Flotar entre las nubes
Estela Pilar Kiefl, es la única mujer tandilense con licencia deportiva otorgada por la Federación Argentina de Paracaidismo. Si bien pasaron muchos años desde aquel día en que dio su primer salto “que fue como ser pájaro por unos momentos”, recordó la dorada juventud donde pudo dar rienda suelta a su vocación y sentirse feliz flotando entre las nubes.

Sus abuelos paternos llegaron a estas tierras como tantos inmigrantes, escapando de la guerra en Europa, buscando un futuro promisorio, bajando de los barcos para fundar su descendencia. Estela Pilar Kiefl, es la nieta de aquellos emigrados de Alemania que lograron la ansiada tranquilidad en Argentina y con mucho esfuerzo para hacerse de un futuro. Quizás sea por eso, lleva sus genes, siempre tuvo en claro que el trabajo dignifica la vida humana y que la libertad es uno de los bienes más preciados.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHace 20 años que trabaja en el Hospital Ramón Santamarina donde es jefa de lavadero. En el próximo febrero, cuando cumpla 65 años se jubilará, pero en el mientras tanto nos habla del ahora.
-¿Hace proyectos o por ahora sólo piensa en la actualidad?
-Estoy, como todos metida en lo que pasa en estos momentos y más trabajando en el Hospital.
-¿Cómo se ve desde adentro?
-Bien, nos cuidamos muchísimo. Todos los lunes subimos fotos del lugar donde trabajamos y contamos con toda la seguridad necesaria.
-¿Cuál es la sensación de la gente en el Hospital?
-Expectante. Se toman todos los recaudos cuando llega una persona con un posible Covid-19. La ropa de ese paciente, sea de quirófano, terapia o sala V viene en bolsas rojas y con las precauciones que se deben tomar en el lavado.
-¿Qué pensaron cuando tomó estado público que pacientes con Covid-19 del AMBA podían ser trasladados a Tandil para su atención?
-Lo charlamos entre compañeros. Le teníamos mucha fe al doctor Lunghi y apostamos que iba a decir que no. Si nos cuidamos tanto desde el primer día no se podía permitir que se pusiera en peligro a Tandil.
-Entonces ¿no le pareció que la actitud del Intendente fuera poco solidaria o egoísta?
-No, cuidaba a su gente. Obviamente que no todos pensaron igual, ya que hasta se dijo “que no vaya a ser que necesite algo de Buenos Aires…”.
El inicio de un sueño
-¿Cómo comenzó tu pasión por el paracaidismo?
-Todavía era menor de edad y mi padre no me firmaba la autorización para hacer el curso. Cuando llegué a la mayoría, me anoté.
-¿Cuáles fueron los pasos?
-Siempre me gustó la aventura y caminando por el centro vi un afiche que hablaba de este deporte y daba indicaciones dónde anotarse. No dejé pasar el tiempo, fui al Aero Club Tandil y me encontré con que todos eran hombres que luego se convertirían en mis compañeros. La luchamos todos juntos porque no fue fácil. Hicimos cursos en la Cruz Roja, de meteorología ya que los vientos suelen ser muy peligrosos a la hora de tirarse. Yo hice todo aunque no sabía si llegada la hora me iba a tirar, si iba a tener coraje de salir fuera del avión.
-¿Y el entrenamiento en sí en qué consiste?
-Embarcás, el instructor te tiene enganchada y te saca fuera del avión en varias oportunidades para saber si estás apta. Me puse muy feliz cuando me dijo que ya estaba lista para tirarme.
Sola con su alma
-¿Cómo fue esa primera vez?
-¡Era tanto a ansiedad que teníamos! Los diez primeros saltos (automáticos) vas enganchada con una correa al equipo del avión y desde allí te abren el paracaídas. No hay peligro, se llega a tierra normalmente. Después comienzan los saltos comandados que es cuando se debe abrir el paracaídas y ese momento depende de uno. Tomás las manijas de apertura y lo abrís porque es tu vida.
En aquella época, estoy hablando de los ochenta, el paracaídas iba detrás y llevabas uno de emergencia adelante, un bulto grandote (risas).
-¿Qué sentiste en ese primer salto?
-Salí del avión y vi todo hermoso y pequeño, le hice una seña al piloto y salté… fue hermoso, lo que quería vivir. Fue la libertad. Lo charlamos entre todos y pensábamos parecidos.
-¿Desde qué altura te tiraste?
-Más de mil quinientos que es lo común y, a los ochocientos ya hay que tener el paracaídas abierto. El avión si mal no recuerdo era un Cessna e íbamos cuatro personas.
-¿En alguna ocasión usaste el de repuesto?
-Felizmente no. Nunca me vi envuelta en una situación difícil, disfruté siempre.
“Era joven y amaba la aventura”
-¿Cuánto se tarda en llegar a tierra?
-Segundos. Como siempre fui muy liviana y algunos de mis compañeros también, como Martín Ledesma, llegábamos rápido. Lo más importante es tener conciencia de los vientos y saber manejarte –con derecha e izquierda- hasta llegar a tierra. Los paracaídas de hoy son más livianos y llegás caminando, antes era tremendo por más que nos enseñaban las posiciones en que se debe caer, no era así de fácil. A veces caímos en campos sembrados y los chicos entraban con las camionetas… hay momentos en que me pregunto cómo hice todo eso.
-¿Y qué te contestás?
-Era joven y amaba la aventura.
-Esta es una pregunta literal ¿Cuándo te largabas te sentías más cerca del cielo que de la tierra?
-Algo así. Es que no sólo ves las nubes sino que entrás en ellas y son húmedas, como lo estudiamos en la escuela. A veces decís que es muy loco, porque sos una persona no un pájaro y la nube te moja… es una sensación maravillosa, una experiencia única. Buscábamos las nubes.
-¿Trabajabas en esa época?
-En la Clínica Chacabuco donde estuve doce años. Salía de allí los sábados y me iba al Aero Club. Era muy feliz, hacía lo que me gustaba. Con el tiempo formé pareja y me fui a Rauch donde viví once años, tuve a mi hijo Lucas y por circunstancias de la vida volví a Tandil y comencé a trabajar en el Hospital.
Cuatro clavos, cinco operaciones
-¿Siempre fue un deporte caro?
-Carísimo. Actualmente no sé si lo podría hacer. Antes no tenía obligaciones, si ponía plata en mi casa estaba bien pero no era algo impuesto.
-Tu papá no te daba su autorización porque consideraba que era un deporte de riesgo.
-Claro y mamá se reía y nunca dijo nada. Pero claro, el tiempo cambia a las personas y si mi hijo hoy viene y me dice que quiere hacer el curso, lo primero que diré será no. Y después lo entenderé porque hay que tener memoria.
-Hoy me contabas que nunca te viste en una situación dificultosa pero ¿Qué pasó en María Ignacia?
-Se celebraban los cien años de la fundación de Vela y entre los atractivos estábamos los paracaidistas y a mí me jugó una mala pasada el viento. Caí mal, con el pie derecho en una cueva, me llevó el velamen y me tuvieron que atender en el Hospital de Vela, después me trajeron en avión a Tandil y en la Clínica Chacabuco me operaron poniéndome cuatro clavos en el pie derecho. En total tuve cinco operaciones y rehabilitación.
-¿Pensaste que no volverías a saltar?
-Por el contrario, quería recuperarme rápido para volver a hacerlo. Obviamente tomaba mis precauciones, me vendaba y usaba borcegos, pero nunca dejar de saltar fue una opción.
Recuerdos y experiencias
-Hay quienes, en este deporte, afirman que doblar el paracaídas es una tarea engorrosa ¿cómo lo ves?
-Para mí es una hermosa labor porque es tu vida. Tenía compañeros que no soportaban doblarlo, no tenían paciencia y lo hacía por ellos, era como la tía de todos. La más vieja… había chicos muy jovencitos y yo los ayudaba.
-¿Lleva mucho tiempo esa tarea?
-Un plegado, casi media hora, debe ser un trabajo prolijo, desenredar bien las cuerdas es fundamental y también tener mucha paciencia.
-¿Cada uno tenía el suyo?
-No porque no había muchos.
-¿Y cómo sabías entonces si estaba bien doblado?
-Porque antes de tirarme lo doblaba. Nunca dejé de hacerlo, como te decía, era mi vida.
-¿Cuándo dejaste de saltar?
-En 1986 cuando me fui a vivir a Rauch, me quedaba lejos y ya mi dinero iba para la casa. En 1989 nació Lucas y cuando tenía cinco años me vine a Tandil a vivir a la casa de mi papá y la cuestión económica era otra cosa, además pensaba en mi hijo.
-¿Era un grupo competitivo?
-En absoluto.
-¿Hay mujeres en la ciudad que quieran incursionar en el deporte?
-Estuve en contacto con algunas que estaban interesadas, pero hablando de valores se les hacía imposible.
-¿Cuánto puede salir un salto?
-Calculo que como mínimo dos mil pesos y con un salto por semana no se hace nada.
-¿Qué te dejó este deporte de riesgo?
-Una experiencia hermosa, algo vivido que ni lo imaginaba, mucho compañerismo, camaradería, con algunos nos seguimos encontrando con otros no porque falté mucho de Tandil y dos se fueron al cielo. Me dejó una hermosa sensación de libertad.