Zunino, la dama del karate
Desde su niñez, cuando empezó a practicar judo, se sumó a las artes marciales. Nunca se alejó del deporte y actualmente es la directora de la escuela Fénix Ryu. Las claves de una vida entre clases y competencias.
Susana Zunino es sinónimo de artes marciales. Lleva cuatro décadas en ese ambiente y tres dando clases. Vinculada mayormente al karate, es directora de la escuela Fénix Ryu, que incluye kick boxing a través de Marcelo Ardura y que también se extiende a Necochea y Daireaux.
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Toda una vida compitiendo y treinta años enseñando, en una charla que permite conocer a una gran protagonista de nuestro deporte.
-¿A qué edad te vinculaste a las artes marciales?
-Tenía 7 años, cuando mi hermana me dijo que fuera a defensa personal. Nuestros papás vivían en el campo y yo estaba en la ciudad con mis hermanos. Empecé con judo, en la Escuela Shan Ryu. A los 16 años, llegué a cinturón negro.
-¿En qué momento empezaste a practicar karate?
-A los 11 años me sumé a karate, en la misma escuela y también impartido por José Mario Pérez González. Desde el principio, me di cuenta de que eso era lo mío. Debo tener más de trescientas peleas, me gusta la competencia.
-¿En esas épocas también practicaste otros deportes?
-Sí, a los 16 años surgió la posibilidad de hacer boxeo y también me sumé. Ayudaba a entrenar a los varones, yo era la única mujer y no llegué a competir. Era 1990 y el entrenador era “Lucho” Sagrera. Fue una práctica que me dio mucha estabilidad, lo hice durante tres o cuatro años. Pero tenía el karate incorporado, siempre estaba la tendencia de tirar el golpe con la pierna.
-¿Eso te marginó del karate en algún momento?
-Para nada, al karate nunca lo dejé. Y en ese entonces también surgió la posibilidad de dar clases. Empecé con cincuenta alumnos, en la sociedad de fomento Barrio Maggiori, con dos instructores. Luego, se fueron armando grupos más chicos.
-¿En la parte competitiva cómo te iba?
-Hubo buenas y malas, como todo, pero en general me fue bien. Competíamos seguido, una vez por mes. A partir de ser cinturón negro, el conocimiento te lleva a conseguir los mejores resultados. En aquellos tiempos, por cada treinta varones había dos o tres mujeres. Con el tiempo, se equilibró mucho más.
-¿Era habitual que compitieran contra varones?
-Sí, hasta 1994 era normal. En mi caso, tuve dos torneos en que enfrenté a varones y en uno salí segunda, acá en Tandil. Después, se separaron las categorías.
-¿Cuál fue tu mejor momento?
-En 1992 tuve los mejores resultados, incluyendo el título en el campeonato Sudamericano que se hizo en Munro, en el Gran Buenos Aires. Competíamos muy seguido en esa época.
-¿Cuál es tu principal virtud para la competencia?
-La patada, siempre tuve facilidad para eso. Y soy zurda para patear, eso es una complicación para cualquier rival.
-¿Qué lugar ocuparon y ocupan las clases en tu vida?
-Las competencias y las clases, por igual. Di clases estando embarazada, con una asistente. Competí poco tiempo después de tener familia. Siempre me mantuve en artes marciales, nunca me alejé. Es mi vida.
-¿Qué representa eso para vos?
-Las artes marciales dan un orden de vida, con disciplina. Es algo incorporado, que me mejoró en muchos aspectos y me permitió crecer.
-¿Cuáles son las cosas que disfrutás del día a día?
-Darles clases a los más chicos, ese contacto es maravilloso. Poder acercarles enseñanzas a ellos es lo más lindo. También, desde hace tres años, damos clases ad honorem en Pajaritos de la Calle. Primero con adolescentes y después con infantiles. Son momentos únicos, porque ellos brindan un afecto increíble. Me apasiona la posibilidad de mejorarles un poco la calidad de vida.
-En las clases habituales también debe haber historias especiales.
-Hay de todo, incluso padres que traen a los chicos porque tienen problemas o cierta agresividad. Intentamos darles lo mejor. Tenemos la ventaja de que el karate es tranquilo, depende de la precisión del movimiento, sin necesidad del golpe violento. Los chicos tienen toda la protección.
Dupla irrompible
Susana Zunino tiene en Alejandra Gómez a su inseparable compañera, junto a un amplio grupo de trabajo. La directora de la escuela recuerda que “nos conocemos de chicas, del deporte. Un día me trajo a sus hijos para que los entrenara y le ofrecí volver al karate. Ella estaba practicando boxeo. Aceptó y arrancamos, llegó a profesora y se sumó a dar clases”.
-¿Cómo es la dinámica del trabajo?
-Nosotras damos clases de lunes a sábados. Antes de la pandemia, competíamos los domingos. Es un trabajo de todos los días.
-¿Desde qué edades empiezan a sumarse los chicos?
-Tomamos a partir de los 5 años. Ahí ya están escolarizados y pueden desenvolverse, como para compartir con sus pares, con vocabulario claro y fluido.
-¿Qué requisitos deben tener?
-Certificado médico, que nos conste que está apto físicamente. Y durante el período escolar les pedimos copia de los boletines, para seguir su desarrollo en la educación y en su conducta.
-¿Qué cambios notaste entre los chicos de la época en que empezaste a dictar clases y ahora?
-El vuelco fue enorme. Cuando empecé, no había demasiada tecnología. Ahora vienen a los 6 años con teléfono celular. Un poco nos adaptamos, pero básicamente les establecemos pautas. Cuando habla el profesor, el resto escucha. Y siempre tenemos en cuenta que el alumno no es un número, sino alguien que siente y puede tener sus problemas. En esos casos, debemos acercarnos a ellos para que se sientan mejor.
-¿Los padres entienden esas condiciones?
-Sí, y son muy respetuosos de lo que nosotros pedimos. Además, nuestro karate es una disciplina en la cual se trata de evitar lastimar al contrincante. De lo contrario, hay descalificación. Eso también es importante para los padres. Contamos con mucha colaboración de su parte. También es para destacar el apoyo que tenemos de la Municipalidad, que a través de Carlos Ilero siempre nos brinda todo lo que necesitamos.
-¿Cómo madre, también inculcaste esa pasión por el karate a tus hijos?
-Es algo que lo traían desde que estaban en la panza. Franco, el mayor, llegó a cinturón rojo, pero le gustó más el atletismo. Alejandro llegó a cinturón azul y dejó la disciplina, actualmente estudia. Y Jazmín es cinturón verde, está en actividad. Es alumna de Alejandra.
-¿Te pasó de tener alumnos hace muchos años y reencontrarse con ellos de grandes?
-Muchas veces, es una gran satisfacción. Y hubo un caso anecdótico. Una alumna nuestra que es cinturón negro, Alfonsina, nos trajo a su hija Melody. Es el calco de ella cuando era chiquita. Esas cosas son únicas.