“Lupa”, cuando los títeres atrapan
Una nena de casi tres años entra a la sala abrazada a la pierna de su mamá. Se desabriga, se sienta, y apenas se apagan las luces se larga a llorar. La presentación no logra convencerla, y ni bien aparece la primera marioneta sobre el escenario grita “¡no guta!”. De pronto, y también de a poquito, la nena cambia las lágrimas por sonrisas y se agarra la cabeza, y aplaude, y se asombra, y busca la mirada cómplice de su mamá, y le grita a las marionetas, busca atrapar a la mariposa, se mueve al ritmo de la música. Ahí está la magia de “Lupa, mundos para mirar de cerca”: en esos objetos que cobran vida, te atrapan de repente, y no querés que se vayan más.
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Bajo la dirección de Javier Lester, Eugenio Deoseffe despliega sobre el escenario universos de lo más dispares: una especie de hombrecito zen que reza y busca, con el poder de la mente y la fuerza de su cuerpo, romper varas de madera; un par de patinadores acróbatas algo torpes que suben y bajan rampas con esfuerzo; un mariachi y sus adorables -y un poco colgados- músicos que hacen mover al público con sus interpretaciones y un grupo de bailarines de lo más versátil que le hace frente con gracia y mucho ímpetu a cualquier ritmo. Todas pequeñas historias que hacen reír, que invitan a imaginar y que juntas se convierten en una propuesta ideal para las vacaciones de invierno.
Además de las marionetas de hilo que el titiritero maneja con tanta destreza como astucia, otro personaje aparece durante el espectáculo. De voz algo ronca, rostro arrugado y porte tanguero, Humberto -un títere de tamaño real- saluda al público, interactúa con grandes y chicos e intenta, a veces con éxito y otras veces no tanto, hacer trucos imposibles que parecen perfectamente viables. Detrás, Deoseffe deja, otra vez, todo el protagonismo al personaje y se esfuma en el fondo.
Los personajes de Lupa hipnotizan: los más chicos estiran el cuello para poder ver un poco mejor y los más grandes se unen a la propuesta sin la más mínima resistencia. Con poco texto, gestos logrados y mucha creatividad, los hilos desaparecen, los títeres se convierten en protagonistas y aquellos niños que se resistían, cuando se prende la luz, se quieren quedar.
Jugar para crear
“Lupa” es un espectáculo para ver en detalle, bien de cerquita para poder entrar a cada mundo y dejarse llevar. Creado a partir de la investigación y exploración en la construcción y manipulación de muñecos y marionetas de hilo, y en la búsqueda de la metáfora que los objetos proponen, Eugenio Deoseffe llevó todos estos mundos por diferentes escenarios de Latinoamérica.
-¿En qué te inspiraste para crear “Lupa, mundos para mirar de cerca”?
-En realidad el espectáculo surgió a partir de, primero, construir los muñecos. Luego de muchos años de trabajo con compañías de clown sentí la necesidad de un cambio. Fue ahí cuando armé un taller en mi casa y comencé a investigar. Luego nos juntamos con Javier Lester para ver que podíamos contar con estos muñecos y así lo fuimos armando.
-¿Cómo creaste los personajes?
-En realidad me gusta mucho construir y lo hago de forma bastante intuitiva. Algunos los dibujé antes para ser bien preciso en la construcción (fundamentalmente con las de hilo) y otros los cuatro sin un boceto previo. Y luego a través del juego les busqué una forma de moverse, de hablar, de mirar y de ser.
“Lupa…” forma parte del ciclo de espectáculos independientes para chicos La Bufanda, y se despide de Tandil hoy a las 17 en el Club del Teatro.
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