En modo Víctor Hugo: Alberto y su relato de la pandemia
Al igual que lo hizo en numerosas ocasiones Víctor Hugo Morales, quien con sus particulares relatos quedó en la historia del fútbol argentino, Alberto Fernández hizo lo propio días atrás al relatar, una vez más, las últimas novedades en torno a la pandemia del COVID-19.
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Desde que la Argentina y el mundo comenzaron a principios del 2020 a lidiar con este fatal virus, uno de los debates recurrentes que se dan en torno a la figura del Presidente en el ámbito político y en los medios de comunicación se relaciona con su capacidad de influir sobre las acciones de otros, es decir, con el poder. En la extensa biblioteca que existe sobre este fenómeno estudiado por distintas disciplinas desde hace varios siglos, uno de los autores que más sobresale por su capacidad de análisis y sus teorías específicamente orientadas al sistema al cual pertenece Fernández es Niklas Luhmann.
Los conceptos de vivencia y acción que Luhmann definió en su libro “Poder”, son más que interesantes a la hora de determinar el perfil que configuró Fernández durante la gestión de la pandemia y cómo se desempeñó en los procesos de selección, algo que se observó en la última cadena nacional.
Para evitar enroscarnos con la compleja teoría de luhmanniana y entender estas dos definiciones, bastará simplemente con recordar que en las situaciones sistema/entorno los conceptos de vivencia y acción se vuelven intercambiables (son bidireccionales). Si esta teoría la trasladamos a la vida cotidiana se podría decir que cuando una persona (Alter) conduce un auto por la calle se siente en una situación de tránsito. Esa persona no hace lo que quiere sino que la conducción de ese auto está altamente determinada por lo que el tránsito le permite. Llegado un determinado momento otro conductor (Ego), le cierra el paso con su vehículo en una maniobra totalmente imprudente. La reacción que Alter pueda tener en ese momento – que generalmente es un gesto o insulto dirigido hacia el otro conductor -, implica que ante esa situación vivió la acción de Ego. Esa vivencia de Alter no está basada en elementos que él puede determinar, pero cuando Ego le cerró el paso Alter le asignó esa acción. Probablemente, Ego sienta y piense exactamente lo mismo que Alter sobre que lo que está ocurriendo en esa situación de tránsito, pero a la inversa.
En otras palabras, mientras que por vivencia se entiende una instancia en la que lo que acontece en una situación comunicacional solo es vivenciado por los actores sin cuestionamiento, por acción se hace referencia a la ejecución de un acto. De esto, justamente, se nutre el sistema político: de acciones. Las acciones son el reflejo de la capacidad sobre la cual se puede juzgar el grado o nivel de influencia que ostenta cada gobernante. Son las acciones impulsadas por los dirigentes políticos las que demuestran si estos logran influir o no en las acciones de los otros.
Si bien durante el 2020 las cadenas del Presidente en las que no quedaba muy en claro qué estaba permitido o no realizar fueron más extensas que las del jueves pasado, esta última se coincide con las anteriores en que Fernández se limitó a narrar la desgracia del coronavirus. Nuevamente, cada acción emprendida por el Jefe de Estado se presentó como lo único posible, como una resignación de la cual no hay escapatoria.
Como durante todo el año pasado, cada frase en la que Fernández aseguró que iba a cambiar el mundo, o como él prefiere “poner la Argentina de pie”, fue sucedida por excusas que reflotaban las tristes y desalentadoras consecuencias de la complejidad de la sociedad mundial capitalista, profundizadas por la pandemia. Fernández demostró una vez más ser un político de raza. Como a muchos de sus colegas, le gusta decir que su objetivo en la vida es cambiar una realidad injusta pero ante cada fracaso la culpa es de un mundo híper complejo imposible de transformar.
Los simbolismos de la General Paz que antes se utilizaban para marcar tensiones y diferencias con el Jefe de Gobierno Porteño, ahora son reemplazados por las críticas a los 18 países que recibieron el 88% del total de las vacunas producidas hasta el momento. Se ve que desde Buenos Aires es más fácil relatar la inequidad del capitalismo a nivel mundial y los malos procesos de producción de los proveedores de dosis que defender lo que ocurre en Formosa, o explicar la vacunación de personas que se saltaron la fila, o comprender por qué, en el país de Sarmiento, aún hoy existen tantas niñas que como M no están escolarizada y viven en la indigencia. La segunda ola se acerca y el sistema político necesita de acciones, no de vivencias.