Que en todas partes del mundo es posible encontrar un tandilense, parece una verdad que se demuestra con frecuencia.

En este caso, Dakota del Sur es el lugar de residencia de Federico Dusini, joven que se proyectó desde esta ciudad para encarar los dos proyectos que actualmente ocupan su tiempo, uno académico y otro deportivo.

Estudiante avanzado en la Universidad Dakota Wesleyan, en la pequeña ciudad de Mitchell, también integra la formación de fútbol que compite con otras casas de altos estudios. Desde su puesto de arquero, en aquellos territorios que siglos atrás contenían a los pueblos sioux, va abriéndose camino en ambas facetas.

Dusini prepara el mate, infaltable en su cotidianeidad. “Cuando vengo de Argentina, traigo más yerba que ropa”, asegura entre risas mientras inicia el diálogo con este Diario, para dar a conocer un poco más de su historia.

-¿Desde cuándo estás en Estados Unidos y cómo llegaste?

-Estoy desde agosto de 2019. Conseguí una beca deportiva para venir a jugar al fútbol, y después una académica. Ahora estoy con las dos, estudiando y jugando.

-¿Cómo obtuviste la beca deportiva?

-Había unas pruebas en Buenos Aires, armadas por una empresa que se dedicaba a traer técnicos de Estados Unidos para buscar futbolistas. A su vez, los partidos se transmitían para que los vieran entrenadores de las universidades. Fui a probar una semana y tuve la suerte de ser reclutado por la Universidad de Islas Vírgenes. No es solamente el fútbol, sino que tenía que cumplir otros requisitos, un buen promedio de secundario y saber inglés.

-¿Cómo estabas en esos aspectos?

-El promedio de secundario lo cumplía, yo estudié en el Colegio San José y me iba bien. Con el inglés no tanto, era una materia que no me gustaba y me costaba mucho. Cuando quedé seleccionado, me pidieron que aprendiera bien el idioma o no iban a aceptarme. Preparé el examen en tres o cuatro meses, muy poco tiempo para tanto aprendizaje, pero lo saqué adelante. Fui a rendir a Mar del Plata y aprobé.

-¿En qué club jugabas en Tandil?

-En Tandil atajé siempre en San José. Cuando tenía 16 años, en el Latinoamericano de Mar del Plata, fui con un seleccionado que hizo Balcarce para jugadores de la zona. Quedé en esa ciudad, en Primera División en el club El Riojano, después tenía la posibilidad de ir a Banfield y me rompí los meniscos de la rodilla. Me recuperé bien, pero ya no quería competir. Cuando me salió esta oportunidad de Estados Unidos, estuve durante diez meses en Independiente, que me permitió prepararme en el club y agarrar ritmo. También me ayudaron mucho “Tony” Bertoya y el “Mono” Ijurco, con quienes me entrené siempre.

-¿Qué compañeros tuviste en San José que hayan llegado a Primera o estén jugando?

-Soy clase ’98 y compartí con “Tomy” García, “Juampi” Flores, “Juanse” Altamiranda, que es ’97. Después, cuando subió Bernardo Altamiranda; con Lucas Sánchez, que más adelante jugó en Santamarina; “Leo” Castillo; Joaquín Barreyra, otro chico que jugaba muy bien de central; entre otros. Desde chico, me entrenó Jorge Solimanto.

-¿Cómo fue llegar a Islas Vírgenes?

-Estuve a prueba desde agosto a diciembre, para ver cómo me iba. Islas Vírgenes es territorio de Estados Unidos, cercano a Puerto Rico, en el Caribe. Jugábamos en la Conferencia de Florida, por lo cual teníamos que viajar fecha por medio para ser visitantes. Me fue bien y ahí sí conseguí la beca académica.

Desde enero de 2020 ya era etapa de pretemporada, porque es una época en que no se practican deportes al aire libre, por el clima. Hasta que en marzo llegó la pandemia y me tuve que volver a Argentina. Cerraba todo, incluso las universidades, y yo no tenía donde quedarme.

Estudio a distancia

-De vuelta en Argentina, ¿qué objetivos tenías en medio de tanta incertidumbre?

-Por suerte, me dieron la oportunidad de seguir estudiando desde mi casa. Cursaba normalmente, con la particularidad de que estaba en Argentina estudiando en una universidad de Estados Unidos.

Estuve algo más de un año en esa situación, hasta que se levantaron las restricciones. Me tuve que cambiar de universidad, porque la de Islas Vírgenes estaba complicada con el presupuesto y eligió sacar todo el fútbol masculino. Esa fue una de las consecuencias de la pandemia.

-¿Ahí aparece la posibilidad de Dakota?

-Yo mandaba correos a todos los técnicos que conocía, para ver quién podía necesitar alguien en mi puesto. El reclutador de arqueros de Dakota era argentino, se hizo el contacto, vieron videos, tuvimos entrevistas y aceptaron. Vine en agosto del año pasado.

-¿Qué carrera estudiás y en qué tramo de ella estás?

-Es la Facultad de Negocios y la carrera que estudio puede considerarse similar a lo que en Argentina es Administración de Empresas. Estoy en el último año, si todo va bien me recibiré en mayo próximo.

Me ayudó el sistema, muy eficiente, que me permitió hacer valer la mayoría de las materias rendidas en Islas Vírgenes.

-¿Cómo es un día tuyo? ¿Cuánto le dedicás al estudio y cuánto al deporte?

-Los días son bastante rutinarios. Vivo en la universidad, arranco a las 7 de la mañana para cursar de 8 a 12 aproximadamente. Después nos dan el almuerzo y a las 2 de la tarde entrenamos en gimnasio, durante una hora. De ahí vamos al complejo, para las prácticas de fútbol que terminan alrededor de 5 y media. Volvemos a cenar y me voy a estudiar a la biblioteca de la Universidad, hasta antes de dormir.

A su vez, conseguí un trabajo para hacer unos pesos. Son unas diez horas semanales, primero en la cafetería y ahora en la parte deportiva audiovisual, cubriendo otros deportes. Filmo partidos o paso la data, para actualización de la página que sigue todas las actividades.

-¿Cómo definirías el nivel futbolístico que encontrás en la competencia universitaria?

-Primero, lo defino como muy físico. Te encontrás con gente fuerte, chicos de 18-19 años muy desarrollados y con gran capacidad atlética. Me costó adaptarme a eso. Con la pelota, los distintos son los sudamericanos y algún que otro europeo, que pueden hacer una gambeta o tienen “buen pie”.

-¿Se nota el que “tiene potrero” y el que no lo tiene?

-Exactamente, ahí se marca la diferencia, dependiendo el lugar del que venga cada uno, porque hay estudiantes de todas partes del mundo. Nosotros tenemos dos centrales que son gigantes. Uno es un estadounidense de 1,90; al que no le pasa nunca una pelota por arriba ni por abajo. Y el otro es un sudafricano con estilo diferente, también alto, pero que puede salir jugando a ras del piso.

El corazón en el sur

-¿Cómo es el lugar en que vivís?

-La ciudad se llama Mitchell, en Dakota del Sur. Como tantos otros, es un lugar construido alrededor de su principal fuente económica, que en este caso es la universidad. Son algo más de quince mil habitantes, pero tiene de todo.

En esta zona, cada veinte o treinta minutos hay un pueblito. Y la ciudad grande más cercana, que está a una hora, es la más grande del estado, Sioux Falls. Tiene un poco más de población que Tandil.

-¿Qué proyectás para cuando termines la carrera?

-Una opción es intentar seguir jugando al fútbol, yendo por algo más fuerte. La otra, volver a Argentina con título en mano.

-¿La parte afectiva puede inclinar la balanza para la segunda de ellas?

-Seguro, yo extraño mucho. Tengo mis viejos en Tandil, mi novia en Buenos Aires y todos mis afectos en Argentina. Veremos, tengo algunos meses por delante para ir analizándolo y dependerá de las oportunidades que aparezcan.

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Estudia en Estados Unidos y ataja para el equipo universitario. Una historia de capacidad y esfuerzo, que va desde San José a Dakota del Sur.