Marcelo Zampatti quisiera regresar a Malvinas sin necesidad de pasaporte
Marcelo Zampatti es un tandilense, veterano de Guerra de Malvinas, que compartió cómo vivió el conflicto y su regreso.
Él fue uno de “los chicos de la guerra” y después, de “los locos de la guerra” y ahora es un veterano. Se fue con quince años a estudiar, trabajó como maquinista en el conflicto de Malvinas, pero regresó por su mamá. Hoy cuenta las vivencias de aquellos años, la deuda social del Estado y el deseo de poder regresar sin pasaporte. De aquellos años no sólo guarda recuerdos, sino un frasquito de tierra que le trajo un amigo de “contrabando”.
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Ser soldado
Con quince años entró a la escuela de la Marina y, con diecinueve recién cumplidos, fue a Malvinas. En ese momento lo que sabían era que “nos llevaban a una navegación de ejercicio hasta que llegó el 2 de abril y se tomaron las Islas”, explica Marcelo que “antes de la guerra sentía muchas emociones, era algo muy importante lo que estaba viviendo y no tenía idea de lo que iba a venir, todo lo que iba a pasar”.
En aquel momento, “nosotros íbamos de escoltas del buque San Antonio que llevaba la gran mayoría de los soldados. Yo estaba en un buque destructor llamado Comodoro Py”, relata Marcelo y agrega que su labor era de maquinista en las calderas.
Experiencias dolorosas
El día llegó. Miles de jóvenes como Marcelo se encontraban lejos de sus casas y cara a cara con la guerra: “Tuve muchísimo miedo y deseos de que todo se terminara, de volver a casa. Estaba en las máquinas, no sabías cuándo te iba a entrar un torpedo enemigo, porque generalmente entran por ahí, se apunta al corazón del barco”, agrega el veterano y reafirma: “El miedo es inevitable. No un miedo que te paraliza, sino de perder la vida”.
Si bien Marcelo puede contar su experiencia, hubo compañeros cercanos que no tuvieron la posibilidad de regresar con vida: “Me pasó de perder compañeros de escuela que estuvieron en el crucero Belgrano. Son cinco de ellos que recordamos y extrañamos”, explica Zampatti.
No sólo habla de miedo, sino de enojo: “Nos mentían a nosotros y a la gente. Contábamos los soldaditos que derribábamos, pero no los que nos quitaban a nosotros, ni tampoco los chicos de allá que estaban muertos de frío y no alcanzaban las municiones”.
El regreso
La guerra terminó y Marcelo pudo volver a casa: “Fue complicado, yo estaba por contrato y cuando lo cumplí, me di de baja por varios motivos, primero porque no me había adaptado a esa vida y segundo, por un motivo fundamental: mi mamá.
Las noticias de la guerra eran inciertas, esporádicas, muchas veces, falsas: “Un día, un diario de Mar Del Plata publicó la noticia de que habían hundido el buque donde yo estaba, y que había muerto, con nombre y apellido. En esa época no había celulares, mi mamá estaba trabajando y su jefe se la llevó aparte y le contó lo que había pasado, casi se muere. A la noche llegamos a Puerto Deseado, a abastecernos de combustible y de víveres para volver a salir y no tuve la mejor idea que llamar por teléfono. Casi la mato otra vez. “Después de la guerra, cada vez que yo salía a navegar, ella sufría mucho”.
Reinserción
Volver a trabajar no fue fácil: “Al principio me fue mal, he hecho mil cosas distintas. Decir que eras ex combatiente o veterano significaba que estabas loco o que ibas a causarle problemas a tu empleador. Fueron tiempos difíciles donde hice de todo”.
Dieciséis años después de la guerra, tuvo la oportunidad de ingresar como trabajador del Municipio “así que tan loco, al parecer, no estaba”, bromea Zampatti.
El reconocimiento social
Con el tiempo, la mirada que la gente tenía respecto a Malvinas y los veteranos fue cambiando: “Somos argentinos, no sirve que salgas subcampeón, hay que salir campeón y si te venden que venís ganando la guerra y de un día para el otro decís ‘Argentina se rindió’, el común de la gente no va a entender”, explica Marcelo y agrega en un tono esperanzador: “Después la gente tomó conciencia y hoy en día notás el afecto y mucho, en todos los actos, los desfiles; cuando pasamos los veteranos, se nos da mucho aliento, es más que especial”.
El Estado les brindó una pensión económica, pero nunca les dio atención psicológica. En este sentido, Marcelo expresa que: “murieron muchos soldados en la posguerra como en la guerra, había gente que se suicidaba, eso también tiene que ver con falta de un Estado presente”.
Volver al pasado
Respecto a la posibilidad de regresar a las Islas, ganas no le faltan, pero como están dadas las condiciones, prefiere no ir y sostiene que: “Si quiero ir a Córdoba, no necesito pasaporte y si considero que las Islas son argentinas, no quiero tener que presentar un pasaporte. He tenido compañeros que han ido y no te dejan traer ni una pajita, ni un pedacito de turba malvinera”.
Sin embargo, un compañero “agarró unos borceguíes y simuló que se había embarrado y los metió en una bolsa. Cuando volvió, sacó el barro y hoy tengo en casa un frasquito, un tubo de ensayo con tierra de Malvinas”, narra Marcelo.
Nota de Eliana Nielsen, alumna de Práctica Profesional I de la Tecnicatura en Comunicación Social, ISFDYT 10, Tandil.