Pidieron reclusión perpetua para el último de los juzgados por el hecho “más sanguinario” que recuerde la ciudad
Ayer se realizó en la sala de debate del Tribunal 1 de Azul una nueva audiencia para resolver la suerte procesal de Ricardo Javier Polich, el último de los detenidos de la sindicada banda que restaba ser juzgado en torno al doble crimen ocurrido el 25 de julio de 2000, del cual resultaron victimas José Luis Mastronardi y Héctor Montenegro.
Recibí las noticias en tu email
Se trató del epílogo del juicio, tiempo de los alegatos de las partes al aguardo del veredicto del TOC 1 azuleño conformado por los jueces Joaquín Duba, Martín Céspedes y Carlos Pagliere (h), quienes ventilarán su resolución el próximo 20 del corriente.
Previo a escuchar los argumentos del fiscal Marcos Eguzquiza para exigir la pena máxima (reclusión perpetua) contra el acusado, como de la defensora Adriana Hernández a la hora de solicitar la absolución o en todo caso una calificación subsidiaria que atempere la pena a imponer de ser considerado culpable, hubo tiempo para un testigo más que, como otros tantos a lo largo del juicio, fue traído compulsivamente por la policía para que preste declaración.
Se trató de un vecino que debió ratificar frente a los nuevos jueces lo que ya había plasmado en otras oportunidades, acerca de sus dichos sobre la presencia de Polich días previos al suceso delictivo en el playón de estacionamiento de lo que por esos días era supermercados Norte, hoy Carrefour.
Para comparecer, el testigo solicitó que el imputado no estuviese presente en la sala, dejando en claro que a pesar de los años transcurridos aún persiste en su persona el temor sobre aquel hombre que supo identificar frente a la policía y que valió de indicio luego a los investigadores para sumar a la carga probatoria.
El vecino dijo que conocía a Polich y su familia como así también sabía que este andaba “cometiendo macanas”, en alusión de actividades ilícitas, por lo que le sorprendió aquel día que estuviese en el estacionamiento del supermercado conversando con otros hombres que no conocía, al lado de un auto cuyas características a la postre sería similar al utilizado en la fuga tras el sangriento atraco.
Una vez sorteada la instancia del nuevo testigo y ya cuando se transitaba la media mañana, fue el turno del fiscal y la defensa para que emprendieran su protagonismo. Era tiempo de conclusiones, según sus respectivas miradas.
La acusación
Sería el fiscal Eguzquiza entonces el encargado de abrir los alegatos reproduciendo pormenorizadamente y power point mediante cómo a su entender se desarrolló el ilícito ocurrido hace casi 18 años atrás en la estación de servicio de Perón y Monseñor de Andrea; cómo se desplegaron los roles de los integrantes de la gavilla, en especial la intervención de Polich, previo, durante y posterior al “sanguinario hecho” como “nunca ocurrió en Tandil”, supo considerar sobre el doble crimen.
Efectivamente, para Eguzquiza se trató de un “fusilamiento”, dando cuenta que al decir de testigos no hubo palabra de alerta, amenaza ni resistencia alguna por parte de las víctimas, que ni siquiera tuvieron intenciones ni posibilidad alguna de tomar sus armas reglamentarias.
La descripción de cómo mataron a los custodios no era caprichosa ni perseguía un espíritu de morbo. La intención versaba sobre la calificación penal que instalaría en el debate a la hora de ser condenado en este caso Polich, como oportunamente habían sido sentenciados Jorge Agustín Fente, Mauricio Binasco, Jorge Miguel Balsas y Luciano Alfonso Davos Laffite, léase reclusión perpetua por la figura de críminis causa.
A más precisiones, a Polich se le endilgó el delito de “Homicidio agravado por haber sido realizado con el concurso premeditado de dos o más personas y por la finalidad de facilitar la consumación del otro delito -dos hechos- y robo agravado por uso de armas, en concurso real”. En efecto, para el fiscal los delincuentes tenían la clara intención de asesinar a los custodios para poder cometer el robo (las sacas con un botín de 14 mil pesos del Banco Provincia), hipótesis que la defensa iba a esmerarse en su respectivo alegato para contrarrestar.
Los testigos claves
Para el representante del ministerio público no quedaron dudas sobre la intervención de Polich en el ilícito y que fue más allá de un partícipe secundario como luego querría imponer la defensa.
Al decir del fiscal, Polich fue quien tenía conocimiento previo del movimiento de los custodios, hizo el trabajo de inteligencia siendo que era un conocedor de la barriada (su familia vivía a escasos metros del lugar del hecho) y en definitiva era el único tandilense de una banda integrada por todos marplatenses.
De hecho, señaló que precisamente fue él el que se quedó en el auto y apareció en escena cuando fue a buscar a los cómplices en medio de la balacera, ya que él era conocido en el lugar (de hecho se tapó medio rostro con una bufanda cuando estaba al comando del auto en el playón de la estación de servicio).
Para endilgarle su participación, hizo hincapié en dos testimonios que resultaron claves a la hora de la pesquisa y para relacionarlo a Polich en la escena del doble crimen.
Una familiar del acusado primero, quien fue la que atestiguó (no sin congoja por tener que acusar a un integrante de su familia) haberlo visto minutos previos al suceso merodeando la manzana en el auto Fiat blanco que luego, una vez disipada la lluvia de balazos, seguía conduciendo el rodado ahora acompañado por otros hombres en frenética corrida por avenida Perón y girando hacia calle Garibaldi.
La acusación también le dedicaría buena parte de su alocución a leer lo que fue otro de los testimonios fundamentales para la investigación que derivó en la acusación contra el ahora sentado en el banquillo de los acusados tras permanecer 14 años fugado de la Justicia.
Se trató de la mujer que ahora en este juicio no pudo declarar por su avanzada edad (86) y padecer demencia senil, pero en aquellos días no dudó en reconocer a Polich a bordo del citado auto blanco en la avenida Perón, frente a la plaza San Martín, acompañado por otros cuatro sujetos, de los cuales dos vestían muy elegantes (los hombres de traje).
La testigo también diría que vio cómo los hombres arriba del auto hablaban con cierto sigilo y que luego se dirigieron hacia la esquina con avenida España, donde vio que fueron rumbo a la estación de servicio. Una vez escuchada la balacera, la mujer acudió al lugar y observó los cuerpos tendidos bajo un charco de sangre de Montenegro y Mastronardi. A ellos también los reconoció: eran sus vecinos cuando vivía en el barrio Falucho I.
Pasados los días, la mujer se cruzaría con el papá de Polich, quien comentando sobre el sangriento suceso del que la ciudad se veía conmovida, el hombre le confió que su hijo andaba en delitos.
Los indicios
Pero el fiscal no se quedó con los dos testimonios más contundentes que pesaban contra el imputado. Luego repasó una larga lista de indicios que lo llevaban a más certezas sobre la participación en el doble crimen.
Cuando fue visto el día previo al hecho, el registro de llamadas telefónicas desde la estación de servicio a su domicilio o el de un amigo también días anteriores. Los lazos que lo unían al resto de la banda y amigos en común, como así también lo que fue la fuga y el ocultamiento que protagonizó durante 14 años, eludiendo a la Justicia con documentación apócrifa.
Al respecto el fiscal no obvió señalar que Polich se fue sorpresivamente de la casa donde alquilaba junto a su mujer y dejó a los hijos con los abuelos, cuando apenas unos días atrás había pagado el alquiler del mes, justamente a pocas jornadas -el 28 de julio- de haber sucedido el atraco en Tandil, cuando había estado con varios meses de atrasos en el pago del alquiler. De hecho, pagó con billetes de la misma nominación de los que habían sido robados en el sangriento robo.
Tras más de una hora y media, Eguzquiza daba por culminada su intervención, reiterando la calificación penal por la que había anticipado en el inicio del debate y exigiendo que se lo condene, sin atenuantes a considerar.
Los argumentos de la defensa
Al turno de la defensa, Hernández diferiría de la calificación penal del hecho y más aún sobre la autoría de su pupilo, quien siguió atentamente las exposiciones para luego verter apenas una palabras en alusión a su inocencia.
La defensora pugnó por poner en crisis las dos testigos “estrellas” de la acusación, señalando que eran contradictorias a la hora de ubicar a Polich conduciendo el auto, ya que ambas señalaron distintas zonas alrededor de la estación de servicio. Asimismo, consideró como imposible que su familiar lo haya visto manejando en plena huida desde la distancia que dijo divisarlo.
Arremetió contra ambas mujeres afirmando que no fueron contestes ni concordantes, ergo, no servían como prueba de cargo.
Ya sobre el rol de su defendido, criticó que en el presunto caso en que Polich manejara el rodado se hubiera probado que pudiera estar en conocimiento de lo que iban a perpetrar los supuestos cómplices a la hora de asesinar a los custodios.
Al respecto consideró que la decisión de matar es para el que ejecutó los disparos, no para el que supuestamente manejaba el auto, ya que podría entenderse que él -Polich- no estuviese al tanto de lo que estaban dispuestos a cometer los demás.
Hernández, también con una apasionada y didáctica exposición, buscó desterrar las conexiones que su pupilo tenía con el resto de los condenados, como propuso el fiscal, no sin dejar de mencionar la escasa probatoria que pesaba sobre las presuntas relaciones amistosas como la residencia que se dijo vivía Polich, lo que para la defensora no se acreditó.
No sin dejar de hablar sobre la inconstitucionalidad de la reclusión perpetua, la letrada pidió por la absolución y de lo contrario, si los jueces lo responsabilizaban a su defendido por el caso, debía ser condenado por partícipe secundario, una figura con una pena en expectativa sensiblemente inferior.
Hernández subrayó que no hubo críminis causa, en todo caso se trató de un robo con armas seguido de muerte, ya que no se había acreditado el dolo directo, apelando al artículo 165 del Código Penal.
“No hice nada”
Al término de los alegatos, el Tribunal le concedió la palabra al acusado, quien apenas esbozó una par de oraciones sin ostentaciones de gritar su inocencia. Más bien resignado a la suerte por venir y su actual estadía en el penal que prefería estar hasta que se conozca el veredicto.
Polich tomó el micrófono para decir que estaba en un todo de acuerdo con lo que había expuesto su abogada, para luego aclarar que “no hice ninguna inteligencia previa como quieren endilgar”. Tras una pausa agregó: “No hice nada de lo que me están acusando”.
Relaciones
En su alegato, el fiscal habló de las conexiones, las relaciones entre todos los integrantes de la banda antes, durante y después del hecho ventilado. Sin embargo reconoció que al único que no se le pudo endilgar relación alguna con los demás a lo largo de la investigación fue a Binasco. Vale reseñar que en el fallo de primera instancia en el TOC 1 local, el juez Pablo Galli votó en disidencia con sus pares José Luis Peñeiro y Guillermo Arecha sobre la autoría de Binasco en los hechos.
La testigo casual
En este último debate se ventiló el rol de una testigo clave como resultó ser la mujer que ahora padece demencia senil y fue quien reconoció a Polich. La mujer no declaró como testigo en las primeras horas del suceso. Recién apareció en la instrucción días posteriores cuando fue a la comisaría a prestarse como testigo de un robo domiciliario de una vecina. Una vez en la seccional le preguntó al oficial por Polich y el doble crimen. Allí el uniformado abrió los ojos como platos al encontrarse con una testigo que no se imaginaban y apareció casi de casualidad.
El compromiso moral
Sin dudas que una de las testigos relevantes fue la familiar del acusado, por quien se debió desalojar la sala por la angustia que le tocaba atravesar a esa testigo que tenía que complicar la situación procesal de un pariente.
En medio de su congoja, la mujer dijo que tenía un compromiso moral con su padre, quien le había dicho antes de morir que tenía que declarar y decir la verdad de lo que había visto.
Destruir la prueba
Al finalizar su alegato el fiscal casi en modo súplica le solicitó al Tribunal que una vez el veredicto, podría ordenarse la destrucción de la prueba como asimismo restituir algunos elementos a personas varias. Es que después de casi 18 años aún se guardan centenares de cassettes de las escuchas telefónicas y hasta los descerrajados zapatos de las víctimas, como las armas reglamentarias. A tal punto llega el cúmulo de elementos que uno de los Polich pidió que le restituyan un saco que le fuera secuestrado en uno de los tantos allanamientos cuando se buscaban al pariente sospechado.
La fuga interminable
Otro dato singular que surgió del juicio fue cuando el fiscal relató lo que fue la búsqueda de Polich durante los 14 años de fuga.
Vale reseñar que al año de escaparse, en 2001 fue capturado por la Policía Federal en Buenos Aires por una causa por drogas. Allí el acusado presentó un documento adulterado (se hacía pasar por un conocido de Fente) y fue puesto en libertad. A las horas advirtieron que se trataba de un hombre buscado por la policía bonaerense, pero ya era tarde, se había fugado con rumbo desconocido, hasta que 13 años después se lo encontró en Tierra Santa (parque temático religioso), también con documentación trucha.
Este contenido no está abierto a comentarios