La huella de las alpargatas
EMPEÑADO EN ARRANCAR LA CONFESION DE LA AUTORIA DE UN PRESUNTO CRIMINAL CON LA PRUEBA DE LAS PISADAS DE LAS CHANCLETAS, UN COMISARIO NO PUDO CONTRA LA NEGATIVA DEL ACUSADO QUE PUDO PROBAR QUE EL UNICO CALZADO SIMILAR QUE TENIA, ERA EL QUE LLEVABA PUESTO.

Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn medio de una tranquilidad absoluta transcurría la madrugada del viernes 2 de octubre de 1936 en Tandil. En la modesta casa quinta ubicada en el sector Este de la ciudad, la que habitaba Carlos Vismara con su familia, solo el canto rítmico de los grillos frotando sus alas y el incesante croar de las ranas en una laguna cercana, interrumpían el silencio de la noche. Habían transcurrido apenas dos horas y media del nuevo día, no obstante, cuando los perros, atados como de costumbre, comenzaron a ladrar intensamente dando a entender que algo raro ocurría.
Y no se equivocaban los fieles custodios de la vivienda, ya que luego de forzar la puerta de la cocina con un corta fierro y a golpes de martillo, dos sujetos dispuestos a apoderarse de lo ajeno, habían embolsado yerba, café, azúcar, latas de conserva, todo lo que iban encontrando al alcance de sus manos.