Payamédicos celebró el reconocimiento por “la otra mirada de la medicina”
Tras recibir un reconocimiento del Concejo Deliberante a su trayectoria, dedicación y compromiso, integrantes de los Payamédicos-Payasos de Hospital, celebraron el emotivo momento que vivieron en el recinto días atrás. En la recta final de 2015, compartieron las anécdotas más enriquecedoras, aquellas que quedarán guardadas en sus corazones para toda la vida. Lloraron, se rieron, luego de haberse despojado -al menos por un instante- del colorido vestuario que los caracteriza.
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Payamédicos Tandil surgió en 2010, a través de un convenio con el Municipio, y ya cuenta con veinte voluntarios que realizan una intervención escénico-terapéutica -dos veces a la semana, divididos en dos grupos- en salas de internaciones, pasillos de consultorios externos, y en los hospitales municipales Ramón Santamarina, y el de niños Debilio Blanco Villegas.
El grupo, que surgió de la iniciativa de profesionales de distintas áreas, interesados en colaborar con la salud de los pacientes hospitalizados, brindándoles un enorme apoyo emocional a través de diversas herramientas artísticas, como teatro, música, juego, pintura, lectura y dibujo, hoy celebra ya cinco años de vida en Tandil.
Tres de ellos, Natividad Priegue, David Banegaz y Alicia Noemí Otero, contaron a El Eco de Tandil cómo viven esta experiencia en cada intervención, cómo terminan 2015 y qué es lo que más rescatan a diario en lo personal.
En principio, se refirieron al reconocimiento que recibieron el jueves pasado, en el marco de la última sesión del Concejo Deliberante con la conformación actual. Los tres coincidieron en que fue “un lindo momento” y realmente lo disfrutaron. “Fue como una caricia al alma y, de alguna manera, quedaron plasmados los ejes de esta actividad que hacemos. Sirvió para dar a conocer todo lo que venimos haciendo y la manera en la que trabajamos”, remarcó Banegaz.
Por su parte, Priegue se remontó a los inicios del proyecto en Tandil, que surgió de la iniciativa de Laura Metilli y un grupo de actores, estudiantes de la Facultad de Arte de la Unicén, junto a profesionales de diferentes áreas que, mediante diversos recorridos personales, se interesaron en la inserción del arte y, más precisamente, del arte del clown en medios hospitalarios, con el fin de desdramatizar situaciones estresantes y tensas para el paciente internado.
El comienzo en Tandil
Informó que el primer grupo constaba de 33 payamédicos, de los cuales algunos ya no están. “Empezamos a trabajar con todos los miedos habidos y por haber porque realmente nos tocó abrir una puerta, tanto a nosotros como a los hospitales que nos estaban recibiendo”, admitió.
En su quinto año en la ciudad, remarcó que a medida que pasó el tiempo se fueron afianzando hasta llegar al reconocimiento que obtuvieron por parte de los ediles y de toda la comunidad, que expresó “es muy importante para nosotros”.
“Siento que se reconoce a esta semilla y la importancia de otra mirada en la salud y la medicina porque si bien es como un granito de arena, realmente se han desarrollado estudios de lo que sucede antes, durante y después de una intervención. No tal vez en Tandil, ya que por suerte son hospitales -diría- de paso, pero sí cuando se hacen seguimientos en Buenos Aires o en otras grandes ciudades, que hay internaciones prolongadas, se estudian los niveles de sangre, lo que sucede a nivel de la presión arterial, las endorfinas, y hay cambios importantes”.
Por lo tanto, confesó que “esto es como una pequeña contribución para otra mirada de la medicina”.
Las intervenciones
Por su parte, Otero detalló en qué consiste su intervención y cómo se organizan en el grupo. Contó que llegan al Hospital vestidos de civil y piden lo que se llama “el pase”, a través del cual les pasan los nombres de los pacientes que están internados y hace cuánto tiempo, como así también qué diagnóstico tienen. “Nos colocamos los `payatrajes´, jugamos un ratito entre nosotros y salimos”, dijo.
En tal sentido, su compañero Banegaz informó que “hay un curso de formación, en donde nos enseñan técnicas de clown y nos dan una consigna para armar nuestro `payatraje´, una de las tareas primordiales de la formación, como lo es también que tratemos de pensar un nombre para encarar, posterior al curso, una `payantía´, es decir, tenemos que hacer una especie de residencia durante seis meses para luego ser payamédico”.
En cuanto a la preparación previa a visitar a los pacientes, relató que como mínimo actúan en dupla, por si alguno de los dos se captura, es decir, se emociona durante alguna situación determinada. “Allí entonces está el compañero para rescatarlo de alguna manera y tratar de salir de ello”, explicó.
Más allá de las intervenciones, resaltaron además que una vez al mes, el psicólogo Guillermo Dillon, realiza un seguimiento. “Uno trata de exponer lo que le pasó, así saca afuera lo que le pasó en alguna situación, exponerlo frente a los compañeros y buscar una interpretación favorable de ello”, contó.
En este momento, aclararon que hacen intervenciones en el Hospital de Niños, hay dos grupos -uno que trabaja los jueves y el otro los sábados-. “Hemos trabajado en el Hospital Municipal `Ramón Santamarina´ también”, mencionaron.
Un intercambio enriquecedor
En cuanto a qué es lo que más rescatan de participar de este voluntariado, Priegue admitió por su parte “el tomar contacto con la real inocencia, compartir con el otro y volver a jugar en un momento tan difícil como es el estar internado, no sólo para el paciente sino también los familiares. Es un dar y recibir porque lo que hacemos es crear con el otro, desde la parte sana, y es ahí que se genera un ida y vuelta, un intercambio. A veces, como decía David, salimos del clown y a mí me ha tocado de retirarme porque se me hace un nudo en la garganta, se me caen las lágrimas, pero también eso sirve y es válido”.
Por su parte, Otero se refirió a las intervenciones en terapia intensiva infantil y con emoción recalcó que esa experiencia los nutre por tener que “estar desde otro lugar y comunicarte con el otro desde otro lugar, diría desde la parte más humana, desde el corazón, pero sobre todo con la mirada. Se pueden decir muchas cosas. Yo hace 35 años que trabajo con niños y puedo decir que esto es un regalo para mí”.
Por último, los tres realizaron un positivo balance del año e informaron que para 2016 la convocatoria a sumarse está abierta. Para obtener mayor información sobre el proyecto, pueden contactarse a través de Facebook: Payamédicos Tandil.
“Una tarea del corazón”
Priegue relató una de las tantas anécdotas que seguramente tiene guardadas en su corazón. “Una bella experiencia fue la de una mamá preadolescente, que la vimos cuando estaba embarazada y no quería saber nada hasta que pudimos -finalmente- bailar con ella su cumbia, ella nos dirigía y nosotros bailábamos. Pasaron dos años y el año pasado, cuando estábamos nosotros en el pasillo en plena tarea, se acercó con su bebé y nos reconocimos. En la primera intervención, cuando ella estaba con su pancita, una de las doctoras, que se llama Campanita, se sacó una campanita de su zapatilla y se la dio. Bueno, dos años después, cuando volvimos a verla, ella nos contó que cuando estaba yendo al Hospital, pensó: `¿Y si están los payamédicos?´ y sacó la campanita de su bolsillo”, recordó muy emocionada.
Entre los varios objetivos de los payamédicos se destaca su intento por contribuir a la salud emocional del paciente hospitalizado, desdramatizando lo que es el medio hospitalario, demostrando al paciente, familiares y equipo médico que el humor, la risa y la fantasía, pueden formar parte de su vida en el interior del hospital.
“Es una tarea del corazón, no se puede explicar muy bien con palabras”, manifestó su compañera Otero. Por su parte Banegaz contó que, en lo personal, su hija estuvo internada en Buenos Aires durante seis meses, entonces allí pudo conocer cómo es estar del otro lado, como paciente y de alguna manera él quería ayudar a los niños que están en esa situación a pasar un lindo momento
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