Sergio Vega, el hombre del boxeo detrás de Matías Rueda y Sergio Escobar
Por Fernando Izquierdo | fernandoizquierdo@hotmail.com
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Matías Rueda y Sergio Escobar son los dos tandilenses que ostentan un título en el boxeo profesional, contribuyendo de manera invalorable a que esta disciplina recupere el auge que otrora tuvo en la ciudad.
Ambos son parte de Tandil Box, liderada por Sergio Vega. Dicha agrupación trabaja en representación del club Deportivo Tandil y tiene su centro de entrenamiento en el gimnasio montado en la planta alta del club Brandsen.
Y nuclea, además de a Rueda y Escobar, a un grupo de jóvenes que buscan hacerse un lugar de consideración en el boxeo.
En un extenso diálogo con La Vidriera, Vega se refirió a su pasado como púgil amateur y a su actual condición de entrenador y organizador de festivales:
“Cuando tenía 15 ó 16 años, me encontré con que todos mis amigos eran boxeadores o en algún momento lo habían sido. También tenía algunos primos que practicaban este deporte. Entonces decidí empezar, fui al club San Martín, a la vuelta de donde vivía mi abuela. Me gustó, más que nada el entrenamiento, por el esfuerzo que había que hacer. Un día organizaron un torneo pero no pude participar, me dijeron que todavía no estaba preparado”.
-¿En qué otro lugar entrenaste?
-De ahí me fui al club Defensa Tandil, donde estaba Pascual García, un compañero de mi papá en una metalúrgica. Estuve un año con él y no peleé, después me pidió para hacerlo contra un pupilo suyo.
-¿Cuándo fue tu primera pelea?
-Fue en el club Santamarina, tendría 18 años, o sea que estuve dos o tres sin pelear. Tuve que esperar bastante, recuerdo que en una oportunidad César Villarruel fue a pelear a Salta por el título sudamericano y con él varios tandilenses que también lo hicieron, y el único que se quedó sin “subir” fui yo. Después me tocó salir campeón de los barrios, en el año ’81 u ’82. Hice más de 70 peleas pero no llegué a convertirme en profesional. A lo último hacía de “comodín”, había un promotor que me llamaba cuando necesitaban alguien de 65 kilos, de 66, de 69…
-¿Y la última?
-En Moreno y Arana, en el ‘92. Pero fue más que nada para darme un gusto, porque ya estaba retirado, incluso ya me dedicaba a mi tarea de entrenador y de organizar festivales. En ese entonces, yo entrenaba a mi hermano Alfredo “Pipo” Vega y a Carlitos Málaga. Había sufrido un accidente y no estaba del todo bien.
-¿Qué tipo de boxeador eras?
-No era pegador, gané sólo una pelea por nocaut y mi rival se cayó de casualidad. Era zurdo y ese día emboqué una derecha en punta al estómago. Lo que sí, era difícil que me peguen. Peleé sólo cinco o seis veces en Tandil, la mayoría de mis peleas fue afuera. Entonces, mis rivales, al ser locales, tenían la obligación de venir a buscarme. A partir de eso, comencé a utilizar ciertas estrategias, especulando con la desesperación del otro y era difícil que me golpeen. Muchas peleas creía tenerlas ganadas, en el rincón mi entrenador César Villarruel me lo decía, y aflojaba un poco en el final y después me terminaban dando un empate. Mi record se vio empañado porque hice muchas peleas afuera, donde te perjudicaban en el fallo, me dieron muchos empates en peleas que en realidad gané.
-Llegaste a pelear con “Locomotora” Castro.
-Claro, dos veces en un período de tres meses aproximadamente fue, en 63 kilos. Una en Caleta Olivia y la otra en Comodoro Rivadavia, me ganó ambas. El tendría 17 años y ya había hecho más de 20 peleas. Las dos veces me ganó por puntos. Mis derrotas fueron casi todas por puntos, sólo una vez César (Villarruel) me tiró la toalla. Y me derribaron una vez, que fue más producto de un resbalón que de un golpe. Hice 77 peleas, perdí alrededor de 15 y empaté como 30, porque afuera te daban muchas igualdades.
-¿Cómo fue el accidente?
-En un momento en el que todavía no tenía acceso a los medios, la única forma de promocionar los festivales era saliendo a la calle. Un amigo me había grabado el anuncio de uno y recorríamos en un auto con unos parlantes. Y un día, en la ruta, fui a girar y me llevó por delante un camión. Estuve internado unos cuarenta días.
En ese entonces, organizábamos en Moreno y Arana, muy ayudados por Rubén Bruno, presidente del club, quien cada vez que le pedíamos las instalaciones nos las brindaba sin ningún problema e incluso nos ayudaba con la locución.
-¿Cuál es el nivel del boxeo argentino?
-Está muy bajo, ocurre que en los gimnasios hay muchos cronometristas y pocos entrenadores. Hay muchos que se ponen a tomar el tiempo y brindan un pequeño concepto hacia el boxeador, después lo mandan a pegarle a la bolsa. Y para que el trabajo en ella sirva, requiere prestarle una atención casi exclusiva al boxeador. En mi caso, prefiero el “cielo tierra” (blanco móvil).
Una gran aparición
-¿En Matías Rueda tenés una “joya”?
-Sí, de pronto nosotros desde adentro no nos damos cuenta. Pero por los comentarios de la gente notamos que se trata de una aparición importante, no sólo en Tandil sino también dentro del boxeo argentino, más allá de que aún tenga pocas peleas como profesional.
-¿Desde que era amateur vislumbrabas algo así?
-Seguro, por eso “peleábamos” a cualquiera. Nuestra gran virtud era saber cómo pensaba quien nos hacía de promotor, casi siempre adivinábamos qué boxeador nos iba a poner enfrente. Entonces, teníamos la ventaja de trabajar de manera específica, pensando en determinado rival.
-¿En los primeros entrenamientos de Rueda notaste condiciones especiales o él fue
construyendo su nivel con el trabajo?
-Siempre ha entrenado muy bien, muy duro, más que nada es eso. El “click” lo hizo cuando consiguió el título bonaerense (como amateur), en su sexta o séptima pelea. Uno también va evolucionando, a partir de esa conquista cambiamos el entrenamiento. Con ese título, Matías le agarró el “gustito” al boxeo, no quería que le quiten ese logro y empezó a dedicarse de otra manera. Y comenzó a hacer peleas ante rivales exigentes hasta redondear una carrera de amateur muy buena, con más de 20 defensas de ese título. Y sufrió una sola derrota, siendo descalificado por seguir golpeando a un rival que ya tenía vencido. Ese chico, nunca le quiso dar la revancha. Aparte, “La Cobrita” peleó casi siempre de visitante, entonces está acostumbrado a hacerlo en cualquier lado. Como amateur era tan superior a sus rivales, que ni siquiera dejaba margen para ser perjudicado por un fallo, de hecho de sus victorias muy pocas fueron por puntos.
-¿Y en el profesionalismo cuándo notaste que se ganó cierta “chapa”?
-Cuando le ganó en la FAB a “220 voltios” (Román Reinoso), fue un nocaut tremendo, llegó primero en un cruce y lo dejó inconsciente como cinco minutos. Ese chico le había ganado a gran parte de los integrantes de la selección nacional amateur. De hecho, esa vez nos llamaron de última porque nadie lo quería pelear.
-¿Tiene el apego al entrenamiento, condición sine qua non para quien pretende ser un gran campeón?
-Sí, le gusta. No tiene ningún problema en entrenar sábado y domingo.
-¿En su caudal boxístico, cuánto es fruto de su talento y cuánto de tu enseñanza?
-Lo principal, que es su potencia, lo tiene por naturaleza. Pesa 57 kilos y tiene una pegada de alguien de 70. Además, la capacidad para generar un nocaut con cualquiera de las dos manos, algo no muy habitual. De amateur noqueaba mucho con la zurda, con el cross o con el gancho a la zona hepática, en sus últimas peleas lo ha hecho más con la derecha. Con Julio Lester (su preparador físico) estamos buscando que pueda mantener la intensidad durante 10 ó 12 rounds. Lo que le hemos ido mejorando es la puntería. Aquello que hace en el gimnasio lo vuelca en las peleas, ésa es otra gran virtud suya. Como cualquiera, se puede poner nervioso o perder la cabeza en algún momento, pero tiene claro qué debe hacer. Lógicamente, tiene cosas para corregir, que prefiero no darlas a conocer para no deschavarlo (risas).
-¿Descubriste cuál es su techo?
-No.
-¿Y a cuáles considerás los principales escollos de su categoría?
-Habría que ver qué pasa contra Cuellar (el pasado fin de semana se consagró campeón mundial), lo que nos molestaría un poco es su condición de zurdo y que tiene manos que le pueden entrar a “La Cobrita”. Pero se puede trabajar sobre eso, también sabemos que Cuellar se va al piso.
-¿Cuál es tu relación extra boxística con Rueda?
-Me cuenta algunas cosas personales, pero trato de no meterme en su vida, de no mezclar. Sí me pone contento de que tiene una familia que lo contiene. Además, me deja tranquilo que no hace falta decirle los cuidados que debe tener. Sé que no sale demasiado, no toma alcohol, se cuida como un muy buen profesional.
-¿Sos meticuloso en el análisis previo de sus rivales?
-Sí, en su última pelea (Ruedo noqueó el mes pasado al salteño Tejerina en su primera defensa del título latino) sólo tuve una semana, pero le dije qué tipo de manos iba a recibir. Un mes antes, teníamos posibles rivales entre los que no figuraba éste. Vimos algo de Tejerina y yo más o menos sabía lo que iba a hacer, un boxeador, más allá de que puede variar algunas cosas, tiene su ADN y lo respeta, porque es lo que sabe hacer.
-¿Cuánto de la pelea tenés ganada con el análisis previo?
-Y…un 30 por ciento. En el gimnasio imitamos lo que va a hacer el rival. Tenemos un escudo con cuatro puntos de impacto, a veces lo uso yo, me pongo un par de guantes y lo entreno.
Los Escobar
Los hermanos Sergio y Mauro Escobar son otros dos púgiles tandilenses bajo el ala de Tandil Box. El primero de ellos se transformó en campeón argentino al noquear en abril a Martín Rodríguez.
Vega cuenta su llegada a la agrupación: “El nos vio en diciembre para que lo entrenemos, diseñamos una rutina para trabajar en conjunto con el preparador físico, porque lo que le faltaba era en esa parte. En febrero organizamos un festival y lo hicimos pelear por primera vez, fue el día en el que Mauro (su hermano) debutó en el profesionalismo. Fue así que empezó a trabajar bajo las normas de la agrupación Tandil Box, y su presencia nos alegra porque, al igual que “La Cobrita”, no tiene problemas en entrenar sábado y domingo. Con el equipo de los más avanzados, trabajamos también esos días”.
-Y prontamente lográs hacerle ganar el título argentino.
-Sí, primero para que se acomode le trajimos a un rival accesible (Claudio Liendro), en el club Defensa, ganó esa pelea y después otra en Miramar (a Federico Malaspina). A esa altura estaba muy bien físicamente, Julio (Lester) hizo un trabajo fantástico en dos meses.
-¿En la pelea por el título el favorito era Martín Rodríguez, pensaste que Sergio podía?
-Sí, si no directamente no vamos. Habían peleado unos meses atrás (en julio del año pasado) y Sergio había perdido. Trabajamos sobre los defectos de Rodríguez, que no sabe caminar ni girar. Sabíamos que cuando Sergio lo conectara lo iba a sentir, primero tiraba la mano que yo le pedía, pero lo hacía desalineado, cuando lo corrigió encontró la primera caída, ahí me di cuenta de que la ganaba.
-¿Esa pelea marcó un antes y un después en su carrera?
-Para mí, la que hace después en San Luis, cuando le dan empate contra Marcelino López (por el título latino súper pluma). Sergio la ganó a esa pelea. Me lo reconoció el propio Luis Rivera, que es el “segundo” de Arano (promotor de López). A las tarjetas las acomodó Arano, vi cuando bajó y estuvo con los jurados, yo tendría que haber bajado a impedirlo.
-¿Y Mauro?
-Llegó con la expectativa de ser profesional y lo cumplió. En aquel momento, poca gente confiaba en sus virtudes, para mí es un muy buen boxeador y lo terminará de demostrar cuando se saque de encima a la sombra del hermano. Algunos me preguntaban por qué lo había hecho profesional, y yo no tengo dudas de que tiene el nivel, en los entrenamientos se ve cómo golpea a su hermano y a “La Cobrita”, los pelea de igual a igual. Mauro tiene una sola derrota como profesional, en circunstancias muy especiales.
-¿Qué pasó?
-Era la primera vez que participábamos en un festival de Margossian, y no teníamos muy en claro cómo se manejaba todo. Estábamos haciendo los vendajes (también peleaba Rueda en esa velada) cuando vinieron al vestuario y nos avisaron que la pelea de Mauro se adelantaba porque iba a ser televisada en diferido. Entonces, tuvo que subir frío y sin una sola indicación de mi parte. Lo noquearon en el primer round, llegó a tener sentido a su rival pero avanzó demasiado abierto.
(Texto extraído de La Vidriera, publicado el domingo 1 de septiembre)
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