DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Mujeres y arte: de la presencia desigual en el mercado a la revalorización de sus obras
En el marco del Día Internacional de la Mujer, dos tandilenses dedicadas a pensar las artes visuales desde la ciudad -a través de una plataforma digital llamada Ministerio de Arte Tandil- convocaron a dos especialistas en historia del arte para indagar sobre el vínculo entre género y producción artística, y conocer un poco más acerca del lugar que las mujeres ocupan en el ámbito de la plástica vernácula.
Ministerio de Arte Tandil es un espacio digital creado por Paula Jaureguiberry y María Menegazzo, que genera acciones destinadas a promover la producción de obra y la circulación de ideas en torno a las artes visuales desde esta ciudad. Con motivo del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, las impulsoras del espacio convocaron a dos especialistas en el tema, Georgina Gluzman y Guadalupe Suasnábar, para desandar el camino de la crítica de arte y el lugar de las mujeres en la producción artística actual, tanto en la ciudad como en el país. El Eco de Tandil conversó con ambas académicas sobre el vínculo entre mujer y arte, para indagar acerca de las tensiones que han rodeado su relación.
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Georgina Gluzman es doctora en Historia y Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires. Sus intereses son la historia feminista del arte, las trayectorias de mujeres artistas y las imágenes de la mujer en la cultura visual. Se especializa en mujeres artistas de la Argentina en el siglo XIX y primeras décadas del XX.
-¿Qué repercusión tienen los estudios históricos sobre artistas mujeres en Argentina?
-La verdad es que no tienen un nivel de interés sostenido, las investigaciones sobre arte histórico son ‘segundonas’ frente a las investigaciones de arte contemporáneo que son más estelares. De a poco estamos tratando de revisar la historia que recibimos y de ver que las mujeres siempre hemos hecho arte, hemos escrito sobre arte, hemos tejido redes. Es el trabajo primordial que tenemos que hacer. Saber de dónde venimos y construir genealogías propias. A mí me ha tocado dar clases en escuelas de arte y el 98 por ciento de los estudiantes son mujeres. Sin embargo, luego se advierte que en la contemporaneidad las mujeres no llegan a ser exhibidas, ni a insertarse en el mercado en la misma proporción que los varones. Nosotras Proponemos (N.d.R: colectivo de mujeres vinculadas a las bellas artes que visibiliza la presencia desigual de las mujeres en el arte y la necesidad de transformar esta situación) tiene cifras interesantes en este sentido.
-¿Qué es la crítica feminista de arte?
-Creo que se la puede definir por la negativa: la historia del arte feminista o la crítica feminista del arte es aquella que no reconoce los valores instituidos. La crítica feminista ha sido muy buena haciendo esto: desarmando las estructuras discursivas que están en la Historia del Arte. Pero a la hora de pensar con qué reemplazarla, no tenemos una respuesta única. Hay muchas historiadoras del arte que se definen como feministas que plantean que la incorporación de las mujeres a los relatos históricos son suficientes, esa es una manera de entenderla. Pero hay otras que piensan que el discurso de la Historia del Arte es un discurso patriarcal que no puede ser cambiado, que tiene que ser eliminado. Si nos quedamos afuera, somos las brujas, raras, que estamos tratando de destruir una disciplina sólida y bien formada como la Historia del Arte.
Yo creo que hay un camino en el medio que no siempre es fácil de encontrar. Creo que el discurso de la Historia del Arte es el discurso del poder. Yo quiero que las mujeres nos infiltremos en ese discurso para poder cambiarlo. Trabajo desde la perspectiva académica: mi trabajo se inscribe en las formas tradicionales. Pero trato de no disociar nunca la enseñanza de la investigación y pienso que son parte de una misma práctica. No me interesa trabajar pensando en una publicación para investigadores y académicos sino para que ese conocimiento se haga carne en generaciones nuevas. Por eso para mí la docencia es la acción más transformadora que pueda existir.
-¿Qué sucede con el caudal de información que se desconoce o al que no se accede sobre la vida y obra de las mujeres dedicadas al arte?
-Muchas veces cuando doy una charla a públicos especializados, me dicen ‘me siento culpable por no saber esto’. Y en realidad no es una responsabilidad individual, sino que la Historia del Arte excluye a las mujeres sistemáticamente. Hay ausencia de bibliografía: son historias muy difíciles de recuperar y requiere un trabajo arduo, de recuperación de archivos en manos de familias, de recuperación de diarios e información en prensa, insume mucho tiempo.
En Tandil tuve hace muchos años la oportunidad de relevar piezas patrimoniales extraordinarias en lo que hace a la trayectoria de mujeres artistas, como las de Ana Weiss, Georgina Krausse, Lía Correa, María Catalina Otero Lamas. Obras potentes y bellísimas cuyos legajos eran casi nulos. Esto no es algo particular del Mumbat, sino que eran obras que se consideraban de segunda históricamente, por eso había menos material. Es un círculo vicioso: como no se las muestra, no forman parte del relato de la Historia del Arte, y por esta razón no pueden ser canónicas, y por eso no se las muestra y quedan atrapadas en ese círculo.
-¿Qué opinión tiene respecto a los cambios producidos destinados a lograr la paridad de género en los salones oficiales y políticas de exhibición en museos?
-Es una medida que entiendo es polémica y despierta recelos por parte de varones, incluso en mujeres que no se sienten cómodas con la idea de cupo. Yo lo entiendo como un punto de partida para que empecemos a ver más obras de mujeres, para que empecemos a darles la posibilidad de mostrar y vender su obra. No es el fin, ni me parece que sea el ideal de aquí y para siempre.
El cupo es un principio porque vamos a ver obras que de otro modo no hubiéramos visto, que hubieran sido arrebatadas de nuestra conciencia y de pensar una escena artística múltiple. Yo lo celebro: a pesar de todas las críticas que se pueden hacer, es el principio de algo. Si desde el lado de lo público podemos contrarrestar esta exclusión sistemática de las mujeres, bienvenido sea.
La trayectoria de las artistas plásticas en Tandil
María Guadalupe Suasnábar es profesora de Historia por la Unicen, magister en Historia del Arte Argentino y Latinoamericano (UnSam). Actualmente está finalizando el doctorado en Historia del Arte. En sus valiosas investigaciones, reconstruye los antecedentes y la formación de la Sociedad Estímulo de Bellas Artes de Tandil, la fundación de la Academia y del Museo Municipal.
Actualmente investiga las prácticas artísticas y la historia de las instituciones de bellas artes en La Plata, Tandil y Mar del Plata, entre 1920 y 1955, intentando recuperar los recorridos de nuestros artistas y gestores, y analizando el lugar de esta ciudad como centro y referencia para el ambiente artístico de la región en los años treinta y cuarenta.
-¿Cuál fue la participación de las mujeres en el ambiente artístico de Tandil?
-Las mujeres tuvieron un papel destacado en la creación de un ambiente artístico en Tandil. A partir de 1916, muchas pudieron exponer sus obras en los primeros salones, su participación llegó a alcanzar el 75 por ciento de los expositores. Cuando se creó la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, en 1920, ninguna mujer integró la agrupación, pero sí fueron determinantes para el crecimiento y consolidación de la Academia de Bellas Artes. Fueron alumnas, docentes, gestoras y promotoras de las instituciones artísticas de Tandil. Rita Gómez fue la primera docente de la Academia, después se sumó Josefina Seritti, una de nuestras artistas más activas entre los años 30 y 50.
-¿Hubo artistas mujeres profesionales en esta ciudad?
-Sí, muchísimas. Lamentablemente nuestra historia del arte local ha dejado en un segundo o tercer plano sus actividades. El relato oficial está marcado por los pasos de los hombres, artistas profesionales y aficionados al arte, que tomaron las riendas para fundar una Academia y un Museo. Generalmente, llamamos artistas profesionales a quienes pueden producir y vender sus obras, y las mujeres en Tandil fueron muy activas entre los años treinta y sesenta. Además de Seritti, hay que poner en valor la obra de María Luisa Suárez Marzal, María Esther Riviere, Lidia Bianchi, Josefa Campos Rivero, María Sofía Zárate y Carmen González Ibarra. Ellas fueron quienes participaron en salones nacionales y provinciales, exponiendo junto a artistas de renombre como Pettoruti, Berni, Forner, Lacámera, entre otros. Las obras de estas artistas fueron adquiridas por museos provinciales y municipales, y recibieron premios y reconocimientos. Pero lamentablemente los recorridos artísticos de ellas han quedado desplazados en la memoria local ante la impronta de los ‘grandes hombres’.
-¿Qué lugar ocupan estas artistas en el Museo Municipal de Bellas Artes de Tandil?
-Tandil no es ajeno al resto de los museos: las artistas mujeres han sido históricamente relegadas; no porque sus obras no eran adquiridas, sino porque generalmente no son exhibidas. En el Mumbat hay obras de estas mujeres pero también hay ausencias que dependen de las distintas gestiones: pensemos eran (¿o son?) consideradas de menor valor, por lo cual muchas veces ni se registraban como parte del patrimonio, o eran menospreciadas por el sólo hecho de haber sido producidas por mujeres. Queda pendiente recuperar las obras de estas artistas y darles el valor que corresponde en el relato de nuestra historia del arte local.