Ariel Domínguez celebra 30 años de magia
En una charla íntima y llena de ilusionismo, el reconocido mago tandilense recordó sus comienzos, su vínculo con el maestro René Lavand y adelantó los detalles de los dos shows que presentará este fin de semana en el marco del ciclo "Tandil Ilusiona".
"¿Te acordás cuando eras el mago más joven? Yo sí me acuerdo cuando venía acá y me temblaban las piernas". Con esa mezcla de nostalgia y humor, el mago Ariel Domínguez comenzó su participación en el desayuno del programa "Tandil Despierta", que se emite por Eco TV y Tandil FM 104.1, para celebrar sus 30 años de carrera, una trayectoria que lo ha consolidado como uno de los artistas más queridos de la ciudad.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl ilusionista recordó sus inicios, marcados por la curiosidad infantil y un mundo sin YouTube. "La curiosidad empieza siempre de chico, con 'Las Manos Mágicas' a los 8 o 9 años, en Canal 8 de Mar del Plata", relató. Lo que comenzó como un intento de copiar lo que veía en televisión, se transformó en una pasión que lo llevó a buscar material en librerías y, más tarde, a intercambiar libros y técnicas por correo postal con otros magos de España. "Te contactabas por mail, fotocopiabas, anillabas y esperabas a que te mande él. ¡Loco!", rememoró sobre aquella época pre-internet.
Ilusionista, no hechicero
Ariel hizo una distinción clave en su oficio. "Mago es el nombre genérico, pegadizo. Si buscás en el diccionario, mago es brujo, hechicero. Yo soy ilusionista", aclaró. Contó con humor cómo una vez, al pedir libros de magia, le ofrecieron un arsenal de "magia negra, roja, verde, de hechizos de amor". Su búsqueda, sin embargo, siempre fue otra: la de generar "milagros asistidos", como leyó en una definición que le gustó.
Esa búsqueda constante lo mantiene estudiando y renovando su repertorio. "Hay juegos que por ahí están buenos pero no los haría. Los veo hacer a otros y digo 'qué bueno', pero no los siento", confesó, explicando que cada truco debe alinearse con su personaje, que no es otro que él mismo. "No soy actor. Dije '¿qué hago?', soy yo, hago de Ariel mago. Y ahí salí".
El legado de Lavand y la magia en vivo
Como discípulo del gran René Lavand, Ariel forma parte fundamental del homenaje permanente que busca ser "Tandil Ilusiona". "La idea está ahí, dando vuelta un proyecto lindo conjunto con el municipio", adelantó, sugiriendo que la iniciativa busca consolidarse en el tiempo.
El mago reflexionó sobre la diferencia entre la magia que se consume hoy en redes sociales y la experiencia en vivo. "Muchos magos con miles de seguidores hacen juegos terribles, pero lo corriste del ángulo de la cámara y no puede hacer nada", explicó. Su desafío, cuenta, es tomar esas ideas creadas con programas de edición y llevarlas a la vida real, sin tecnología.
La conexión con el público, especialmente con los niños, es fundamental. "El chico ve magia, va a ver un mago", afirmó, y contó una anécdota reveladora. "Un colega hace aparecer una paloma y el papá le dice al nene: '¡Viste Juancito, hizo aparecer una paloma!', y el nene responde: 'Y sí, papá, si es mago'. ¿Qué esperabas?". Para Ariel, el verdadero trabajo del ilusionista es mantener viva esa creencia, esa capacidad de asombro.
Dos shows, dos facetas
Para celebrar sus 30 años, Ariel Domínguez presentará dos espectáculos con propuestas diferentes:
- Hoy a las 16 en el Teatro de la Confraternidad: Un show pensado para toda la familia, en un espacio que él mismo definió como mágico por su intimidad.
- El sábado a las 21 en el Teatro del Fuerte: Una propuesta para un público más adulto. "Muchos no me conocen haciendo magia con cartas, piensan que solo hago magia infantil", explicó. Este show, más "picante" y centrado en el humor y su pasión por la cartomagia, contará con una picada de Cañoli y degustación de vinos de la bodega de Jorge Rojas.
Durante su visita al programa, Ariel dejó a los conductores perplejos con una demostración en vivo. Hizo que cuatro ases aparecieran entre dos reyes que parecían actuar por sí solos, encontró una carta elegida en la novena posición de un mazo recién mezclado y, finalmente, jugó con cuatro ases que se daban vuelta uno a uno sobre la mesa, sin movimiento aparente de sus manos, dejando en el estudio esa mezcla de asombro e indignación que solo la buena magia puede provocar.