Educación para Adultos, una oportunidad para saldar proyectos pendientes y cumplir sueños
En la Semana de la Educación para Adultos, los estudiantes de la Primaria 704 contaron conmovedoras historias de superación. Se cursa en tres ciclos, con clases personalizadas y se respetan los tiempos de los estudiantes. Muchos están decididos a continuar la secundaria y otros se ilusionan con alcanzar el nivel superior. Para aprender no hay edad, y “el saber no ocupa lugar”, agregó Edith, de 59 años, alumna de una de las sedes.
El 27 de noviembre se celebra el Día de la Educación para Adultos, aunque se toma toda la semana para revalorizar la formación personal. La rama cumple un rol fundamental para que aquellas personas que no terminaron el nivel primario tengan una opción de alfabetización, con un certificado, pero además puedan concretar un proyecto pendiente en una sociedad cada vez más competitiva en cuanto al conocimiento.
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La Escuela Primaria de Adultos 704 funciona en Villa Laza, con cuatro servicios educativos: uno en la sede central, otro en el Centro de Formación Profesional 701, el tercero en el CPA y el último en la Secundaria 15. Además, dispone de tres CEA (Centros de Educación de Adultos de Nivel Primario): en el Centro de Formación Laboral (Sandino 118) y el CIC de La Movediza; el 713 con sedes en Las Tunitas y Cerro Leones, y el 714 que funciona en la Primaria 36.
La escuela tiene una matrícula de entre 50 y 60 alumnos, que es fluctuante debido a que los estudiantes tienen entre 14 y sin límite de edad. En la actualidad, cuenta con alumnos de más de 80 años, ya que acompaña al hogar Chapar con un proyecto de lectura y memoria, dirigido a aquellos que no han terminado la primaria o que se han olvidado de algunos contenidos.
La directora Alicia Manterola coordina el trabajo en todos los espacios que se encuentran dispersos por los barrios de la ciudad. La tarea es muy gratificante para el cuerpo docente a partir de los logros de los adultos que acceden a la alfabetización y descubren otras posibilidades vinculadas a la participación ciudadana.
-¿Cómo es la currícula, qué contenidos se dan, cómo se desarrollan?
-Son tres ciclos formativos. Cuando llega el alumno, el docente evalúa y ve en qué ciclo lo incorpora. El primero es de alfabetización, para aquellos alumnos que directamente no están alfabetizados, no pueden leer y escribir convencionalmente. A partir de ahí, una vez que ya alcanzan la lectura, pasan al ciclo de formación integral, que tiene dos módulos y van avanzando con los contenidos, y el último ciclo que es de formación por proyectos.
-¿Cuánto se extiende cada ciclo?
-Depende del alumno. Como mínimo tres meses, y después el alumno pone el tiempo.
-¿Es personalizado?
-Totalmente. Por lo general, la tarea es uno a uno. No son grupos numerosos. Por ahí hay docentes que tienen veinte alumnos, pero no concurren todos los días todos, entonces se hace una tarea muy personalizada.
-¿La cursada es todos los días?
-Es diaria. Hay alumnos que por distintas circunstancias laborales no pueden concurrir, así que se les elabora una planificación especial y trabajan con un sistema de tutorías, se llevan tarea y la traen para corregir en clase, la maestra le da las indicaciones y siguen. Es la modalidad que tenemos. Lo ideal es que puedan venir todos los días, pero para el que no lo puede hacer existe esa posibilidad también.
-¿Reciben un título de educación primaria?
-Sí, de educación Primaria de Adultos y pueden seguir la Secundaria. Hay varios que continúan y hasta han seguido carreras terciarias, lo que nos enorgullece. La idea es que no se queden en la Primaria nada más y que sigan, sea a la edad que sea, que tomen a la educación como una formación permanente durante toda la vida. Es a lo que apuntamos.
-El trabajo de los directivos y docentes es bastante particular…
-Es muy particular. Además, no solamente trabajamos dentro del aula sino que tratamos de darles proyectos innovadores, articulando con las instituciones barriales. Trabajamos mucho la integración comunitaria, entonces buscamos los talleres que hay en el barrio, que los alumnos puedan participar para crecer y poder formar nuevas capacidades; el famoso saber hacer que mencionamos siempre, que pueda estar inscripto con un certificado, porque los alumnos tienen muchos conocimientos pero por ahí no formalizados y necesitan del título que les otorga la escuela.
-¿Cómo son los resultados de este trabajo con personas que eligen terminar la Primaria? Cuando sos chico, la escuela es una obligación…
-Para la mayoría sí, por ahí no se da tanto con los adolescentes, porque empezamos desde los 14 años. Por ahí los adolescentes al principio vienen obligados y ahí es donde tenemos más inestabilidad, pero esos mismos chicos vuelven a los 2 ó 3 años, dándose cuenta de que necesitan la escuela para poder progresar.
Historias “debidas” de grandes mujeres
En la Escuela Primaria de Adultos 704, las mujeres son mayoría: hijas, madres, abuelas, bisabuelas y hermanas que por distintas razones no pudieron completar el nivel, o su certificado ardió en el incendio de algún edificio público. Hoy tienen un proyecto, una meta, un motivo para salir a abrazar el futuro y han elevado su autoestima. Para la comunidad son historias positivas, buenos ejemplos; historias “debidas”, es decir, que vale la pena contar para contagiar la idea de que todo puede ser mejor.
A los 59 años, Edith Álvarez asiste a la sede que funciona en el Centro 401, en Garibaldi al 800. “Dejé la escuela a los 13 años, por cuestiones de la vida. Soy de la época en la que había que trabajar desde muy joven y fui a trabajar. Terminé la primaria en la escuela que está dentro del Ejército, pero cursé en la época de la dictadura y cuando volvió la democracia, se prendieron fuego los archivos en La Plata y me quedé sin certificado. Al no tener mi certificado, no pude ingresar a secundaria, entonces este año fui a hacer la última etapa para tener el título y con eso poder seguir”, relató.
Para Edith, una mujer paciente y de voz dulce, completar el secundario “es una meta. En ese entonces me sentí frustrada porque no lo pude hacer. Después, por cuestiones de trabajo y de familia, con nueve hijos, lo fui postergando porque había otras prioridades. Después, crecieron los hijos y los ayudé a formar sus familias”.
Este era el tiempo, su turno, y asiste a una sede en la que comparte las clases con su único compañero Santiago y la maestra Adriana Silva, que “es un amor”. Anticipó que “mi meta es seguir el año próximo y poder cumplir con algo que me hacía falta. Es un proyecto, y después veremos cuando termine secundaria qué haré”, ya que tiene intenciones de avanzar hacia el nivel superior. “Veremos la vida lo que me va deparando”, dijo esta valiosa mujer, que es empleada civil de la Fuerza Aérea y está cerca de jubilarse. “Para hijos y nietos, el saber no ocupa lugar, que sigan”, expresó Edith que quiere predicar con el ejemplo.
“Lloraba para ir a la escuela”
Norma Carabajal concurre a clases en la sede de Las Tunitas. A los 66 años, relató su intensa historia. “Lloraba para ir a la escuela. Me encantaba”, graficó sobre su destino, que la obligó a abandonar en primer grado para colaborar con el hogar porque es la segunda de 13 hermanos.
“Terminé con mis hermanos y empecé con mis hijos. Tuve 9. Ahora, como tengo un tiempo, dije ‘voy a terminar lo que me gustó siempre’. Me hubiera encantado ser maestra. La docente un día me hizo pasar al pizarrón y me dijo ‘sé un poco maestra’”, bromeó y agregó que “es adorable, Claudia (Trueba), es muy buena”.
Norma ingresó en el primer ciclo, porque sabía escribir muy poco, sólo lo que le había enseñado su marido. “Tengo muchas faltas de ortografía, pero en matemática resuelvo cualquier cosa”, destacó.
No poder leer y escribir la hicieron sentir mal muchas veces en su vida. “Quería hacer y no podía. Ahora todavía quiero escribir algo y no me sale”, explicó esta mujer alegre que ahora puede, por caso, enviar mensajes por el celular. Esas situaciones la decidieron a empezar la escuela, pero también sus 32 nietos y 9 bisnietos, para poder responder a sus preguntas.
A la distancia y desde esta nueva experiencia, Norma estimó que si hubiese ido a la escuela de chica, su vida hubiese sido distinta. “Tal vez hubiera tenido otra visión. No sabía nada, me defendía como podía”, confió y de ese modo replicó el modelo de su familia. “Creo en enseñarles a los chicos y que vean que la abuela puede hacer algo. Ellos me felicitan. Están chochos”, celebró, como lo hace cada vez que descubre algo nuevo a partir de la lectura.
“Sigo luchando”, dijo sonriente y recomendó a otros que “se puede”, al recordar que muchas veces sentía pudor por no leer y escribir. Además, valoró el grupo de amigas que ganó en la escuela.
Egresará con su hija
Sandra Liliana Peralta tiene 35 años y asiste a la escuela en Cerro Leones. Por una situación familiar, uno de sus hermanos se había enfermado y era prioridad ayudar a su mamá con el hogar, entonces perdía muchas horas de clase. Abandonó la Escuela de Fulton, de doble jornada, cuando tenía 13 años, luego se casó y tuvo a sus cuatro hijos que tienen entre 11 y 18 años.
“Mis nenes van a la Escuela de Cerro Leones y por ellos me enteré que había Escuela para Adultos. Hoy en día es necesario poder terminar, para poder tener algún trabajo te piden primaria y secundaria”, contó.
Al comenzar, ya sabía leer y escribir, y arrancó en el ciclo de formación integral. “Este año ya egreso. La verdad es que me sirvió muchísimo para desarrollar cosas que me habían costado en ese tiempo. Es muy bueno y ojalá más personas puedan animarse a terminar porque es lindo”, compartió.
Emocionada, agregó que “este año egreso junto con mi nena que termina la Secundaria y yo la voy a empezar. Siento que logré algo en la vida, que pude terminar algo”.
Deudas pendientes
Adriana Piñero, 45 años, es madre de 8 hijos y tiene 7 nietos, y además es alumna de Primaria en la sede de Las Tunitas. Fue a una escuela de campo que se prendió fuego, se quemaron los archivos y con ellos, su título. “También era una etapa que me debía. Estoy feliz. Tengo buenas compañeras, buena maestra”, destacó esta estudiante que suele colaborar con las docentes porque cuenta con conocimientos.
Y Jésica Torres, de 33 años, había alcanzado sexto grado cuando desertó de la escuela. Vivía en Santa Fe, pero problemas familiares la obligaron a mudarse. Hace un año se radicó en Tandil y cuando fue a anotar a sus hijos en la institución de Cerro Leones, la directora le informó sobre la Escuela para Adultos, se inscribió y empezó este año.
“Es un lindo grupo. Somos todos unidos. Yo me habían olvidado las cosas aprendidas”, contó y aseguró que disfruta de todas las actividades, como la lectura de la obra de Horacio Quiroga.
Tiempo para soñar
A Liliana Ibarra, de 63 años, la fue a buscar a su casa Josefina Rubilar, la maestra de Cerro Leones, y la convenció para que vuelva a estudiar. “Anduve en un montón de escuelas hasta tercer grado y dejé. Mi mamá no se preocupaba y en mi familia nadie se preocupaba si yo iba o no”, relató.
Con el paso del tiempo, se casó y tuvo a sus cinco hijos varones, “todos re ‘mameros’ que viven conmigo”, por lo que la posibilidad de estudiar había quedado atrás.
Empezó la Primaria hace dos años, luego de la visita de Josefina, quien la ayudó a comprender que hay tiempo para concretar los sueños. “Siempre me torturaba con matemática, que no me gustaba, y ahora estoy saliendo de todo eso. Hemos logrado un montón de cosas. Tenemos curso de panadería. Tuvimos hace poco la Fiesta del Picapedrero en Cerro Leones y fui abanderada, y expusimos un stand con los productos que hicimos”, repasó entusiasmada.
Lili sabía leer y escribir, pero avanzó mucho en matemáticas. Hoy disfruta de otros autores como Horacio Quiroga y del Martín Fierro. “Estoy satisfecha y muy contenta, porque he logrado salir adelante y ya termino”, dijo y adelantó que su maestra ya la anotó para continuar la secundaria.
Vencer los prejuicios
“Cuando hacemos la tarea de campo y salimos a recorrer el territorio que está alrededor de la escuela, tenemos algún listado de las personas que están con primario incompleto o secundario incompleto. Todos los años empezamos a golpear puertas”, explicó la maestra Josefina Rubilar que tiene seis alumnos en Primaria de Adultos, en Cerro Leones.
“Una característica de Adultos es que los grupos van cambiando un poco durante todo el año por situaciones de trabajo; se cambian de barrio entonces pueden continuar en otro centro de Adultos que esté cercano pero parten desde donde dejaron”, señaló.
Con más de una década en esta rama de la educación, además por la mañana es maestra de Primaria de niños en Cerro Leones. Al comparar ambos roles, analizó que “son satisfacciones distintas. Cuando ves a un chico de primer grado que arranca, que descubre, que puede leer; también uno lo puede ver en otras situaciones pero además puede vencer el miedo, el prejuicio, instalado desde su contexto del ‘no puedo’, y que hoy digan que pueden hacer un montón de cosas, que se animan, poder expresarse, leer y escribir, poder redactar textos más complejos, leer en un acto y servir a la comunidad”.
La maestra destacó la posibilidad de los alumnos de salir de sus casas, de ver otras cosas, como la visita que realizaron al Museo de Bellas Artes o la capacitación en RCP.
Otra satisfacción para la comunidad educativa es que varios estudiantes reclaman acceder al secundario de adultos en Cerro Leones. “Estamos gestionando la posibilidad porque las mismas alumnas se han dedicado a rastrear gente que quiera estudiar el secundario porque quieren cursar en el barrio”, señaló y agregó que elevarán el pedido a Jefatura Distrital para ver si se puede concretar.
En el marco de una propuesta integral que no se queda sólo en los contenidos, Josefina Rubilar resumió que “la idea es brindarles herramientas para que puedan se desarrollar y ser partícipes de su sociedad, de ayudar en la comunidad”.
Secretaria de Redacción de El Eco de Tandil. Licenciada en Comunicación Social orientación Periodismo (UNLP)