En un gran gesto de amor, una mujer le donó un riñón a su hermana
Con sus rostros iluminados de alegría, Valeria y Lorena Gocella se convirtieron en las protagonistas de una conmovedora historia que traspasó los límites de lo privado. A sólo trece días de la operación que marcó un cambio en sus vidas, repasaron cómo se fue ese desinteresado gesto que llevó a una de ellas a donar su riñón izquierdo para que su hermana superara su condición y viva mejor.
Con total amabilidad abrieron a El Eco de Tandil las puertas de su hogar en San Francisco al 900, donde estuvieron acompañadas por el esposo de Valeria, Rafael Lobo, sus hijos, sobrinos y un pequeño nieto, que siguieron con atención, orgullo y admiración la historia contada.
En una escapada a Tandil para cargarse del afecto de sus seres queridos, mientras completa la recuperación en Capital Federal, Valeria repasó el caso y la “linda decisión que tomó mi hermana de donarme su riñón”, dijo en medio de una tímida sonrisa.
La operación estaba programada para el 5 de noviembre pero se postergó para el 7 de diciembre. La espera fue “eterna” y aumentó la ansiedad del grupo familiar. La semana pasada, finalmente, ambas entraron al quirófano en el sanatorio Sagrado Corazón de Alta Complejidad.
La operación se extendió por más de tres horas. El viernes de la semana pasada la donante recibió el alta, y al día siguiente su hermana. Ambas deberán transitar la recuperación, cada una con su complejidad.
“Vamos a terminar un año lindo y vamos a empezar otro mucho mejor y más lindo”, evaluaron entre miradas cómplices ambas hermanas.
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Una “linda
decisión”
Siendo muy chica, más precisamente a los 12 años, a Valeria le detectaron un problema de salud y desde 1998 a 2005 vivió con el 95 por ciento del riñón que le quedaba.
Ese año, después de haber pasado por dos embarazos, su enfermedad comenzó a agravarse. “Cada tres meses me hacía un análisis y cada vez tenía menos”, repasó.
La familia sabía de la condición de Valeria y que en algún momento, dado el avance de la enfermedad, la única solución sería un transplante, una vez superada la etapa previa de diálisis.
Cuando llegó el momento de transitar por esa instancia pasó dos años asistiendo cuatro horas tres veces por semana al centro de diálisis para reemplazar el mal funcionamiento renal. “Para mí fue mucho, muy estresante, pero hay mucha gente que hace muchísimos años que está en esta situación”, evaluó la mujer comparando su experiencia.
Durante ese período la paciente necesitó transitar por ese proceso ya que su vida dependía “de ese sillón”, a pesar de que a veces sentía el peso de la rutina. En ese sentido, valoró la “insistencia” y el “apoyo” de su familia “para que vaya aunque estuviera cansada”.
“Nunca lo dudé”
Fue en enero del año pasado que ambas iniciaron los estudios de compatibilidad necesarios para confirmar la donación de un órgano. “Y cuando estuve por entrar a la lista de espera de donante se conocieron los resultados, en junio”, contó la paciente que recibió el órgano.
“Nunca lo dudé y tampoco lo pensé”, expresó Lorena con una naturalidad que sorprende, y confesó que “siempre dije que el día que mi hermana necesite algo, yo iba a estar”.
Al llegar los resultados de los estudios quedó determinado un alto nivel de compatibilidad en sangre y en órganos. De las posibilidades quedaron descartadas otras dos hermanas por una enfermedad crónica, y el marido de Valeria, que dio negativo. “De mi familia era mi única opción”, remarcó ya que de ampliarse hacia otros parientes debían tomar por la vía legal, en un proceso que demanda más tiempo.
La firme decisión de Lorena evitó a su hermana tener que consultarle sobre el gesto. “Siempre me dijo que cuando yo quisiera, ella se hacía los estudios”, recordó Valeria.
El convencimiento llevó a la donante a avanzar con su decisión sin importar “lo que podía llegar a pasar; lo único que me interesaba era que viva bien, tranquila y sin sufrimiento”.
Recordó como un día de gran alegría cuando la doctora les comunicó que eran compatibles y que se confirmaba su deseo de avanzar con la operación. “Fue algo re lindo”, precisó Lorena.
Aseguró no haber sentido miedo y consideró que quizás porque “ni siquiera lo pensé”, y calculó que “si hubiese tenido alguien que se opusiera, no me hubiera interesado”.
“Siempre pensé que si Vale necesitaba un riñón, yo se lo iba a dar”, insistió la donante sobre una decisión que recobró fuerza cuando la situación de su hermana se agravó.
“Me dio el corazón”
Valeria calificó la tenaz decisión de su hermana tres años menor, que se mantuvo hasta el día en que llegó la operación, como “un gran acto de amor”, y reconoció que guarda “muchas cosas lindas para decirle que todavía no han salido y que ya lo harán”, pero hay algo que le repite a diario y es que “no me dio el riñón, me dio el corazón”.
“Es algo muy lindo que no cualquiera está dispuesto a hacer. Ella es muy solidaria”, valoró sobre un hecho que movilizó a toda la familia, en especial a la madre de ambas, que “sufrió mucho” todo el proceso.
Agradecida por el enorme gesto, admitió que no lo siente como una carga y su hermana acotó que lo hizo porque “lo sentía así”.
“Siempre va a
llevar algo mío”
La operación fue con éxito y ahora las pacientes deberán realizar los cuidados correspondientes durante tres meses hasta su recuperación. Valeria recepcionó sin problemas el órgano transplantado “porque somos genéticamente idénticas”, resaltó.
“Es como que yo tenía un riñón guardado para ella”, bromeó Lorena sobre la coincidencia y los resultados favorables.
Esta circunstancia las unió aún más y reforzó su vínculo, y entre chistes contaron que ahora estarán juntas todo el tiempo “porque por más que esté en Buenos Aires, siempre va a llevar algo mío. No se va a poder librar de mí”.
De todas formas, se encargó de resaltar que se “acostumbre” porque el riñón “ya es suyo”.
Mejorar la
calidad de vida
La operación representa una mejora en la calidad de vida, que normalizará su situación “con un riñón y la continuidad de un tratamiento de por vida”.
“Le estaré eternamente agradecida, por la voluntad. Y yo me voy a sentir mejor gracias a ella”, cerró Valeria.
“Es otra calidad de vida, para ella y para toda la familia porque uno sufre cuando ve sufrir al otro”, reflexionó su marido Rafael Lobo, quien se mostró complacido por poder participar de esta “buena noticia”. u
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