Ricardo González, una gloria del básquet argentino
Por Eduardo Aldasoro
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Para el básquet argentino, 1950 fue un año de gloria, ya que ante un Luna Park repleto la selección argentina le ganaba nada menos que a Estados Unidos por 64-50 la final del Mundial de un deporte que por ese entonces pasaba por una etapa de expansión y éxitos permanentes. Uno de los integrantes de ese grupo fenomenal comandado por Canavesi fue el base Ricardo González, virtuoso en su puesto, y goleador detrás de Oscar Furlong.
A González lo acompañaron en aquella histórica final Furlong, Pérez Varela, Mancini, Uder, Alberto López, Contarbio, Del Vechio, Jorge Viau y Oscar Monza. El club Palermo fue la institución que lo cobijó en casi toda su carrera deportiva,
La vida en su club la compartió como jugador, como técnico y posteriormente como dirigente. Hoy, con 93 años, está en su departamento situado a pocas cuadras de Plaza Italia, y junto a una mesa en la que descansan un par de ejemplares de la revista El Gráfico, que lo tuvo como tapa y una máquina de escribir a la que no parece renunciar,
Considera fundamental que las instituciones deportivas cuenten con el apoyo del Estado para brindar no solamente los conocimientos deportivos, sino también la formación como seres humanos.
Reconoce lo realizado por la generación dorada encabezada por Emanuel Ginóbili, a través de la cual al básquetbol argentino se lo reconoce como potencia mundial. No deja de recordar aquella situación vivida con el gobierno militar, donde fueron declarados profesionales, quedando inhabilitados para seguir jugando. Como el básquetbol en aquellos años era amateur, Ricardo sobrevivía con otras actividades. Luego de ser bancario, trabajó en el Ministerio de Salud Pública y, ya retirado, se dedicó a la actividad inmobiliaria. Es presidente honorario del club de sus amores y siempre está para dar charlas y encontrarse con viejos amigos.