EL BALANCE DE LA COMUNIDAD EDUCATIVA
Enseñar en pandemia implicó reinventarse, pensar estrategias pedagógicas, dar tiempo y contención
Reinventarse, sostener, aprender, reflexionar, comprender e incluir son sólo algunas de las acciones que los docentes llevaron a cabo en el contexto de pandemia para continuar con sus clases. Algunos de ellos contaron la experiencia vivida.
Por Carolina Cordi (*)
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En el acto educativo, no sólo se incorporan contenidos o conocimientos, sino que alumnos y docentes crecen intelectual y emocionalmente en la interacción. Y es ese intercambio el que no se pudo profundizar en este contexto de aislamiento social preventivo y obligatorio. Los docentes entrevistados consideran que si bien las clases virtuales tuvieron participación, no alcanzaron a abordar la complejidad del factor humano que permitió, hasta el año pasado, la presencialidad.
La experiencia de los docentes
Ximena Bianco, docente de inicial, vivió la experiencia de enseñar en pandemia como un gran desafío: “Si bien nada reemplaza lo presencial en el aula y el vínculo con el otro, frente al contexto tuve que reinventarme y buscar diversas estrategias para continuar con el trabajo pedagógico, entre ellas, abrir las puertas de mi casa, capacitarme en lo tecnológico y asesorar a las familias para que pudieran llevar las actividades con sus hijos”. Para ella, este año se lleva muchos aprendizajes que serán de gran utilidad para crecer profesionalmente.
La docente de secundaria, terciario y universidad, Giselle Blanchiman, tuvo que improvisar con las herramientas que tenía a su alcance y aquello que sabía, e ir construyendo día a día: “Se pudieron lograr aprendizajes y otros que no hubiéramos logrado en la escuela, no sólo de los contenidos, sino de la vida escolar, de la comunidad educativa, del manejo de tecnología y herramientas virtuales que, de otra forma, no hubiésemos hecho. Lo principal que requirió este contexto fue desarrollar habilidades de organización y autonomía”.
Alejandra Di Milta, docente de música de primer ciclo de primaria, extrañó la presencia: “Esos instantes perfectos, donde la ronda parecía una ´luna aplastada´, los niños empezaban medio tiempo antes a cantar la canción, y yo me daba cuenta que aún no había dado la última afinadita a la guitarra”.
Cambió las rondas en el suelo por horas frente a la computadora y en sus clases aparecieron términos nuevos como editar, descargar, zoom, classroom, in shot, videollamada, meet. Los nuevos desafíos, en este contexto, fueron ponerse más que nunca en el lugar del otro, hacer el máximo esfuerzo por recordar las caras y corresponderlas al nombre, entre otros.
Como a tantos docentes, a Alejandra le cambió la rutina familiar, y por ejemplo relata que pedía en su casa: “Hoy saquen al perro a las 17, así grabo la canción en el mayor silencio posible”. Ella afirma que “tenemos fe en que volverán esos instantes perfectos donde reíamos a carcajadas y la risa se mezclaba con el sonido del timbre del recreo y los chicos me preguntaban si podían llevar a guardar la guitarra”.
El aspecto humano
Miguel Santagada es docente terciario y universitario; luego de haber recorrido casi 35 años en la docencia, creía que pocas novedades lo sorprenderían y lo obligarían a adoptar cambios, pero la crisis sanitaria desmintió esa creencia y, por tanto, “como todas y todos mis colegas, tuve que revisar tareas y estilos educativos que parecían inalterables”.
Santagada expresó que “quienes no tienen familiares implicados en la educación pueden creer que, como las escuelas estuvieron cerradas, este año los chicos no tuvieron clase. En realidad, sí hubo, y en muchos casos, se pudieron cumplir los objetivos razonablemente reformulados en el marco de la excepcionalidad”.
En este contexto, se produjo una rápida adaptación a los cambios, muchos hogares no contaban con conectividad ni equipamiento, y por eso las desigualdades de acceso a las tecnologías se hicieron sentir en los servicios educativos públicos, que no pudieron garantizar, en esos casos, la continuidad del vínculo con las instituciones y con los docentes, pero si bien “no hay cifras oficiales de todos los distritos, se estima que una proporción significativa de la población estudiantil logró sobreponerse a la crisis y continuó sus respectivos cursos hasta el final”.
El docente estima que la fascinación por las conexiones telemáticas no debería entusiasmarnos tanto porque “las clases virtuales redujeron el trato y la convivencia a un recuerdo borroso, especialmente para los más chicos. Para el caso de las clases grabadas, las alumnas y los alumnos ni siquiera tuvieron que compartir la simultaneidad”. Y no hay que olvidar que la comunicación educativa es de ida y vuelta: “Vemos los gestos de nuestros alumnos e interpretamos sus actitudes a medida que explicamos. Esto nos permite ajustar lo que decimos de acuerdo con aquello que la gestualidad de los estudiantes nos va indicando, reforzamos alguna idea, probamos con otro ejemplo, podemos preguntar, y ellas y ellos pueden responder”.
Para concluir, Santagada desea que “cuando pase la crisis sanitaria no se pierda de vista este aspecto humano de la actividad educativa, del que la fascinación de las plataformas podría distraernos”.
La atención a las emociones
A Valeria Sallustio, docente del área de prácticas del lenguaje en secundaria, esta situación la hizo pensar cómo modificar, en un período tan corto y de manera tan repentina, la modalidad para trabajar en casa: “Fue aislarnos completamente, dejar de mostrarnos frente a nuestros alumnos, abandonar hábitos a los que estábamos acostumbrados”.
En medio de la incertidumbre, se puso a reflexionar sobre cómo continuar promoviendo que los chicos aprendieran, cómo ser solidaria, dar cuidado, proveer equidad frente a chicos que no tenían acceso y ofrecer una nueva versión del mundo de la escuela, de los procesos pedagógicos que se vieron afectados y se llevaron a la práctica desde otro lugar. En este sentido, vio “un poco de agobio en los estudiantes por la cantidad de tareas, o por la falta de acompañamiento en las clases; recibimos cuestionamientos de los padres, entendimos sus incertidumbres”.
La profesora tiene esperanzas de que la educación tome un nuevo rumbo y aborde otro paradigma, porque “como educadores tenemos un papel de relevancia y nos responsabilizamos de los logros y los fracasos para poder llevar adelante un nuevo comienzo, con otra visión y otra organización. Quizá no volvamos a esa normalidad que conocemos; siento que hace falta una transformación, algo que nos ayude a construir la educación desde otra mirada, donde no todo es el edificio y un protocolo sanitario, pienso en una escuela abierta en todo sentido y me gustaría que la finalidad del proceso educativo tuviera un significado, pensado respecto a la auténtica felicidad del ser humano”.
Para Claudio Folgueiro, profesor de filosofía de secundario y terciario, hubo descubrimientos de otras dimensiones, más allá de lo estrictamente pedagógico: “Comenzamos a visualizar lo importante del acompañamiento de las trayectorias, la atención a los factores emocionales que potencian o desalientan la tarea diaria, la necesidad de comprender y conocer otros contextos, relaciones familiares, sociales y afectivas”.
Si bien muchos docentes siempre estuvieron comprometidos con esto último, lo paradójico fue la dificultad de establecer ese vínculo con los alumnos a partir del aislamiento. Sin eso, los procesos de construcción de saberes y de compartir conocimientos son difíciles de ser logrados, “aunque al menos, todo esto nos servirá para saber qué debemos priorizar a nuestra vuelta”.
Las reflexiones que quedaron
Federico Martín, docente de secundario y terciario del área de comunicación, siente que ni los estudiantes ni los docentes estaban completamente listos para sostener los espacios de virtualidad que fueron surgiendo, pero que encontraron formas de seguir aprendiendo juntos; en este contexto, pudieron generarse discusiones que hace tiempo venían postergando (…) debatimos mucho sobre la responsabilidad que implica ´entrar a la casa´ de nuestros estudiantes, sobre la exposición de los docentes ante las familias, del cuidado que debíamos tener para que no se nos quedara ninguno en el camino, la responsabilidad de seguir sosteniendo el vínculo, de adaptar nuestras prácticas para que fueran accesibles a todos y todas, acerca de cómo garantizar el acceso de los estudiantes a la tecnología que, para muchos de nosotros, ya era habitual, pero que lamentablemente no forma o formaba parte de sus posibilidades”.
Martín agregó que se volvió real la premisa de que no se enseña sin aprender. Además, asegura que los docentes salieron de su zona de confort y tuvieron que encontrar nuevas formas de caminar junto a los estudiantes, y eso les dio la posibilidad de explorar y de animarse a llevar adelante proyectos que venían dejando de lado.
Iván Surgé, profesor de ciencias de la educación en los niveles terciario y universitario, relató que la enseñanza bajo una modalidad no presencial lo llevó a diversas reflexiones, aprendizajes y desafíos. En este sentido, “algo que hemos conversado con otros colegas, es la evidente necesidad de bregar, como docentes, por políticas públicas que tiendan a mitigar las diferentes desigualdades al interior de los estudiantes y también de los docentes; pienso, por ejemplo, en el programa Tandil Estudia, que lamentablemente el Municipio no ha puesto en marcha. Pero también pienso en la importancia de líneas de pos formación y capacitación para nosotros, con contenidos actualizados, que brinden herramientas para pensar la inclusión de las tecnologías en la enseñanza. Como docentes, no podemos ser indiferentes frente a esto”.
Otra cuestión interesante y positiva que le dejó este año es la relacionada al compromiso que se evidenció por parte de les estudiantes que pudieron continuar sus carreras y sobre eso comentó que: “Me desempeño en varias materias de primer año y me llamó mucho la atención que los estudiantes hayan podido desarrollar estrategias colectivas de consolidación como grupo y como estudiantes de nivel superior. Por ejemplo, la realización de videollamadas entre ellos, muchos aún sin conocerse de manera física, para conversar sobre sus trayectorias, realizar trabajos o charlar sobre problemas cotidianos. Son situaciones muy importantes que nos permiten ver que, si bien la presencialidad es irremplazable, hay prácticas que pueden darse por muchas vías y con resultados muy positivos”.
(*) Docente, comunicadora y periodista.