El desafío de la descentralización
Dice un viejo adagio local que cuando el mundo estornuda, la Agentina se resfría y la provincia de Buenos Aires contrae pulmonía. Es cierto que el contexto actual que atraviesa el mundo por el coronavirus obliga a la Argentina –y a la provincia de Buenos Aires en particular- a rediseñar la planificación de sus políticas públicas a futuro si pretende volver a levantarse de otra nueva crisis.
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Existen al menos dos inconvenientes históricos en nuestro territorio que cuadriplica demograficamente a la segunda provincia argentina.
El primero es la concentración de dos tercios de la población en el 1% de su territorio. En el conurbano conviven los sectores ABC1 de barrios privados con la marginalidad absoluta de miles de barrios en emergencia.
El segundo, menos relevante pero consecuente con la génesis y el funcionamiento histórico del territorio provincial, es la falta de un sistema de medios netamente bonaerense como sucede en todas las otras provincias.Esto afecta a la ciudadanía en su posibilidad de informarse y de controlar a sus funcionarios casi de manera diaria y directa, ya que los bonaerenses consumimos medios netamente nacionales y/o locales.
Ambos problemas en tiempos de crisis se acentúan y requieren de una histórica promesa de los candidatos bonaerenses que luego por el devenir de los acontecimientos politicos/administrativos fueron quedando pendientes una vez que se sentaron en el sillón de Dardo Rocha; la regionalización y la descentralización de la provincia de Buenos Aires.
En el caso de Daniel Scioli, con Santiago Montoya a la cabeza del proyecto, el diagnóstico de la situación de la provincia y la planificación de lo que se debía hacer era tan preciso como ambicioso, pero por motivos aún desconocidos quedó trunco y no se avanzó en los hechos.
Por su parte, cuando asumió la gobernación María Eugenia Vidal instruyó a su equipo para estudiar esta temática con la seriedad y el profesionalismo que requiere. Sin embargo, las condiciones en las que recibió la provincia, las demandas urgentes de la coyuntura y las prioridades básicas de gobierno, sumando a ello, su único período de administración para abordar esta problemática estructural e historica con la rigurosidad y los tiempos políticos que esto conlleva, le impidieron avanzar en la tan anhelada descentralización.
El interrogante ahora pasa por saber qué hará el gobernador Axel Kicillof con este tema. ¿Cumplirá su promesa de campaña de regionalizar y lograr una efectiva descentralización o, una vez más, las urgencias de la provincia harán correr el eje de sus prioridades?
La dimensión de nuestro territorio, sus notorias diferencias y la lejanía de la administración central hacen que los intendentes tengan que hacerse cargo de infinidad de problemas con escasos recursos, dejando a la vista una vez más la importancia de los liderazgos de proximidad.
Seguridad, salud y educación son algunas de las tareas que en teoría no corresponden a la esfera local pero que, sin la participación y el compromiso de los intendentes, en la práctica serían inviables.
Algo que refleja nítidamente esto son las encuestas de opinión en los años pares, cuando no hay elecciones. En general, se observa con claridad que los liderazgos locales suelen tener mejores índices de aprobación en sus territorios que los dirigentes nacionales. Lo mismo ocurre con las gestiones. En los años impares se encargan de hacerlo las urnas.
La razón es sencilla: el Estado provincial puede ser eficaz en el trazo grueso del diseño de la política pública, pero requiere del ámbito municipal para ser eficiente en su implementación territorial.
Así como es ridículo que los ministerios de obras públicas nacionales o provinciales realicen tareas menores como el cordón cuneta, también es absurdo que desarrollo social de la Nación y de la provincia se encarguen de la compra de alimentos cuando son los municipios quienes saben cuánto y dónde se precisa, además de ser quienes se encargan de distribuirlos.
La falta de resolución de las administraciones bonaerenses ha hecho que ante inconvenientes de envergadura los vecinos miren al jefe de Estado, y ante los hechos más cotidianos acudan a pedir respuestas a sus alcaldes por ser la primera ventanilla de reclamo. Mientras tanto, la responsabilidad del Gobernador de la provincia pasa desapercibida.
Resulta absurdo pensar que desde la ciudad de La Plata se pueden resolver con celeridad inconvenientes de las más de 30.000 instituciones educativas divididas en 25 regiones.
No menos alocado pareciera ser considerar a la administración central capaz de aportar soluciones en tiempo real a los ochenta y cinco hospitales provinciales y los ciento setenta municipales.
Como si fuera poco, el ministerio de seguridad bonaerense debe liderar a más de 90 mil policías repartidos en catorce superintendencias regionales. Sencillamente imposible.
No obstante, debe ser en esta área tan sensible para los bonaerenses donde mayor centralización –paradójicamente- debe tener su conducción y la línea de acción.
En el diseño administrativo actual hay infinidad de puntos ciegos del gobierno provincial. Colegios, jardines, universidades, hospitales y salas de atención primaria no funcionarían sin el soporte de los gobiernos locales. Tampoco los patrulleros de la policía, ya que el suministro de la nafta y el mantenimiento de los móviles muchas veces corre por cuenta de los municipios.
Las zonas deben delimitarse con sensatez de manera que el Estado pueda cumplir su rol y las coordinaciones regionales puedan contar con las autonomías administrativas que corresponden, con esquemas de desarrollo sectorizados, reformas fiscales y tecnológicas para la rápida resolución de los temas.
Para lograrlo, necesitamos que la voluntad política de llevarlo a cabo sea una prioridad. Sólo así tendremos un Estado inteligente que pueda satisfacer las demandas de la sociedad con la adecuada articulación de los tres niveles del Estado.
* El autor es Diputado Provincial de Juntos por el Cambio