Neuropsicología, una herramienta para el desarrollo cognitivo
El avance de las disciplinas de la neurociencias en la atención de las disfunciones cognitivas se impone como tratamiento ante los trastornos conductuales y de aprendizaje e impulsan a las instituciones educativas a implementar técnicas mindfulness. El estrés en los niños y las adicciones entre los adolescentes dificultan el rendimiento y motivan las consultas.
Dentro de las neurociencias, la neuropsicología es la encargada de estudiar las relaciones entre el cerebro y la conducta, no sólo en personas con algún tipo de disfuncionalidad neuronal sino en individuos cuyo organismo funciona normalmente.
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Como objeto de estudio contempla las lesiones, los daños o el desempeño incorrecto de las estructuras localizadas en el sistema nervioso central que llevan a experimentar dificultades en los procesos de carácter cognitivo, psicológico, emocional y en el comportamiento individual cualquiera sea la edad.
En sus orígenes, surgió como una nueva especialidad autónoma gracias a la convergencia y los aportes procedentes de disciplinas muy diferentes como neurología, biología, neurofisiología, neuroquímica, medicina nuclear, psicología experimental, farmacología, fisiología y psicología cognitiva.
Además, su carácter interdisciplinar también se debe a que los neuropsicólogos ejercen su actividad dentro de un ámbito en el que atienden el daño cerebral junto a otros profesionales como neurólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, psicólogos clínicos, trabajadores sociales y neuropsiquiatras, entre otros.
En diálogo con El Eco de Tandil, la licenciada Yanina Massa, referente en la materia, destacó la importancia de la especialidad como una herramienta de interacción que puede ser aplicada en todas las etapas de la vida, siempre que exista un síntoma detectable a partir de una disfunción cognitiva.
Un nuevo paradigma
El auge de los nuevos conocimientos relacionados a la neurociencia permitieron que esta rama de la salud sea un engranaje fundamental a la hora de abordar una diagnosis que abarca desde problemas de aprendizaje en la infancia, hasta enfermedades producidas por el desgaste cognitivo en la tercer edad.
-Licenciada, ¿cuál es el campo de acción de esta disciplina?
-La neuropsicología nace a partir de una nueva concepción científica emanada de nuevos estudios sobre el cerebro y el impacto que tiene un mal funcionamiento de este órgano en cualquier persona. Sin ir a los extremos como pueden ser las patologías más severas donde se requiere de rehabilitación o intervenciones más específicas, el cerebro puede mostrar sintomatologías muy diversas, incluso, en trastornos psiquiátricos. Desde nuestro rol y a través de una evaluación del perfil cognitivo de un paciente, se puede colaborar con un psiquiatra para terminar de consolidar un diagnóstico. También de manera interdisciplinaria ayudamos en el planeamiento de un tratamiento que se adapte a cada necesidad, sobre todo para abordar las funciones ejecutivas de una persona.
-Esta terapia, ¿puede implementarse en todas las edades?
-Totalmente, cada problemática se atiende según la franja etaria y tiene desafíos distintos siempre que exista un síntoma que pueda ser explicado a partir de una disfunción en un área cognitiva. Puede evaluarse a pacientes a muy temprana edad, donde los casos que mayormente se ven son perfiles de autismo, dislexia o alguna patología neurobiológica. En los adolescentes, priman las fallas a nivel rendimiento escolar o general, sobre todo por el impacto de las adicciones, ya sea por consumo de alcohol, psicotrópicos o la conjugación de estas sustancias. Los chicos comienzan a manifestar estas conductas a partir de las 14 años. Ya en la tercera edad, las consultas están por lo general asociadas a las neuropatologías que alteran o degeneran las capacidades cognitivas.
-En el caso de los niños y adolescentes, ¿qué rol juegan las instituciones educativas?
-En este punto, hay que destacar que hay muchas escuelas que motivan cada vez más y derivan las problemáticas hacia el ámbito psicológico por entender además el contexto familiar. Hay derivación desde otras especialidades médicas como la pediatría.
Para lograr un tratamiento exitoso, debe existir en cada caso un entorno receptivo por parte de los padres o de los integrantes de la familia, aunque por supuesto, se ve de todo. Hay espacios muy receptivos, donde se genera un compromiso pleno a partir de la confianza en el profesional que inicia un camino que tiene altibajos y que, por lo general, involucra procesos largos. Hay circunstancias en que si bien el diagnóstico es individual, el tratamiento es colectivo. De hecho, tanto en los niños como en los adolescentes no sólo hablamos de la familia sino también del entorno escolar.
-Y en particular, ¿cómo es el acompañamiento de los docentes?
-El compromiso de aquel que debe estar frente a un grado es fundamental sobre todo si se advierte que las aulas son sumamente heterogéneas. Hay muchos maestros preparados y enfocados en los chicos. Hoy un docente puede llegar a tener en el curso la mitad de sus alumnos con alguna dificultad de aprendizaje e incluso más allá de los trastornos específicos, hay chicos con disfunciones porque experimentan una sensación de vacío por padres ausentes o por falta de reglas establecidas en el hogar y por ello encuentran en ese docente un referente directo. En el otro extremo está la sobreexigencia, donde se busca estimular y llenar de contenidos e información para que ese niño se destaque por sobre el resto.
-Los trastornos cognitivos en la primera etapa de la vida ¿están por lo general ligados a lo emocional?
-Bueno, los diagnósticos que se enrolan como trastornos del neurodesarrollo (dislexia, déficit de atención, autismo) y que son los que se manifiestan en edades más tempranas son de origen neurobiológico, y si bien hay corrientes de pensamiento que lo pueden explicar desde otro lugar, la ciencia no tiene duda al respecto. El paciente llega con un déficit del neurodesarrollo que a su vez genera una serie de síntomas que permiten inferir cuál es el trastorno que padece en el área de la conducta o el aprendizaje. Luego, hay muchos trastornos conductuales que se manifiestan, por ejemplo, a través de la ansiedad y que pueden estar relacionadas a cuestiones de índole emocional y que también tienen enorme impacto a nivel cognitivo.
-¿Se diagnostican muchos casos de estrés en los más chicos?
-Sí, está muy presente y es notable como la mayoría baja su nivel de rendimiento sobre todo en este último trimestre del año. Los chicos casi no tienen tiempo de jugar porque como padres, muchas veces los introducimos en ambientes arreglados. Una práctica deportiva que insume horarios y obligaciones y que no se da de manera espontánea, sigue fijando pautas de asistencia, reglamentos, etc. Por lo general, los chicos sin trastornos específicos bajan el rendimiento escolar y empiezan a perder la motivación. En los casos con trastornos de aprendizaje, se agudiza toda la sintomatología. Por eso la intervención profesional es tan importante, máxime si se tiene en cuenta que un niño con problemas para aprender hace diez veces más esfuerzo que cualquier otro y por tanto, está diez veces más cansado que su compañero.
La tecnología como solución
El uso de los dispositivos electrónicos -smartphones, internet, redes, tablets, computadoras- abre posibilidades extraordinarias: conexión social, entretenimiento y un medio para poder acceder, valorar, producir, presentar e intercambiar información.
Precisamente este acceso y la facilidad de manejo que hoy tienen los niños desde muy temprana edad, forman parte del debate que sustenta diferentes argumentos en relación al rol que cumplen estos elementos a la hora de la socialización y el aprendizaje.
En este sentido, la licenciada Massa expresó que la recomendación de la comunidad científica estipula que antes de las 5 años no es conveniente brindar estas herramientas “porque muchas no llegan acompañadas de pautas de uso”.
Igualmente, advirtió que en casos donde hay diagnósticos que revelan problemáticas de comprensión, aprendizaje o ante ciertos trastornos, “la implementación de la tecnología sobre todo en el colegio es el mejor recurso con el que se puede contar”.
“La interacción natural que los niños tienen permite y a su vez exige, que las currículas en las escuelas apunten a implementar algunos programas para fomentar el desarrollo cognitivo en pacientes con diagnósticos que lo requieran y que se articulan como estrategias compensatorias para que puedan incorporar contenidos a su ritmo”, explicó.
La educación consciente
Con el respaldo de las neurociencias, la licenciada Yanina Massa comentó que en algunas instituciones educativas de la ciudad crece la tendencia a incorporar distintos métodos orientados a ejercitar la atención plena.
“Algunos colegios están incorporando lo que denominamos clima escolar, una práctica que se relaciona con poder generar un ambiente proclive que incentive a bajar los niveles de ansiedad en los chicos y enfocar su concentración”, explicó.
La práctica de mindfulness en el aula puede darse de diferentes maneras: por ejemplo, proponiendo un ejercicio de escaneo corporal, que supone desplazar la atención a lo largo del cuerpo para reconocer las distintas sensaciones que van surgiendo.
También se puede plantear, a la vuelta del recreo, una breve meditación con los estudiantes sentados. En mindfulness, la “meditación” está desprovista de toda connotación religiosa y debe entenderse como un entrenamiento de la atención.
Otra alternativa que se utiliza es un ejercicio de caminata consciente, que supone caminar con la atención puesta en los movimientos de piernas y pies, conectando con el momento presente.
En este punto, la profesional advierte que hay manifestaciones de ansiedad que se presentan por sobreexigencia y por no respetar los tiempos madurativos en los niños. “Hay casos en los que se exige, por ejemplo, a un nene de cuatro años que esté alfabético cuando en realidad esto genera una sobreadaptación que no contempla esperar sus tiempos”, comentó.