Un siglo de radio
Entre 1935 y 1960 (momento en que entró en una seria crisis por la llegada de los canales privados) la radio argentina no solo se convirtió en el centro del entretenimiento de cada hogar, sino que protagonizó entre esos años su época de oro con creatividad, emoción, innovación técnica y sonora y diversión a toda prueba. Por el aire de LR1 Radio El Mundo, LR3 Radio Belgrano y LR4 Radio Splendid pasaron las más importantes estrellas nacionales y extranjeras. Sin embargo, después de muchas etapas de inestabilidad en las que estas frecuencias pertenecieron a distintas administraciones estatales (democráticas, de facto, dictatoriales) o a grupos privados fueron perdiendo carácter de emblemas. La AM 1070, El Mundo, está fuera del aire desde que sus últimos permisionarios devolvieron la licencia, dejando un tendal de desempleados. Belgrano está en manos de la transnacional CNN y Splendid cedió su histórica identificación para pasar a llamarse AM 990. Quien más quien menos la mayor parte de las emisoras, tanto en AM como en FM, atraviesan emergencias económicas y financieras permanentes, caída de proyectos y una clase de precarización laboral que no para.
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En ese marco, este medio entrañable que pide tan poco y ofrece mucho llega a sus 100 años de existencia. Un 27 de agosto de 1920, con artefactos elementales, cuatro amigos del Barrio Norte, radioaficionados y melómanos, concretaron la primera transmisión que, nada casualmente, fue con la emisión de la ópera Parsifal, de Wagner. A partir de la iniciativa del médico Enrique Telémaco Susini y de los estudiantes de medicina Luis Romero Carranza, Miguel Mujica y César Guerrico nació este invento formidable. En estas diez décadas dejó atrás numerosas etapas y, en medio de pronósticos agoreros nunca dejó de estar. Probablemente porque la suya contiene una promesa básica imbatible. Alguien, a distancia, a quien no vemos, pero al que podemos imaginar en nuestra cabeza (obvio: siempre y cuando no sea alguien que ya gastó su imagen cientos de veces en televisión), transmite con el objetivo de ser escuchado por la mayor cantidad de gente. Cuando su voz llega al oído del oyente se afirma la impresión de que el mensaje le está dedicado en exclusividad. Entre los otros medios masivos, la radio es la única capaz de generar este efecto de cercanía, calidez, intimidad, confianza, compañía. En esto consiste lo permanente de la radio, desde los locos de la azotea a los actuales locos de la nube.
Las modernas herramientas digitales permiten vislumbrar que, por allí- con futuro apagón analógico y definitivo encendido digital, radio por demanda, aplicaciones, podcasts- estará el porvenir del medio. Junto a eso, ya no son pocas las radios que están sostenidas a través del aporte voluntario de sus oyentes, un ingreso que suple la debilidad de ingresos o el desmayo de arbitrarias pautas oficiales y privadas. Además de una solución económica significa un acto de ciudadanía encomiable que revela la decisión de alguien dispuesto a ayudar a un medio que le interesa y que lo representa estéticamente e ideológicamente. Ojalá que, ignorando la devoción que tenemos por las efemérides de números redondos, el cumpleaños de la radio sea la oportunidad de, además de una merecida fiestita, sino de una ofrenda. Cuando hablamos de radio estamos pensando en un sector trascendente de la industria cultural argentina, hablamos de un medio al que tantas veces se lo dio por muerto pero que a un siglo de su nacimiento sigue reconocible, vivo, variado, entretenido. Hablamos de la radio: sobreviviente de un tiempo que legitimó la discutible idea de que una imagen vale más que mil palabras.
* Periodista y escritor. Acaba de publicar el libro “36.500 días de radio. Cien años, cien voces…y más”, Editorial Octubre.