El pulso político de la semana
Dos hechos vinculados con menores en riesgo conmovieron a los tandilenses en esta semana que se apaga lentamente y que con su ocaso va mitigando la rabia por las materias urgentes que se dejan pendientes.
La primera noticia dolorosa fue el grave cuadro del pequeño de 11 años, que ingresó al Hospital de Niños en medio de una disputa familiar por su tenencia. Ingresó al shock room desnutrido, sucio, en estado de total abandono y con signos de violencia.
Los médicos se mostraron sorprendidos al comprobar que los resultados de sus análisis no eran compatibles con la vida. A esta altura, su mejoría es un verdadero milagro.
Pero existe una historia anterior a esta crisis. A todas luces a nadie le importó el bienestar del pequeño.
Fallaron la Justicia, las instituciones que dependen de todos los niveles de gobierno y que trabajan en las distintas disciplinas vinculadas a la niñez en riesgo, la escuela a la que asiste, sus dos familias. Todos. En definitiva, el sistema.
Tampoco funcionó el trabajo en red –concepto en boga-, que implica que los niños que sufren por sus derechos vulnerados están atravesados por múltiples organizaciones. Así, alguien tendría que haber detectado lo que estaba pasando. Era un alumno ausente de su escuela, un paciente que no asistía al CIC de Las Tunitas y un nombre en una historia clínica con un tratamiento médico inconcluso.
Ergo, no prosperó la corresponsabilidad entre el Estado, la sociedad y la familia en la promoción y protección de los derechos de este nene, según expresan las leyes 26.061 (nacional) y 13.298 (provincial).
La noticia del extenso peregrinaje de este niño se conoció a través de las redes sociales y estalló el lunes pasado en este Diario. La comunidad toda se mostró impávida frente a palabras tan dolorosas como desnutrición y abandono. Ahora sólo queda esperar que el chico se recupere y que su historia sirva para que otros menores reciban a tiempo la atención que les corresponde.
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En otro extremo, el aberrante relato que involucró a un tandilense acusado de mantener cautiva, maltratar y abusar de una adolescente en Tapalqué. Cuesta comprender cómo una comunidad tan pequeña no advirtió las violentas escenas que se vivían en la casa de uno de sus vecinos.
El caso ganó de inmediato los medios nacionales y la escalada de indignación general del pueblo terminó con el incendio de la casa del imputado. Bajo las cenizas quedaron también las pruebas del lugar de cautiverio de la víctima.
Una vez más, la joven no tuvo apoyo de su familia ni de la sociedad. Y el Estado brilló por su ausencia. Alguien debió confirmar cuando la adolescente tenía sólo 13 años si había consentido vivir con su captor, si se encontraba bien, si iba a la escuela y recibía atención médica. O simplemente, si estaba feliz.
Luego de tantos años de insultos, golpes y violaciones, ¿podrá superar tantas vejaciones? En definitiva, a los 18 años ha vivido un verdadero calvario. Es demasiado joven para inconmensurables penas…
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