Dolores Tuculet, la fotógrafa detrás de Malas Artes y su pasión por difundir a los artistas locales
La joven tandilense encontró en la fotografía una manera de estar en el mundo y a través de la autogestión de la revista Malas Artes, se ocupa de darle espacio y voz a diferentes expresiones artísticas de la ciudad.
Dolores Tuculet es una “muchacha” de 29 años de Tandil que se dedica a la fotografía. Así de define ella, pero también es muchas cosas más. Fundamentalmente, una apasionada por lo que hace y por difundir a la comunidad artística local. Así fue como luego de un robo en el que perdió sus elementos de trabajo y los archivos de una serie de retratos a artistas de la ciudad que había comenzado a hacer, se puso a pensar de qué manera capitalizar el duro revés.
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Y le surgió espontáneamente la idea de armar una revista para darle lugar a las numerosas expresiones artísticas que conviven en Tandil, cuna de artistas, según reza el leit motiv de la publicación. De esta manera le dio forma a Malas Artes, una revista bianual de gran calidad que se hace a pulmón y a paso firme. Además, se dedica a la fotografía artística, social y de bandas, y afila constantemente su ojo buscando aquello que le moviliza una fibra íntima.
El ojo que mira
Tras terminar el colegio secundario, Dolores partió como tantos otros chicos a Buenos Aires para estudiar y se fue a cursar la licenciatura en Arte en la Universidad de Palermo.
“De repente me di cuenta de que no estaba rindiendo según mis capacidades, tenía un resto de dinero dando vueltas y se me ocurrió comprar una cámara, fue como un soplo porque desde chica me inclinaba más por la música y no tenía nada que ver con la fotografía”, contó en conversación con El Eco de Tandil.
De este modo, empezó a hacer talleres, a puntualizar en la fotografía en blanco y negro que le interesaba. Luego de siete años en Capital Federal, Dolores necesitó volver y se encontró con las puertas abiertas para desarrollar sus inquietudes.
“El hecho de volver tiene una cuota de entusiasmo. A la vuelta, formada y con todo lo que eso implica, que me abrieran las puertas me hizo sentir muy reconfortada. El primero que me dio una mano fue Luciano Majolo, de Tandil Cortos; en el movimiento se empieza a abrir todo y me volvieron a tener en cuenta “, relató.
Darle luz al instante
En el retrato encontró una veta para canalizar su amor por las imágenes y los juegos de luces y sombras. “Me gusta el retrato, quiero atravesar a la persona, me llama mucho la atención ver a la gente, meterme en la persona; niños, gente mayor, todos. Trato que haya un ida y vuelta, conocer al otro, charlar y de ahí surge la imagen, empatizar y conectar con la otra persona y mostrar quién es, que refleje el espíritu”, definió la joven, cuya voz grave resuena en el espacio con la sensación de no olvidarse nunca de ella.
El carácter imperecedero de las imágenes, con las personas congeladas para siempre en el instante, tiene algo de mágico y poderoso para ella. “La fotografía perdura en la vida, si querés conocer a tu abuelo, lo tenés en las fotos, existe para siempre ahí”, describió.
Hoy ella vive de sacar fotos, y cree que pese a las dificultades y escollos, es posible vivir del arte en la ciudad. “Tenés que salir a laburarlo, mostrarte, las oportunidades están y se busca gente. Hay mucha competencia, pero hay lugar para todos”, aseguró, expansiva y generosa.
Revalorizar a los artistas
En Malas Artes, que sale dos veces al año y ya cuenta con seis números, Dolores plasma su universo y abre la puerta para que todos se animen a jugar, expresarse y mostrar lo que hacen.
“Quiero revalorizar lo que hay, ramas artísticas a las que no se presta atención; ilustración, literatura, collage digital, comics. Pensé qué quería hacer y a quiénes convocar, llamé a mi amigo diseñador Leandro Vallejos y a Micaela Arroyo, les conté lo que quería hacer y comenzamos a darle identidad “, reseñó.
Aunque se hace camino al andar y muta, pervive la identidad de lo que desean transmitir. En el devenir, la publicación redujo su tamaño por una cuestión de practicidad y costos, pasaron de imprimir 50 ejemplares a hacer 300 y no temen mezclar pintura, ilustración, fotografía, literatura, y expresiones varias, que encuentran una unidad en el núcleo de Malas Artes.
“Lanzamos una convocatoria por las redes y participaron algunos, al principio eran pocos y ahora no nos alcanza el espacio para incluir a todos, las convocatorias explotan y el deseo está en promover, difundir y revalorizar el arte de la ciudad, es una publicación únicamente de artistas locales. Queremos mostrar lo que se hace en la ciudad”, remarcó.
De a poco consiguieron auspiciantes y el apoyo de la Universidad Nacional del Centro y de la Facultad de Arte, que les dio un respaldo institucional que agradece profundamente. “En su momento nos acercamos al Municipio y no tuvimos apoyo, pero fue en ese momento, en otro momento llegará”, señaló.
El arte para todos
Dolores refirió que en las convocatorias participan desde chicos de 15 años hasta un consagrado como Ariel de la Vega, que expone en Europa, y de repente participa una persona que trabaja de otra cosa pero que su pasión es escribir, y entonces el entusiasmo se enciende y todo tiene sentido.
Cada número que sale se presenta en vivo para generar un espacio de encuentro. El último ejemplar fue presentado en el espacio Dalila, en el marco de la Noche de los Museos, y se produjo una sinergia alrededor de la propuesta que avivó el intercambio y reconocimiento entre pares en torno a la poesía, el teatro y la música.
Pero como es inquieta, mientras espera para comenzar a preparar la primera edición de este año, se vinculó con el bar Macanudo para habilitar un espacio de exposición de artistas que pasaron por la revista y quieren mostrar sus obras, en lo que dieron en llamar Galería Malas Artes.
La rueda mágica del arte sigue girando y hay lugar para todos. Dolores lo sabe y lo hace posible.