Luciano Ortubia: “Voy a poder llevar una vida normal”
El juvenil de Uncas estuvo al borde de la muerte después de sufrir una fractura de cráneo por una patada en un partido de rugby, pero a dos meses del incidente se muestra totalmente recuperado. Contó con detalle lo que sucedió aquel día y la marcha de su rehabilitación.
El 19 de mayo último, el drama amenazó con convertirse en tragedia para la familia Ortubia. Luciano, su hijo mayor de 16 años, sufrió una agresión durante un partido de rugby juvenil y a partir de ese instante comenzó a luchar entre la vida y la muerte, en manos de los cirujanos del Hospital Ramón Santamarina. Ese día, sin saber lo que había pasado, Andrea, su mamá, comenzó a sentir un malestar, un fuerte dolor de estómago. Un mal presentimiento, su instinto de madre, algo le decía que Luciano estaba en problemas. Lo llamó al celular, no tuvo respuesta.
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Ese domingo era el cumpleaños de su abuelo, pero a pesar de la insistencia de Alejandro, su padre, “Lucho” no quiso faltar al partido con sus compañeros de Uncas frente a Biguá, por el torneo de M17 de la Unión de Rugby de Mar del Plata. “¿Para qué me entreno cuatro veces por semana?”, le dijo firme, y quedó en que lo pasaran a buscar por el club más tarde.
Pero todo salió mal. Un partido extrañamente agresivo para lo que es una categoría juvenil, una patada de un jugador de Biguá en la cabeza de “Lucho”, y una fractura de cráneo que lo mantuvo nueve días en terapia intensiva, al borde de la muerte.
Hoy, Luciano luce con una evolución notable, se expresa y se mueve sin problemas, haciendo una vida normal después de unos primeros días en los que los pronósticos eran pesimistas con respecto al riesgo de vida o a una buena recuperación. Después de las vacaciones retomará los estudios de cuarto año de la escuela de Comercio, y de a poco va retomando sus actividades.
Había comenzado a jugar al rugby el año pasado. Acompañó a un amigo a un partido, y enseguida supo que quería sumarse. “Cuando vi el partido dije: ‘Yo tengo que jugar a esto’. Me encantó. Me costó al principio aprender, pero de a poco le agarré la mano, y este año jugué casi todos los partidos. A pesar de todo, me sigue gustando mucho el rugby, lo tomo como un pasatiempo, voy al club, a ver a la Primera, la paso muy bien con mis amigos”, cuenta Luciano, que recuerda cada detalle de lo que pasó esa tarde en cancha de Uncas: “Me acuerdo todo hasta que empecé a tener convulsiones. Era un partido que venía complicado. Había golpes a destiempo, tackles altos, pero el árbitro nunca les llamó la atención, nos decía que juguemos. Siempre se juega fuerte en M17, pero nunca tan desleal. Se notaba que el partido se había ensuciado”.
-¿Cómo fue el momento del golpe?
-Con el chico que me pegó ya habíamos cruzado algunas palabras. Jugaba de wing enfrente mío. En esa jugada, encaré, me tacklearon y cuando giré en el piso para presentar la pelota sentí que me pegó la patada. No lo vi directamente, pero me di cuenta que había sido él. Me levanté, lo miré, y me hizo una sonrisa, como burlándose. Sentía como un dolor cada vez más fuerte, un pinchazo, pero me puse en mi posición para seguir jugando. No iba a salir porque quería estar otra vez frente a frente con el que me pegó.
– ¿Cómo te sentías en ese momento?
-Ya me sentía un poco raro, pero quería cruzarme de nuevo con el que me pegó, pero no para agredirlo, sino para meterle un buen tackle. Cuando faltaban 15 minutos o menos para terminar, el entrenador de ellos lo sacó, y ahí pedí el cambio yo. No quería jugar más y me senté al costado de la cancha. Cuando fui a la ronda que hacemos cuando termina el partido empecé a sentirme peor. Notaba que no podía hablar bien, decía cosas sin sentido. Ahí los entrenadores me hicieron sentar en el piso y acostarme. En ese momento sentí como una presión muy fuerte en la cabeza y me quise levantar, pero no me dejaron, me agarraron para que no me moviera. Empecé a forcejear un poco con ellos y eso es lo último que me acuerdo.
-Te despertaste varios días después en terapia intensiva.
-Cuando me desperté, no tuve que preguntarle a nadie lo que me había pasado, ya sabía todo, me acordaba de todos los detalles. Lo que sí me contaron fue todo lo que se había generado con lo que me pasó. El apoyo de mis amigos, del club, de la gente en general de Tandil. Todavía tengo que agradecerle a muchos por cómo se movilizaron. Me llegaron videos y saludos de todas partes, de gente que no me conocía y pasaba por el hospital a darme fuerzas. Dejaban cartas, saludos, hasta comida para los que estaban esperando afuera. Gente que se sumaba a las cadenas de oración sin saber quién era yo. Fue impresionante.
– ¿Cómo fueron los primeros días después de salir del hospital?
-Complicados. No tenía dolor, pero estaba un poco contrariado por no poder moverme con normalidad, por no poder hacer nada. Después fui entendiendo que tenía que tener paciencia, los médicos me dijeron que iba a ir mejorando de a poco y ahí me tranquilicé. Fui haciendo ejercicios cada vez más fuertes, hice kinesiología y enseguida noté los progresos. Ahora estoy moviéndome con total normalidad. Me falta un poco de motricidad fina con las manos, pero lo estoy trabajando con una terapista que me ayuda mucho. Cuando fui al primer control, el médico se sorprendió de que estuviera caminando con normalidad. Me dijo que estaba vivo de milagro. Que la vida me había dado una segunda oportunidad y que la tenía que aprovechar al máximo. Voy a poder llevar una vida normal. Lo único que no voy a poder hacer es bucear y tirarme en paracaídas.
-¿Pensaste si te gustaría volver a jugar?
-Voy a necesitar más de un año para estar en condiciones de hacer un deporte, y por eso no creo que vuelva a jugar al rugby. Ya se termina la etapa de juveniles, es otra exigencia física. Y yo siempre lo tomé al deporte como un pasatiempo, para no estar en mi casa sin hacer nada. Antes del rugby había hecho boxeo en un gimnasio cerca de casa. Me gusta mucho ver las peleas y practicarlo.
La buena recuperación, la ausencia de secuelas neurológicas y la proyección de retomar una vida normal no alcanzan para que Luciano se olvide de la agresión. Todavía le cuesta procesar que un chico de su edad le haya dado un golpe intencional y no le encuentra explicación: “Todavía no entiendo mucho por qué lo hizo. No sé si fue a propósito, si tuvo la intención de lastimarme. Mi sentimiento es de bronca. No esperaba que me pida disculpas o me llame, y ya no creo que lo haga. Si fue capaz de pegarme una patada así no creo que dé la cara en algún momento. De todas maneras, a esta altura si me llamara no lo atendería, ya es tarde para disculparse. No sé si sigue jugando, hace un par de semanas mi categoría tenía que jugar contra Biguá en Mar del Plata, pero nadie quiso ir y el equipo no se presentó. Ya está, yo me quedo con lo que hicieron mis compañeros. Se portaron genial. No podía creer cuando me contaron que dormían en los pasillos los primeros días. Me emocioné mucho cuando volví al club a verlos jugar. Ellos fueron muy importantes en mi recuperación”.