Reconocieron a “Picu” López como el asaltante a una estación de servicio
El acusado, de 19 años, cuenta en su haber con un corto e intenso prontuario desde cumplida la mayoría de edad, aunque su historia de marginación y conflictividad con la ley venía de muchos años atrás, lo que le valió una “fama” inusitada, incluso colocándolo en el rubro de personaje delictivo del que todos hablaron en la historia contemporánea local.
Tal se había adelantado, las partes acordaron que la audiencia de ayer específicamente se inscriba en uno de los hechos más graves que se le endilga al acusado, el robo a mano armada al local de ventas de la estación de servicio Don Rodolfo, precisamente el último ilícito de la seguidilla de sucesos delictivos que luego iban a recaer en su contra, a partir de su detención a pocas horas de cometido el atraco.
Antes de adentrarse en el caso puntual, el fiscal Damián Borean y el abogado defensor Claudio Castaño trazaron los lineamientos de sus respectivas estrategias, sobre las cuales el fiscal formó convicción para acusar a López de hechos tipificados como robos a mano armada, amenazas y encubrimientos varios con sus respectivas víctimas a cuestas (ver aparte).
Tal lo había anticipado y más allá de la necesidad de poner en crisis la prueba contra su pupilo, el defensor por su parte alegaría sobre la desatención, desprotección estatal de la que fue víctima su pupilo desde conocida su controvertida como violenta vida, quien para el abogado terminó siendo presa de un sistema que le vulneró todos sus derechos.
“He aquí el hombre de quien se han ensañado” arrancó Castaño para anticipar que iba a probar la verdad y que no iba a permitir que se victimizara, pero tampoco se demonizara a su defendido.
Así, invitaría a los jueces y los presentes a “bajar al infierno donde dejaron a López”, a la vez de sindicar que “ahora nosotros nos tenemos que hacer cargo” del fracaso de las distintas instancias oficiales que no intervinieron -a su entender- en la situación vulnerable de su cliente.
Pasadas las 15, y tras escuchar a los testigos citados para la ocasión, el Tribunal, integrado por los jueces Pablo Galli -presidente-, Gustavo Agustín Echeverría y Carlos Pocorena, dispuso un cuarto intermedio hasta el martes venidero, tiempo en que se ventilarán los pormenores del otro asalto, esta vez sufrido por un remisero en la misma jornada, a fines de abril de 2011.
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En efecto, los tres policías intervinientes brindaron detalles de la aprehensión frente a los jueces, cuando escucharon por la frecuencia radial del móvil policial sobre el hecho en cuestión y la búsqueda del “ilustre” delincuente, dado que las características físicas, como vestimenta, lo relacionaban directamente con el hecho.
Los efectivos reseñaron, entonces, que lo hallaron en el porche de una casa ubicada en calle Payró al 500, intentando esconderse detrás de una maceta que igualmente apenas tapaba su rostro, no así su diminuto cuerpo. A metros de su humanidad, dijeron encontrar la copia de la pistola 9 milímetros (un aire comprimido), precisamente detrás de la maceta, como así también le secuestraron entre sus ropas el sobre con dinero y una navaja. Metros antes de la propiedad se había despojado del buzo que llevaba puesto, para quedarse sólo con la remera blanca con la que fue detenido.
Tras los relatos, Castaño se encargaría de buscar desestabilizar la actuación policial, tomándose sobre todo de los dichos del testigo principal de la diligencia, el dueño de la casa.
En efecto, el testigo reconoció sus molestias al sorprenderse y tener que presenciar lo que sucedía en su casa, pero también subrayó que el acta del procedimiento que figuraba en el expediente no se condice con lo que él observó. De hecho, nunca firmó dicha documentación.
Así, el defensor pondría en tela de juicio la transparencia de la detención, apreciación que seguramente le valdría para su próximo alegato, sin dejar de adelantar una denuncia por delitos de acción pública que pudieron haber cometido los uniformados en cuestión.
Posteriormente llegaría la palabra de la joven víctima del robo, empleada de la estación de servicios, quien recordó con precisión el atraco sufrido por quien reconoció sin miramientos: el asaltante era quien estaba sentado a escasos metros suyo, a quien conocía de vista de antes del hecho delictivo, porque el joven había concurrido al local, y cuando irrumpió de nuevo para robar lo hizo con su rostro descubierto, más allá de que instantes después, cuando emprendió la amenaza con la “pistola”, buscó taparse la cara con un pañuelo y la gorra que llevaba puesta.
Luego vendrían las diligencias en las cuales la joven reconoció a López como el autor del asalto, afirmando con naturalidad y contundencia que lo reconoció cabalmente en rueda de personas, aunque una circunstancia previa sería objeto de nuevos reparos defensistas ante el, al menos, dudoso accionar de policías (ver aparte).
Así se cerraría la primera de unas cuantas audiencias previstas para un juicio esperado, a partir de quien está sentado en el banquillo de los acusados, como quien lo defiende, que promete ahondar más allá de los hechos delictivos que le acusan a su pupilo que, a priori, dejan al acusado en una situación procesal complicada de cara a su futuro. u
Los delitos que se le acusan
La primera causa precisamente se trata del asalto ayer ventilado, ocurrido el 28 abril de 2011, por el cual se calificó el hecho como “Robo agravado por el uso de arma no apta para el disparo”.
La segunda causa data del mismo día aunque horas antes, resultando víctima un remisero de la agencia Alas, quien previo sufrir la sustracción de dinero, López simuló una ejecución gatillándole en varias oportunidades con la misma pistola (aire comprimido).
Luego se le incriminan dos causas por amenazas, ocurridas en febrero del mismo año.
Por otra parte, se le endilgan cinco causas más por “Encubrimiento agravado”, comprendidas entre los meses de marzo a abril, al ser encontrados en su poder elementos varios (entre ellos motocicletas) que habían sido robados por autores desconocidos, y teniendo conocimiento de su procedencia ilícita.
Cabe consignar que el fiscal en sus lineamientos introductorios de la acusación, aclaró que de lo que surja en el debate sería muy factible que ampliara la acusación, tras sospechar que varios de los delitos enrostrados podrían contar con más agravantes, a partir de la utilización de armas en las amenazas que se le acusan. u
El dudoso accionar policial
Tal como se detalló en párrafos anteriores, la aprehensión del sospechoso y la intervención del testigo, propietario de la casa donde fue retenido el acusado, dejó en duda la veracidad de cómo se sucedieron los hechos, a partir de la negativa del testigo a firmar el acta del procedimiento. Es más, al leer en plena audiencia el documento en cuestión, dijo no coincidir con lo que él había visto aquella noche, especialmente cuándo y cómo se halló la pistola.
La otra duda planteada versó ya con López detenido, cuando la víctima fue a reconocer a su asaltante. Según la propia testigo dijo frente a los jueces, instantes antes de protagonizar el acto (rueda de reconocimiento de personas -entre ellas López-) vio al sospechoso en los pasillos de la comisaría e incluso un efectivo le preguntó si ése que veía era quien había cometido el robo.
La irregular situación hizo que el defensor pusiera en crisis el procedimiento (el propio fiscal se vio sorprendido por la circunstancia), aunque a tono aclaratorio el juez Echeverría repreguntó a la testigo si una vez en rueda lo reconoció con certeza y la joven dijo que sí, contundentemente. Es más, sumó a favor de la acusación que a López lo conocía de antes, ya que había ido al comercio en varias oportunidades antes de cometer el atraco.
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