Lo que el Senado nos legó
Apostillas de la jornada de ayer en la Cámara alta
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Joseph Joubert es uno de los personajes menos conocidos de la Revolución Francesa. Y será porque el entusiasmo revolucionario le duró bien poco y se dedicó a otros asuntos. Entre ellos, a pensar al igual que buena parte de los de su generación, pero sin cortar cabezas.
Dijo Joubert cierta vez: “Solamente buscando las palabras se encuentran los pensamientos”. Y me gusta creer que es así.
Tanto me gusta, que ayer, escuchando algunas intervenciones de senadores nacionales ahondé mis preocupaciones de la jornada. La incapacidad para expresarse, lo dificultoso para darse a entender, los tropezones constantes en el discurso, amén de furcios, pifies y otros desatinos me llevan a concluir que las mentes de algunos de nuestros representantes están seriamente despobladas de pensamientos. O con una densidad poblacional antártica.
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No me rasgo las vestiduras por el exabrupto de la presidenta provisional del Senado y vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti. En determinado momento -y evidenciando una vez más un desmanejo llamativo del sencillo mecanismo de los micrófonos (abierto/cerrado)- se despachó con un grueso epíteto destinado a su colega (y aliado político) Luis Naidenoff.
El destemplado comentario de la funcionaria -que vale insistir, no quiso hacer público- no demuestra un vacío de pensamiento. Había al menos uno y bien claro: su colega le había colmado la paciencia.
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Pesos más, pesos menos -canje de pasajes incluidos-, un senador nacional se lleva mensualmente una cifra que ronda los 200 mil pesos. No es motivo de esta columna juzgar si están bien o mal pagos. No es poca plata, eso es seguro.
Llama la atención, entonces, que la senadora por San Juan Cristina del Carmen López Valverde no se haya tomado un tiempo para leer el proyecto que llegó con media sanción de Diputados.
Tuvo casi dos meses para hacerlo. “Sería muy irresponsable de mi parte votar un proyecto al que yo no he podido acceder, analizar, estudiar en profundidad”, dijo, antes de la sesión.
“Si eso se diera no estaría en esta situación de estar tan ‘ligera’ en las responsabilidades que me competen”, admitió la senadora en una suerte de sincericidio laboral.
Ante semejante confesión, lo más lógico -entre tanta falta de lógica- hubiera sido una abstención.
Pues no. El voto de López Valverde fue negativo.
El famoso “no se de lo que se trata, pero me opongo”.
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A propósito de los ingresos de los senadores, cada uno dispone de partidas para solventarse uno o más asesores. Hombres y mujeres que les ayudan a interpretar, analizar y redactar proyectos. Y la manera de expresarlos.
Es entendible que a esta altura del campeonato nadie se puede dar el lujo de perder el trabajo por ponerse de punta con el que le paga el sueldo. Pero, muchachos/as, alguien le tiene que decir a determinados senadores/as que mejor no intervengan en el debate.
Se dice que solo se debe hablar cuando lo que se diga sea más importante que el silencio. Y las barrabasadas, no lo son.
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Adentrándonos ya en el fondo de los discursos y no en las formas, y volviendo a citar al amigo Joubert, ante una mente escasamente poblada de pensamientos y otra habitada por pensamientos peligrosos, prefiero el desierto más desolado.
Por ejemplo, ante el razonamiento de la senadora por Catamarca, Inés Blas: “Una menor de edad, una niña de 12 años …¿está madura para afrontar las consecuencias de un aborto?… para los casos de violación… ¿no creen ustedes que esta situación, el someterse a un aborto, puede servir para limpiar el honor de un abusador? …yo tengo ese temor”.
A ver si entendimos bien: la senadora teme por la limpieza o no del honor de un violador, por sobre la situación de si una nena violada se encuentra en condición mental, psicológica, física y social para ser madre de un hijo que no buscó.
Por cierto, Blas presidía hasta ayer la Comisión de la Banca de la Mujer en el Senado.
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No obstante, la aberración de la jornada -al menos al cierre de esta columna- corrió por cuenta del senador por Salta, Rodolfo Urtubey.
A saber: “Hay algunos casos donde la violación no tiene esa configuración clásica de la violencia sobre la mujer, a veces la violación es un acto no voluntario con una persona que tiene inferioridad absoluta de poder frente al abusador, por ejemplo en el abuso intrafamiliar, donde no se puede hablar de violencia pero tampoco se puede hablar de consentimiento, sino de una subordinación, de una sujeción”.
Sigue: “Tenemos que, en esta discusión de las causas, sería sano avanzar en esa ausencia de la voluntariedad, entendido con cierta amplitud, que no es la violación clásica”.
El senador Urtubey integra el Consejo de la Magistratura, órgano encargado de designar y analizar la labor de los jueces.
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La última. Me creo una persona respetuosa en cuestiones de fe. Sé que carecer de ella me impide interpretar determinados misterios religiosos.
Tiendo a no hacer militancia de mi agnosticismo. Lo que no me impide creer que cuando se mezclan asuntos de la fe con cuestiones de Estado es altamente probable que no se llegue a buen puerto.
Por caso, me pregunto, qué pasaría si la mayoría de nuestros legisladores fuera Testigo de Jehová. Todo bien, ciertamente. Hasta que se les diera por aprobar una ley prohibiendo las transfusiones de sangre. Me parece.
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