Ditella, silbato o banderín por las canchas del país
Es uno de los tandilenses que tuvo presencia en el fútbol nacional. Asegura que "el arbitraje viene conmigo" y se mantiene vigente a través de una asociación independiente. Torneos locales, el Monumental y los campeonatos amateurs; ámbitos que recorrió con la misma pasión de siempre.
Gustavo Ditella es de esos personajes indispensables del fútbol. Desde su lugar de árbitro, irrumpió en el ámbito local en la década del ’90 y en poco tiempo alcanzó los torneos federales. Estuvo vinculado a AFA durante diez años y eso lo llevó a tener mucha participación en partidos de Primera B Nacional e incluso algunos de la categoría superior.
Recibí las noticias en tu email
Un recorrido amplio, que le permitió vivir desde adentro un ambiente que la gran mayoría de los futboleros observa desde afuera.
Hoy, aún relacionado con la actividad que abraza con pasión, repasó con este Diario parte de su recorrido deportivo.
-¿Cómo se dio tu primera vinculación con el fútbol y el arbitraje?
-Con el fútbol, a los seis o siete años jugando en Independiente, con el “Gallego” Menchón y Pedro Latorre. Al poco tiempo pasé a Gimnasia, donde estaba Miguel Cuesta. Hice todas las inferiores y llegué a Cuarta, hasta que me tocó compartir plantel con un arquero mucho mejor que yo, Germán Groppa, y me di cuenta que eso no era lo mío. Jugué algún partido en Tercera, pero no tenía condiciones.
Y el arbitraje viene conmigo. Cuando era chico, iba a jugar al básquet e Santamarina y me quedaba a dirigir las categorías más chicas que se entrenaban después. En la Escuela Técnica, cuando jugábamos al handball, me ponía a ayudarlo a “Pocho” Islas. También empecé a hacer el curso de vóley, con Rubén Jarque.
-¿Y cómo se dio probar con el fútbol?
-Tenía un compañero de trabajo que dirigía inferiores y me invitó a sumarme. Hice el curso en la Liga Tandilense de Fútbol y me enamoré del arbitraje. Nunca más paré.
-¿Rápidamente empezaste a tener partidos?
-En aquel momento, tras el curso, había que estar un año sin jugar, yendo a la cancha con el instructor. Sin embargo, en mi caso, lo terminé en marzo del ’93 y ya en noviembre tuve dos partidos, uno de asistente y otro de árbitro. Recuerdo esa primera vez, Gimnasia 4-San José 1, en inferiores, clase ‘81. Fue muy importante para mí.
-¿Había referentes que te ayudaban en aquellos tiempos?
-Sin dudas, el más importante fue Roberto Blanco. Tuve la suerte de dirigir con él. Fue un precursor del arbitraje tandilense, el primero en llegar a AFA y el que nos marcó el camino a todos los demás. Era cuestión de mirarlo y aprender.
-¿Tardaste mucho tiempo en llegar a Primera División local?
-No. Arranqué en el ’93, hice toda la escalera de inferiores en el ’94 y debuté en Primera a fines de ese mismo año, en un Loma Negra-Velense, en Barker, mientras las finales se jugaban en Tandil. Como el paso de todo árbitro, se arranca con un partido sin mucho en juego.
-Ibas ascendiendo de manera rápida.
-Sí, y en el ’95, tras haber dirigido unos diez partidos, entré en la tabla de méritos. En ese mismo año debuté en Argentino A y Argentino B como asistente; y en el ’96, como árbitro principal en Argentino B. En esos tiempos no había división tajante entre ser árbitro o asistente.
-¿Cómo eran esas categorías del interior?
-Muy competitivas, con equipos que aspiraban a llegar bien lejos. Me tocaron varios partidos importantes, clásicos regionales y una final de Argentino A entre Tiro Federal de Rosario y Luján de Cuyo de Mendoza.
-¿De ahí pasaste al Nacional B?
-Hasta el Argentino A, jugaban los árbitros de Liga. De ahí para arriba, lo hacían los árbitros de AFA. La propuesta de ellos fue para que me sumara como asistente, yo tenía 30 años y acepté. Me tocó ser línea en el Nacional B y en cuatro partidos de Primera. Fueron diez años continuos, desde 2003, en los que la pasé muy bien.
-¿Quién fue el árbitro con el cual hicieron la carrera juntos?
-Con el pampeano Juan Klein hicimos toda la carrera juntos, desde el curso nacional.
-¿Ese curso nacional era exigente?
-Primero, era muy difícil entrar. Fuimos ciento veinte al examen de ingreso en Santa Fe, para pruebas físicas y técnicas. Quedamos sesenta. Ahí nos avisaron que iban a egresar un máximo de diecinueve. Lo que ocurría era que ellos buscaban solamente árbitros para Primera y Nacional B. Más adelante se amplió, porque buscaban para Argentino A y B. Y ahora también forman para las Ligas. De los dieciocho que egresamos esa vez, catorce o quince llegamos a Nacional B y alrededor de ocho a Primera. De ellos, el que llegó a internacional fue Saúl Laverni.
-¿Hay buen compañerismo en esos niveles?
-Hay trato y buenas relaciones, como en todo grupo. Pero la realidad es que se trata de una competencia, en la cual unos avanzan y otros quedan en el camino.
-¿Cómo era tu preparación y en quienes te respaldabas?
-El respaldo familiar era fundamental, como en todas las actividades, lo fue durante toda mi carrera. Y en la preparación física, siempre conté con Marcelo García y Karina Cura, del gimnasio Salus.
Categorías fuertes y el cielo en las manos
-¿Te tocó dirigir un Nacional B muy fuerte?
-Sin dudas, porque en Primera había veinte equipos y en Nacional B otros veinte. Te encontrabas con formaciones llenas de buenos jugadores, en Belgrano, Talleres, Instituto, Olimpo, Aldosivi, Rafaela, Defensa y Justicia, Godoy Cruz, los tucumanos… Más los equipos que bajaban de Primera.
-¿Era muy difícil saltar a la categoría superior?
-Extremadamente difícil. En Primera eran veinte árbitros asistentes por fecha, diez de la Asociación Argentina de Árbitros y diez del Sadra. De esos diez, teníamos cinco internacionales que estaban fijos. Había otro par que también iban siempre, por sus condiciones. Quedaban apenas tres lugares para el resto. Ya jugar Nacional B era muy difícil.
-¿En ese contexto te tocó pasar por Primera?
-Sí, fueron pocos partidos, cuatro. En Nacional B estuve en ciento ochenta y cinco.
-¿Quiénes fueron árbitros principales en esas cuatro ocasiones?
-Dos veces con Mauro Giannini, una con Federico Beligoy y otra con Javier Ruiz.
-Entre ellos te tocó ir al Monumental. ¿Qué sensaciones te dejó estar en la cancha más importante del país?
-Fue algo hermoso que me regaló el arbitraje, como tocar el cielo con las manos. Además soy hincha de River, aunque la gente se enteró de eso después que dejé el arbitraje, al igual que de Santamarina.
-¿Cómo fue ese partido?
-Fue contra Atlético Tucumán, en 2009. De entrada hizo el gol Gigliotti y River lo dio vuelta en el segundo tiempo, con goles en el sector que me tocó estar a mí. Tengo grabado ese partido y nunca lo miré. Es un buen recuerdo, pero es algo que ya pasó.
Trabajo y esfuerzo
-¿Cómo te definirías como árbitro?
-Creo que tuve condiciones medias, limitadas, pero le aporté mucho trabajo y esfuerzo.
-¿Con quienes te tocó compartir y al que le vieras condiciones superiores?
-Cuando Horacio Elizondo estaba como director, decidió armar ternas fijas o que se modificaban levemente. Por eso, me tocó con Giannini o con Pitana en la mayoría de los partidos. Una vez que Pitana se empezó a desarrollar, demostró ser un árbitro descomunal. Y “Nacho” Baliño también, es uno de los mejores que me tocó acompañar, unas condiciones inconmensurables. Debutaba en una nueva categoría y lo hacía con total naturalidad, no le pesaba la situación.
-¿Es más sencillo arbitrar en categorías superiores, gracias al nivel de juego?
-Cuando el jugador es profesional y la pelota rueda por el piso, es más fácil dirigir. Pero también la exigencia es mayor y los errores quedan en evidencia.
-También debe notarse la diferencia con categorías amateurs, en cuanto a la estructura de canchas y demás.
-No sé ahora, pero en la época que me tocó estar en Argentino A y B, algunas canchas eran muy complicadas. Lugares en que la policía era hincha del equipo local y no te ayudaba en nada. También otras que eran todo lo contrario, buena gente y la mejor actitud.
-¿Te tocó vivir alguna complicada?
-Varias, alguna por ejemplo en Villa Mitre de Bahía Blanca. Desapareció la policía, entraron hinchas, tuvimos que llamar para que nos vengan a auxiliar. En categorías superiores, eso no sucede.
De Valverde a Ortega y Gallardo
-¿Qué jugadores de cada categoría que dirigiste te impresionaron especialmente?
-Empiezo de abajo hacia arriba. En torneo Argentino B, Jorge Valverde y Pablo Arriagada, un chico de Bella Vista de Bahía Blanca que jugaba con Rodrigo Palacio. La figura de ese equipo era Arriagada. Él y Valverde son de esos jugadores que no te explicás por qué no jugaron en Primera.
En Argentino A, Pablo Corti, de Aldosivi; “Pescadito” Paz, “Tapita” García; el “Diablo” Monserrat en Racing de Córdoba, entre otros. Al “Diablo” era un placer dirigirlo, hablaba conmigo y les tenía prohibido a los compañeros que hicieran lo mismo. Y dos tandilenses, Leonel Martens y Cristian Pérez. A “Leo” lo dirigí cuando él fue a Córdoba. Cristian, en Aldosivi, era pibe y jugaba de marcador de punta, de “5”, de volante y de punta. Un fenómeno.
En Nacional B, tuve la suerte de dirigirlo cuatro veces a Ariel Ortega, cuando fue a Independiente Rivadavia de Mendoza. Un crack total. Otro que me sorprendió, compañero suyo en ese momento, fue Osvaldo Barsottini. Tuvo un crecimiento impresionante, caudillo en Instituto y en Gimnasia. A “Pucho” le pedía la camiseta siempre, así que tengo de todos los equipos en que jugó.
-¿Y en Primera?
-Marcelo Gallardo. Estaba en ese River de 2009, dentro de un plantel que no era de los mejores. Se notaba su calidad.
Mirar para adelante
-¿Cómo surgió la idea de formar una asociación de árbitros?
-Cuando tenía 41 años, sabía que pronto se terminaba mi vínculo con AFA. El irremediable paso del tiempo. Cuando me bajaron de categoría, me contacté con Cristian Okada y Andrés Andraca, con quienes habíamos compartido mucho en Tandil. Empezamos a dirigir torneos amateurs. Uno del “Pato” Carricart, los domingos a la mañana; después otro en Sans Souci. Cuando la demanda de trabajo empezó a subir, empezamos a buscar más gente y se formó la agrupación Árbitros Independientes de Tandil.
-¿Qué condiciones buscan?
-En primer lugar, buenas personas. Se sumó Marcelo Ferragine, Sebastián Bortolotti cuando volvió de España, entre otros. Somos alrededor de veinticinco y llevamos diez años.
-¿Qué torneos dirigen?
-Tenemos fijos el Senior de Unicen, la Copa Cosa de Serranos, los torneos de La Rejunta, La Chacra, los organizados por la cancha de Independiente y los de Alberto Arozarena. Después, circunstancialmente hay otros durante el año, como también los amistosos de pretemporada de Santamarina.
–¿Hay cursos para mejorar el nivel?
-Nosotros no formamos árbitros, al menos por ahora, por falta de tiempo y de ganas. Tomamos gente que tenga conocimiento y, sobre todo, que sean buenas personas y responsables.
-¿Se ven muy perjudicados por la inactividad actual?
-Sí, aunque ningún árbitro vive exclusivamente del fútbol, salvo el internacional. Siempre trato de dar ese consejo a los más chicos, que tengan otra actividad laboral. Por más que seas profesional del arbitraje, eso te asegura el pago de dos partidos por mes. Una lesión o cualquier circunstancia te deja fuera de la cancha.
-¿Mantuviste esa premisa cuando eras profesional?
-Sí, estando vinculado a AFA trabajé en Fuerza Aérea y tenía el kiosco de revistas, en Maipú casi Rodríguez. Cuando logré mucha continuidad, tuve que venderlo, pero siempre mantuve alguna actividad paralela. Trato de inculcar esa experiencia.