Necrológicas
V JORGE ALBERTO FERRAGGINE
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Jorge Alberto Ferraggine nació en María Ignacia (Vela), el 2 de septiembre de 1947. Era hijo de José Antonio Ferraggine y Raquel Clotilde Buccella. Vivió junto a sus hermanos, Tina, Fela (f), Berta, Miguel (f) y Saúl (f), en el campo La Unión, de donde tenía innumerables anécdotas de su familia, (tal como cuenta Tina, que las corría con su perro) y otros recuerdos de la escuela de ese paraje y de sus vecinos, vivencias que siempre rememoraba con entusiasmo y alegría.
Formó su familia con Nilda Sánchez, con quien tuvo cuatro hijos, catorce nietos y cinco bisnietos.
Desde muy temprana edad, hizo de la cultura del trabajo la mejor opción, cumpliendo diversas tareas, como lechero primero; en la cantera después; para luego dedicarse a los trabajos de agricultura en diversos campos de la zona, desarrollados con pasión e idoneidad y transmitidos con el mismo entusiasmo a hijos y nietos.
Durante su enfermedad, repetía constantemente el valor de la familia y lo necesario que es verse, encontrarse, visitarse, estar, y les agradecía por eso.
El pasado 27 de marzo, a la mañana muy temprano, se durmió en la paz del Señor. Ese viernes se fue un hombre bueno, trabajador, honesto, íntegro, agradecido, que supo transmitir a los suyos, con el ejemplo, valores esenciales para la vida. Se fue físicamente, pero en cada uno quedan su legado, sus enseñanzas, su forma positiva y alegre de ver la vida.
V LUIS BENITO RAGO
Luis Benito Rago, nacido y “malcriado” en La Reja, Moreno, Buenos Aires. Fue un jueves, el 7 de diciembre de 1961, cuando abrió los ojos por primera vez. Los abrió y comenzó una vida humilde, de escasos recursos, ingenio y de lucha, ya que de muy pequeño comenzó trabajando en las obras con ese fuego de niño, pero con dolores de adulto. Su familia era grande, aunque él relataba que el lugar era chico: diez personas solían convivir en lo que aquel momento era un gran baldío.
Fue creciendo, en altura, en años y experiencia, impulsado por un carácter hecho de pólvora y una picardía particular, de corazón noble y libre, tan libre que se iba de viaje con lo puesto, recorría Argentina y cumplió con ella en el llamado a la colimba.
En 1988, conoció a la persona con quien luego, sin saberlo, compartiría 32 años de su vida, su amada Beatriz. Su amor era tan grande como sus ganas de vivir, de hacer.
En 1991 tuvieron a su primera hija, Micaela, y en 1999 a la segunda, Cinthia, luego de esto iniciaron su vida en Tandil.
En esta ciudad, como en otros lugares, Benito ha dejado huellas en sus clientes y también con quienes se lo han topado, al menos una sola vez, con su valija de herramientas, sus folletos repartidos, su puntualidad, servicios de emergencias, con palabras de sabiduría y chistes con remates oportunos.
Con el pasar del tiempo, tuvo una cardiopatía severa, pero quienes lo conocieron saben bien que para él significaba una etiqueta, la mente le iba a mil en ideas y proyectos, aunque el chasis fallara un poco.
Tipo creyente, empático, ponía su corazón en Dios, practicaba y llevaba la esperanza, la compartía en cada mate, con los niños que lo buscaban y los vecinos de tantos años, también con su núcleo familiar, amigos, hermanos.
Gente que disfrutó a ese Luis despierto, ese mismo que cuando un día abrió los ojos por primera vez, para convertirse en un hombre honrado y visionario, tuvo que cerrarlos el 2 de abril de 2020, después de proclamar que “la vida es una moneda, quien la rebusca la tiene” se tomó un descanso, creyendo en la salvación hasta el último segundo de respiración.
“Te amamos y recordamos con profunda esperanza. Tu compañera de vida Beatriz, tus dos hijas, tus cinco nietos, tu padre Nazareno, tus siete hermanos, tus primos, tu familia espiritual de la Iglesia Adventista, los vecinos del barrio y tus amigos que te han acompañado cada día”.
V MARIANA JERÓNIMA ESNAOLA
Mariana Jerónima Esnaola, más conocida por todos por su apodo “Porota”, nació en Iraola en 1933 y era viuda de José Marbán.
Junto a su esposo, formaron una familia y tuvieron dos hijos, Eduardo José y Rubén Orlando Marbán. Junto a ellos, siempre vivió en el barrio de Villa Italia. Trabajó de modista en varias empresas de ropa y fue también una gran ama de casa. Disfrutó de sus nietos, Gastón, Yamila, Nicolás y Janet y de sus bisnietos, Luciana, Macarena, Melody, Jazmín y Genaro.
“Te extrañaremos mucho y te amamos. Siempre estarás presente”.
V JORGE REYNALDO MONTES
A la edad de 75 años, el pasado 17 de marzo falleció en Tandil Jorge Reynaldo Montes, causando su deceso una profunda tristeza entre sus seres queridos y amigos. Su familia quiere recordarlo con lo que escribió sobre él su amigo Daniel Eduardo Augusto.
Días atrás recibí la infausta noticia del fallecimiento del futbolista Jorge Montes. Aunque su apodo ‘El Gato’ fue el que sobresalió a través del tiempo.
El fútbol lo llevó a la cima por su capacidad y personalidad, forjando de manera tal su presencia como arquero en los años siguientes. Desde muy joven, supo brillar junto a los mayores; su seriedad y respeto obligó a sus compañeros a tenerlo en cuenta entre los mejores.
Siendo un chiquilín, llegó al fútbol mayor, donde supo vestir la casaca de la selección de Tandil en una época gloriosa del fútbol serrano.
Supo defender el arco de Ferroviarios de Gardey, Excursionistas y San José, entre otros. Siempre estuvo dispuesto al llamado de muchos equipos que lo buscaban como refuerzo en torneos libres, como también de la Liga Tandilense. Pudo militar en el fútbol grande, pero por cosas inentendibles se quedó en Tandil, no obstante sus bondades las supo mantener intactas a través del tiempo.
Una traicionera dolencia acabó con su vida, dejando un recuerdo imborrable.
Quienes lo conocieron, supieron de sus bondades dentro y fuera del campo de juego. Seguramente en cualquier reunión o en una cancha de fútbol, siempre será recordado ‘El Gato’ Montes. Su figura se mantendrá en la mente de quienes aman el deporte más popular.
El fútbol fue su vida, donde cosechó muchos amigos que lo admiraron y quisieron. Entre ellos y muy especialmente, la gente de Ferroviarios de Gardey, quienes con mucho pesar se suman a esta despedida.
Con mucho dolor son estas líneas de quien lo conoció y supo gozar de sus actitudes. Hoy el fútbol tandilense está de duelo, no obstante Jorge ‘Gato’ Montes vivirá por siempre”.
V ANGÉLICA ESTHER ALÍ
Nació el 12 de enero de 1946, en Tandil, siendo sus padres Juan Marcelino Alí y Blanca Esther Montoya y sus hermanos Juan, Jorge y Alicia.
Vivió parte de su vida en Los Bosques de Figueroa, luego vinieron a la ciudad donde se quedaron finalmente.
Angélica estuvo siempre con sus padres, hasta que conoció a Carlos Cipriano y formó una familia. Fruto de ese amor, nacieron sus dos hijos Marcelo y Verónica.
En la actualidad, era jubilada y pasaba su tiempo en casa de amigas. Le gustaba comer asado los domingos e ir de compras con sus nietos Emiliano y Martina, siempre con una sonrisa en su rostro y un corazón muy grande. Falleció el pasado 7 de abril de 2020, a los 74 años.
Fue una gran madre y mejor abuela, dejándole a la familia la enseñanza más grande, la de la fortaleza frente a todas las adversidades que se pueden interponer y la de amar con todas las fuerzas sin pedir nada a cambio.
“Gracias mami, por enseñarme los valores que tengo. Siempre te vamos a amar y recordar con una sonrisa. Vero, Jorge (yerno), Emi y Martí”.
V OSCAR MASTROPIERRO
Nació el 2 de mayo de 1951, y era hijo de Manuela Campos y José Mastropierro. Trascurrió su infancia entre su casa de Las Heras al 400, luego en 25 de Mayo al 200 y el campo familiar en La Numancia.
Asistió al colegio San José y la Escuela Técnica 2. A la edad de 17 años, conoció a Cristina, con quien tuvo cuatro hijos: Andrea, Martín, Nicolás y Mariano.
Se instalaron con un pequeño tambo en cercanías de Fulton, hasta 1979, año en que retornaron a la ciudad, al barrio Las Ranas.
Allí compró un camión y comenzó con el oficio que nunca abandonó. “Rancho chico” primero, “Ron Damón” después, nombres que con picardía imprimió a su Mercedes 16-18, compañero de aventuras durante más de 30 años.
Con los años, la familia creció y llegaron cuatro nietos que disfrutó al verlos crecer y jugar.
Generoso, sencillo, respetuoso y sociable, tenía pasión por la mecánica y los “fierros”. Pero nunca olvidó su vida en el campo: amante de la quinta, los animales y las plantas.
El pasado 7 de abril de 2020, a Orlando, “el Mastro”, “Pá”, “El abuelo”, le salió un viaje imprevisto. Familiares, amigos, compañeros y vecinos recordarán con alegría los lindos momentos compartidos y agradecen por haberlo cruzado en esta ruta, la de la vida.