Un balance que debe ir más allá de las medallas
La respuesta surge después de cada Juego Olímpico, de cada Juego Panamericano y de cada Juego Odesur: ¿Cómo le fue al deporte argentino?
¿Se puede medir por el medallero? ¿La victoria 1-0 de Sebastián Crismanich en la definición que realza a la Argentina en las "posiciones" hacen de nuestro deporte mejor o peor que hace una semana cuando las medallas estaban ausentes? ¿Un bronce en el básquetbol masculino condicionaba para decir que el trabajo del proceso había sido bueno o malo? La respuesta es no.
La realidad es que la Argentina sumó un título olímpico por tercer Juego Olímpico consecutivo, luego de la sequía entre Helsinki 1952 y Atenas 2004.
Una medalla de oro, una de plata, dos de bronce y diez diplomas olímpicos fue la cosecha argentina en estos Juegos, dos preseas menos que en Atenas y Beijing.
Además de Crismanich, el balance es positivo para cada uno de los que llegaron al podio, incluso Las Leonas que arribaron como campeonas del mundo a Londres pero cayeron en la definición frente a Holanda, número uno del ránking.
La alegría fue máxima para Juan Martín Del Potro y para la dupla Lucas Calabrese-Juan de la Fuente, bronce en tenis y yachting.
Pero también fue fantástico el trabajo de Federico Molinari, que tuvo como objetivo concreto llegar a la final de anillas luego de la última gira realizada este mismo 2012, tiempo después de haber clasificado.
Para eso resignó su participación completa en el all around y terminó octavo en la definición de su especialidad.
Para el básquetbol masculino quedó la decepción del último partido tras haber ganado el encuentro de cuartos de final, que había resultado esquivo en el Mundial 2010.
Lo de Paula Pareto no fue decepción ahora ni fue sorpresa en Beijing 2008. Quien vive en San Fernando llegaba a Beijing con un quinto puesto del Mundial 2007, a un paso del podio.
En Londres desembarcó como una más de las ocho mejores del mundo y lo ratificó en una categoría bien pareja de una disciplina en donde todo puede pasar.
Lo mismo ocurrió con Emanuel Lucenti, que llegaba con menos lauros que la "Peque".
También fue grandioso lo de Germán Lauro. Hacer la mejor marca de su vida en este tipo de torneos es el máximo objetivo para cualquier deportista. Él lo consiguió tres veces para terminar en el sexto lugar.
Hay otros diplomas con diferente sabor. Mientras que el boxeador Yamil Peralta llegó a los cuartos de final tras ganar un combate, el vóley masculino debió batallar en 5 encuentros para terminar tercero en un parejo grupo antes de caer ante Brasil en el cruce.
Lo poco efusivo que fue el plantel de Javier Weber, por estar entre los ocho, demuestra que este equipo joven ya mantiene un estándar de rendimiento a la par de los mejores y va por más.
Seguramente la dupla Ariel Suárez-Cristian Rosso deseó como pocos un podio olímpico. Pero llegar a una final A de remo y obtener allí un cuarto puesto no es poco para quienes tenían en su haber varios podios en etapas de Copas del Mundo en una especialidad que también se presenta muy pareja a nivel mundial.
Para Miguel Correa y Rubén Voisard Rézola también queda un dulce sabor. Demostraron que lo del Mundial 2011 no fue casualidad y repitieron final, aunque mejoraron sensiblemente hasta llegar al quinto puesto.
Jennifer Dahlgren y Cecilia Biagioli quizás sean las máximas decepciones. La atleta había sido décima en el último mundial y el haber clasificado a Londres en los primeros días de haberse abierto el plazo, dejaba claro que no llegaba solo a participar.
Pero no pudo lanzar el martillo tan lejos como esperó y prefirió no tener marca antes de tener una que no cumplía con sus expectativas.
Mientras tanto, la ilusión de la nadadora cordobesa surgía a partir de su clasificación directa en el Mundial de Shanghai con un quinto lugar.
Pero la falta de experiencia y poca adaptación a las aguas frías le hicieron perder terreno.
Entre los equipos, el handball y el hockey masculino no consiguieron el objetivo de terminar entre los ocho primeros de unos Juegos históricos por ser los primeros para el balonmano y por ser el regreso de los que hoy dirige Pablo Lombi.
Pero también hubo actuaciones con peso propio y que deberían ser contextualizadas.
El 26º puesto de Catriel Soto o el 35º de Miguel Bárzola no hablan por sí solos. Pero el saber que el mountain bike argentino nunca había tenido una actuación tal entre los varones, o que el maratón varonil no figuraba en esos puestos desde Roma 1960, indica dónde estuvo la Argentina a nivel mundial por muchas décadas y cómo está hoy.
Para otros, en cambio, el solo hecho de formar parte de esta elite ya es un premio para el final de una carrera, o bien una jugosísima experiencia de cara a un próximo ciclo olímpico.
No en vano hay satisfacción por la cantidad de deportistas argentinos que estuvieron presentes aquí.
Ejemplo de estos son Étel y Sofía Sánchez que fueron las primeras argentinas en el nado sincronizado olímpico y Sebastián Rossi en el canotaje de slalom.
Ambiguo lo de Patricia Bermúdez, la gendarme que fue la primera mujer argentina en la lucha olímpica, pero nadie le saca el sabor amargo de haber quedado lejos de la medalla.
Pasaron quince días a puro deporte, que amerita un análisis más allá de los fríos números, para entender que la política de deporte del Gobierno argentino hizo una apuesta que recién cumplió tres años.
La creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard), para el que todos aportamos con el pago de nuestra cuenta de celular, es valorada por los deportistas, que ya no tienen que costear su carrera.
Si los verdaderos protagonistas agradecen este aporte, no hay lugar para la crítica. Los resultados habrá que esperarlos para los próximos Juegos Odesur de Santiago de Chile 2014 o los Panamericanos de Toronto, Canadá, 2015, antes que el espíritu olímpico vuelva a encender la llama en Río de Janeiro. (NA)
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