Se arriesgaron a plantar peonías en Tandil y cosecharon un éxito de exportación
Cristian Bonadeo y Martín Zampatti están detrás de Flowery Hills, una plantación de flores que crece de a poco en un maravilloso entorno serrano. Con una producción que pasó de 4 mil flores en 2018 a 14 mil este año, exportaron sus peonías por primera vez y esperan poder continuar creciendo.
Cristian Bonadeo siempre tuvo la inquietud de plantar flores. Dedicado a la actividad agropecuaria, en los últimos años el deseo comenzó a decantar y finalmente decidió embarcarse en la aventura de tener su propia plantación, llamada Flowery Hills.
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Pero no está solo en el camino, lo acompaña su familia y su socio Martín Zampatti, el otro bastión del emprendimiento. Así fue como hace cuatro años, en media hectárea de una quinta alquilada en las afueras de la ciudad, se inició esta aventura que crece desde la raíz.
“El proyecto empezó como una idea de hacer algo distinto. Le dije a Martín, no tenía ni idea del tema pero yo necesitaba que alguien me diera media vuelta de rosca para arrancar. Inicialmente la idea era arrancar con tulipanes, siempre la tuve como una flor difícil, pero me contacté con gente que sabía del tema y no me recomendaron empezar así”, le contó Cristian a El Eco de Tandil.
Entonces se comunicó con Marcelo Sasaki, quien posee una plantación de peonías en Trevelin, provincia de Chubut. El experto se acercó hasta Tandil y recomendó esa flor, apta para las características topográficas y climáticas de esta región.
Crece desde el pie
Tras comprarle cinco mil rizomas que trajeron desde la Patagonia, los sembraron y esperaron a que la naturaleza completara sus ciclos.
“La fuimos peleando. El primer año hubo algo de flor, el segundo año decidimos no cortarlas para seguir cuidándolas y el año pasado empezamos a probar el mercado”, detalló.
Al establecer contactos con florerías de Buenos aires, comenzó un ida y vuelta muy interesante que les permitió comenzar a exponer el emprendimiento y hacerse conocidos. De este modo empezaron a cortar las flores, guardarlas en frío y llevarlas una vez por semana a Capital Federal, donde son usadas tanto en las florerías a la calle como para diversos arreglos y bouquets. Inclusive, la conocida modelo “Pampita” Ardohain, usó un ramo confeccionado con las peonías de Tandil en su reciente casamiento.
Emprendimiento de exportación
Con cinco variedades de peonías y cámara de frío propia, además de vender su producción en Buenos Aires, este año surgió la posibilidad de exportarlas.
El hermano de Cristian que vive en Alemania lanzó la idea de generar contactos para poder venderlas en Europa y se activó una cadena que terminó con el envío de más de 9 mil flores al exterior.
“Mi hermano dio con gente que le interesaba, hicimos contacto, y la propuesta era mandar las flores a subasta en Holanda, pero yo necesitaba un precio fijo. Hablé con Sasaki y me comentó que acababan de cerrar una exportación con una empresa holandesa pero no les daba el cupo: tenían que enviar cerca de 600 mil flores y llegaban a las 300 mil”, relató.
Se sumaron al envío de Sasaki junto a una plantación de Balcarce y también recibieron el visto bueno de los holandeses; las peonías cultivadas en la sierra viajaron en avión hasta destinos tan disímiles como Miami y Ámsterdam.
Bonadeo se mostró muy satisfecho por la experiencia y apuntó a repetirla, debido a que es muy beneficioso para ellos poder colocar parte del volumen en otros mercados y liquidar el stock, porque el mercado interno es muy reducido.
“En Argentina está pinchado el consumo de flores, si exportás se las llevan todas y eso ayuda mucho”, puntualizó.
Una flor noble
Con una producción que fue de cuatro mil flores en 2018 y que llegó a las catorce mil este año, las flores hallaron en esta tierra una gran oportunidad para florecer en todo su esplendor.
“La peonía necesita acumular muchas horas de frío, por eso esta zona es ideal. También se adaptó al suelo y el agua”, explicó.
Todo el trabajo de la plantación se hace de forma artesanal e insume un gran esfuerzo, que ellos realizan con mucho placer. Una vez que se sembró el rizoma, este puede vivir muchos años en la tierra y cada año dar más cantidad de flores. Según explicó, conviene cada tanto sacarlo y dividirlo para aumentar la producción.
Posteriormente, usan un producto de agua electrolizada que es bactericida y fungicida, y antes de que brote se aplica una pasada de glifosato para limpiar el suelo. Tras reservarse en la tierra, la planta empieza a brotar a principios de septiembre y la cosecha se realiza en noviembre, cuando se produce la floración.
“Cuidamos la planta, hacemos el despimpollado, la cosecha, después de la cosecha todo lo que floreció hay que cortarlo para mantener la planta verde y que junte reservas durante el verano. Eso va a hacer que el año siguiente florezca mejor. En otoño se pone amarilla, se corta todo, queda como si nada hubiera y con la primavera empieza de nuevo”, reseñó.
Floreceremos
Hasta hace poco, la quinta era un hermoso paisaje rosa y blanco, cubierto por un manto de flores que contrastaba con la dureza de las sierras que se recortan en el horizonte tandilense. Mucha gente llegó este año entusiasmada por la belleza del entorno y las flores, lo que los hace pensar en ampliar la propuesta y tal vez poder ofrecer algún servicio turístico que conjugue ambos aspectos.
“Sumamos que vengan a visitarnos, se genera algo muy lindo, hay buena energía”, definió.
Lo efímero de las flores se opone al intenso trabajo que lleva lograr su floración, pero bien vale la pena cuando la recompensa es tanta. Entre flores y sierras, seguirán trabajando para que el proyecto no se marchite y florezca la belleza de Tandil.