Entre los valores del fútbol tandilense de la década del ’80, Marcelo Russich tuvo un lugar preponderante. Desde su aparición en Deportivo San José, mostró condiciones como para trascender a otros niveles.

El “Ruso” se destacó en el ámbito local y tuvo su pico entre 1983 y 1984, cuando integró los equipos de Racing de Gardey y Ramón Santamarina, respectivamente. Ambos, campeones tandilenses invictos y con sobresalientes campañas posteriores en el Regional.

La participación de Russich fue por demás relevante. En Racing, jugó 18 de los 20 partidos del torneo del ‘83, y anotó 5 goles. En Santamarina, al año siguiente, sus números fueron similares. Participó en 17 de los 18 encuentros y llegó a la red en 4 ocasiones.

Una lesión condicionó su proyección y dejó el fútbol demasiado pronto. Hoy, repasa esa trayectoria que le dejó alegrías y amarguras.

-¿Dónde fueron tus comienzos?

-Empecé en Independiente, con Enrique Torres, donde jugué en Séptima y Sexta. Cuando él se fue a San José, varios chicos lo seguimos. Estaba en Quinta y el técnico de Primera, Miguel Cuesta, me convocó junto a otros tres compañeros para entrenar con los grandes. Teníamos 16 años.

-¿Eso era en Primera B?

-Claro, el torneo de ascenso. En San José jugaba Raúl Sommi, uno de los mejores futbolistas que vi en Tandil. Y te encontrabas con jugadores de alrededor de treinta años. Hicimos buenas campañas, aunque no logramos el ascenso. Un duro rival era Moreno y Arana, que nos ganó un partido con dos goles sobre el final. Fue medio “de prepo”, te llevaban por delante. Por esos tiempos, Jorge Pérez era presidente de San José, me dijo que me iba a dar la posibilidad de jugar en la A y así fui saliendo a préstamo.

-¿De chico ya eras volante?

-Yo empecé de “5”, hasta que Miguel Cuesta me puso de “8”. Más adelante, el “Conejo” Tarabini fue el primero que me ubicó en función de enganche.

-¿Tu primer club en la A fue La Movediza?

-Sí, un equipo muy bueno. Estaban Altamirano, Alberto Rodríguez y Lucarno, que venía de Aldosivi de Mar del Plata; además de los jugadores del club. Quedamos a un punto de Santamarina, que fue campeón.

De ahí fui por primera vez a Racing de Gardey, ya con Tarabini como técnico. Y después, en el ’82, me sumé a Ferro.

Ferro 1982 — Una formación de Ferro, en 1982. Arriba: Pollak, Ducca, Russich, Turchi, Mauricio Fernández y Curuchet. Abajo: “Tatuna” Braile, Sisa, Alain Martínez, R. Rodríguez, “Amarillo” López y Arbulu.

-¿Cómo fue ese paso?

-Muy importante para mí, porque llegué a un grande de Tandil. Jugaban Ducca, Pollak, Curuchet, Tripiana, Turchi, Néstor Díaz y recién empezaba el “Amarillo” López, entre otros chicos del club. Nos dirigía el “Diente” Arozarena, muy buen entrenador. Salimos segundos, atrás de Independiente.

-Te diste el gusto de ser campeón al año siguiente, en Racing.

-Claro, me llevó nuevamente el “Conejo” y tuve una de las experiencias más lindas que me dio el fútbol. Un equipo por el que nadie daba mucho, pero que terminó ganando el torneo local de forma invicta y con gran campaña en el Regional, ya con importantes refuerzos locales.

Racing 1983 — Racing, campeón de 1983, en el estadio San Martín. Arriba: Presa, Quintela, “Tato” Medina, Rodolfo Erviti, Fava, Gamalero, Canessa, Chazarreta, Maldonado, Ibáñez y Emilio Russich. Abajo: Julio Pérez, Marcelo Russich, Gerardo Villar, Manga, Aníbal Tarabini, Jorge Villar, Daniel Tarabini, Franco y Daniel González.

-¿En ese Regional pagaron caro no tener demasiado recambio?

-Sin dudas, además se jugaba mucho domingo y miércoles. Llegamos a competir de igual a igual con Olimpo de Bahía Blanca, que tenía una estructura profesional y que terminó llegando al Nacional. Ellos nos superaron ampliamente en Tandil, pero aguantamos el cero gracias a “Tato” Medina y terminamos ganando 1 a 0.

-¿Era un equipo formado bajo el sistema de cooperativa?

-Pocos días antes del Regional, nos dijeron que íbamos a cobrar lo mismo que en el torneo local y nos opusimos. El “Conejo” tuvo otra propuesta. Jugábamos por los mismos premios, pero si pasábamos la primera rueda, las recaudaciones del cuadrangular iban a ser para nosotros. Nadie creía que podíamos clasificarnos. Lo logramos y en la última ronda tuvimos esa ganancia.

-¿Santamarina, tu siguiente club, tenía otra organización?

-Totalmente, ahí solamente nos teníamos que dedicar a jugar. En Tandil, llegar a Santamarina es tocar el cielo. Su camiseta tiene un peso muy grande. Yo sabía que en Racing había jugado bien, pero ahí tenía que demostrarlo y mantener el nivel. Representa una mayor obligación, porque los rivales hacen un esfuerzo más grande para ganarte.

-¿Sentís que lograste alcanzar tu mayor rendimiento?

-Me costó al principio, como a todo el equipo. En el torneo Clasificatorio se nos hizo muy difícil, fuimos a una definición con Independiente y le ganamos 2 a 0. A partir de ahí, el equipo despegó y terminó logrando todo.

En las primeras prácticas, nos costaba ganarle al equipo de Tercera. Daniel Romeo nos hizo entrar al vestuario, ajustó algunas cuestiones y fuimos mejorando.

Santamarina 1984 — Santamarina, en la jornada de su consagración como campeón tandilense de 1984. Arriba: David Gómez, Ducca, Horacio Rodríguez, Gauna, Marcelo Armendáriz, Solimanto, Sagrera y Cabrera. Abajo: Rodolfo Erviti, Russich, Carlos Méndez, Coria y Conti.

-¿Se toma dimensión de lo que logró ese Santamarina?

-Creo que no. No lo digo por mí, pero ese grupo consiguió llegar a competir en Primera División de AFA. Fue el único en toda la historia de Tandil.

-¿Qué diferencias había entre Tarabini y Romeo como técnicos?

-El “Conejo” era más simple para entender, te daba pocos conceptos y con claridad. Con Daniel nos costó más encontrar el funcionamiento, hasta que lo logramos. Fueron dos grandes, cada uno convencido de sus ideas.

Tarabini también me llevó al seleccionado local del ’82, cuando nos terminó eliminando Dolores.

Mi primo Emilio, arquero, era íntimo amigo del “Conejo”. Él ayudó para que yo fuera a Racing.

-¿Tarabini te daba mayores libertades que Romeo?

-Totalmente, el “Conejo” quería que yo me dedicara a ser el armador de los ataques. Con Daniel, tenía que recuperar la pelota como cualquier otro.

-¿Cómo te evaluarías como futbolista?

-Era muy irregular. Jugaba un partido para 8 puntos y otro para 3. No lo podés manejar, porque siempre salís a la cancha a dar lo mejor. Me gustaba gambetear y buscar el desequilibrio, algo que veo poco en el fútbol.

-Me nombraste a Sommi como uno de los mejores jugadores que viste en Tandil. ¿Qué otros destacás?

-Te puedo nombrar a Aldo Varales, Daniel González, Perandones, Mario Rodríguez, Carlos Pagano y un “10” de Ferro que era extraordinario, Carlos Frascaroli. Y como defensores, me tocó compartir con varios excelentes, como Solimanto, Gamalero, Curuchet y Conti.

-¿De chico eras hincha de algún equipo?

-Me quedó una cuenta pendiente en el fútbol, que fue jugar en Independiente. Vivía enfrente del club, sobre Sandino. Cuando éramos chicos, nos colábamos hasta que nos echaba el canchero. Dos veces estuve cerca de ir, con Aldo Villar de técnico, pero no se dio. Después, cuando jugás en algún equipo, te vas haciendo hincha.

Una lesión determinante

-¿Cuándo se produjo la lesión que te terminó sacando del fútbol?

-En un torneo amistoso en Chascomús, antes de jugar el Regional del ’84/’85 con Santamarina. Participaba la selección juvenil argentina, que dirigía Carlos Pachamé.

En el primer partido, con lluvia, fui a buscar la pelota, se me clavaron los tapones en el suelo y cuando giré sentí el problema en la rodilla. La pierna “se me iba”.

-¿Qué lesión era?

-Por intermedio de Daniel Romeo me vio Raúl Madero, que era el médico de la selección argentina. Todos creían que el problema era de meniscos y él me dijo que eran los ligamentos.

-¿Cómo lo asimilaste?

-Es muy difícil de explicar, no lo pude superar. Cuando el deportista está entero, puede aspirar a mejorar su nivel y ganarse un lugar. Pero la lesión es lo peor que te puede pasar, porque perdés las posibilidades.

Jugué los primeros partidos de ese Regional, en algunos casos infiltrado, hasta que me dediqué a recuperarme. Daniel me volvió a convocar para ir a Olavarría, contra Loma Negra. Fui al banco, entré, volví a tener el problema y terminé saliendo.

En mi caso, me alejó de mi objetivo, que era llegar al fútbol de Buenos Aires.

-¿Habías tenido otras posibilidades de llegar al profesionalismo?

-Sí, cuando estaba en San José, Carlos Nai Foino venía a dar clases a los árbitros de Tandil. Me consiguió una prueba en Independiente de Avellaneda, anduve bien, me querían llevar y el club pidió una cifra que frustró el pase.

Y en el ’84, también Independiente vino a un amistoso con Racing de Gardey. El técnico era el “Pato” Pastoriza. Creo que jugué el mejor partido de mi vida, estaba la posibilidad de ir a hacer pretemporada con ellos, pero tampoco se terminó dando.

-¿Qué evaluación hacés de todo eso?

-Me han preguntado cómo, con 24 años, no hice el mayor esfuerzo para recuperarme. No tengo respuestas. El fútbol fue una pasión total para mí. Pero, cuando tuve que demostrarlo, no fue tan así. Hubo jugadores que dieron todo por llegar bien arriba. Me pregunto si hice todo lo necesario para trascender, y la realidad es que no.

-¿Volviste a jugar años después?

-Tuve un intento en Santamarina, con Roberto Seijas como técnico. Y también en Ferro, donde estaban Bonanna, el “Hormiga” González y otros del club. Entraba de vez en cuando, esos fueron mis últimos equipos.

-¿Te alejaste del fútbol?

-Veo bastante, aunque no voy a la cancha. Sigo los resultados de Santamarina, tengo hijo y sobrino que juegan, además de una hija futbolera. Amo el tenis, me gusta mucho el automovilismo. Pero el fútbol tiene siempre algo que lo hace especial.

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