disuadir a los intrusos empecinados en desarmar la construcción.
A pesar de la tímida intervención, nada cambió. Por las noches, escuchan ruidos, observan movimientos extraños y hasta han divisado a personas en situación de calle que encuentran en el inmueble desmantelado un lugar para pernoctar.
La última foto
Hace dos años, el fotógrafo Gonzalo Celasco documentó la fachada del almacén La Palma. La imagen de la propiedad aún en pie se publicó en el muro de Facebook del historiador Hugo Mengascini, el 17 de noviembre de 2018.
Como parte de su trabajo de recopilación de las fachadas de edificios históricos, describía el comercio de “Coco” Sarasola “considerado el último almacén de ramos generales que funcionó en la ciudad de Tandil. En sus casi 150 metros cuadrados, se proveía harinas, azúcar y otros productos de almacén, junto a enseres del hogar, pinturas y herramientas”.
Secretaria de Redacción de El Eco de Tandil. Licenciada en Comunicación Social orientación Periodismo (UNLP)