Rubén Jarque, con el vóleibol por el mundo
Como árbitro internacional, desarrolló una trayectoria que lo llevó a dirigir en varios países. Los recuerdos y los conceptos de un amante del deporte, que también tuvo su etapa como futbolista y fue campeón en Excursionistas.

El pasaporte de Rubén Jarque requirió de varias renovaciones a través del tiempo. Desde que abrazó la función de árbitro de vóleibol, tuvo un progreso que lo llevó a recorrer el mundo para dirigir en distintas competencias. Al costado de rectángulos de 18×9 metros, con una red en el medio y gigantes intentando ganar puntos, construyó una carrera que hoy extiende a su función de instructor.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailTambién con un pasado destacado en el fútbol, “Casquito” repasó su trayectoria.
-¿De qué manera se dio tu primera vinculación con el deporte y el arbitraje?
-Siempre practiqué fútbol y vóleibol en el colegio San José, donde en las Olimpíadas teníamos un equipo muy fuerte. Jugaban Mauricio Christensen, Horacio Canziani, “Pipa” Ugarte, entre otros. Nos dirigía el profesor Diego Bustos y también lo hacíamos a nivel local en Santa Ana. En 1972 se jugó el campeonato Argentino juvenil, en San Juan, y nosotros teníamos varios representantes en el seleccionado de la provincia de Buenos Aires. Me invitaron a viajar, para participar de un curso de árbitro a nivel nacional. Desde entonces, tuve un arraigo total con el arbitraje.
-Notaste que eso era lo tuyo.
-Claro, dejé de lado la práctica como jugador, donde no era muy destacado, y encaré por el lado del arbitraje. Comencé con la actividad permanente y empecé a desarrollar el arbitraje colegiado en la provincia de Buenos Aires, que prácticamente no existía. Así fue que fundamos la Secretaría de Arbitraje de la provincia, para formar alumnos en distintas ciudades.
-¿Fue una época de expansión de la actividad?
-Sí, había muy buenos equipos y faltaban árbitros que acompañaran el desarrollo del deporte.
-¿Quiénes dirigían hasta entonces en Tandil?
-Había algunos árbitros como Luis Russiani, que también estuvo muy vinculado al fútbol. Otro era Héctor Zanón, quien también me encaminó en el arbitraje. Los partidos a nivel local eran dirigidos por profesores de educación física o cualquiera que tuviera un mínimo conocimiento de las reglas del juego.
-A nivel nacional, ¿también fuiste parte del crecimiento de la Liga Argentina?
-Sí, me tocó dirigir en todas sus ediciones y varias finales. Entre ellas, la última cuando me retiré, entre Bolívar y Chubut Voley. La liga de vóleibol se fomentó muy fuerte de forma paralela a la de básquetbol. Fueron creciendo juntas. Por otra parte, siempre me tocó dirigir campeonatos argentinos, que deben haber sido más de cincuenta sumando todas las categorías.
Campeón en fútbol
-¿Tu etapa de futbolista interfirió con el vóleibol?
-No, porque practicaba ambos deportes. En fútbol hice toda la etapa formativa en Gimnasia y debuté en Primera División en 1970, contra Defensores de Napaleofú, que era el campeón del año anterior. Siempre lo hice de “5” o de “8”.
-¿Quiénes eran tus compañeros?
-En Gimnasia jugaban Mirabelli, “Moncho” Cervetta, Daniel Dorta, Montoya, Caro, “Coco” Monsalvo y “Chuni” Monsalvo, entre otros. De ese debut recuerdo algo que hoy parece increíble. El sábado jugué contra Independiente en Cuarta y contra Juventud Unida en Tercera. El domingo, me convocó Teófilo Ordóñez para viajar a Napaleofú, así que fueron tres partidos en dos días.
-¿Cómo siguió tu carrera?
-En 1972 me fui a estudiar a Buenos Aires, con Eduardo “Petete” Bruni y Luis Quintela, así que dejé de jugar. Además, me había roto los meniscos poco antes. En el ’75 volví a Tandil para hacer el Servicio Militar, después de la prórroga, y ahí Aldo Villar me convocó para ir a Excursionistas.
-¿Cómo fue ese equipo campeón y esa campaña?
-Éramos un equipo duro, nos clasificamos para el Mayor con lo justo. En la primera fecha del cuadrangular nos goleó Santamarina, que había ganado en Clasificatorio invicto, porque quisimos jugarle de igual a igual. Villar nos obligó a volver a nuestro estilo anterior, más cerrado y aguerrido. No perdimos más, le ganamos las finales del Mayor a Santamarina y la definición del título anual al mismo rival. Aldo era un adelantado, jugaba un esquema 4-4-2 y con eso nos hacíamos fuertes en el medio.
-¿Hasta qué año jugaste?
-Después de ese título, se fueron casi todos los jugadores de Excursionistas. Yo me quedé y en el ’77 me volví a lastimar, en este caso los ligamentos cruzados. Me operó el doctor Roca y me sugirió que dejara. Fue mi final de la práctica oficial.
Salto de categoría
-¿En qué momento te llegó la posibilidad de ser árbitro internacional?
-En 1977, la Federación Argentina me invitó al primer campeonato Sudamericano de menores, en Buenos Aires, preparándome para hacer el curso internacional, que lo desarrollé en 1979. Eso fue en el Sudamericano de mayores, en Rosario. Aprobé el curso teórico y tenía que salir a completar los partidos, que en ese momento eran cinco como primer árbitro y cinco como segundo. Mi primer torneo, ya como candidato, fue el Sudamericano juvenil de 1980, en Chile. Ese campeonato lo ganó Argentina, por primera vez, con el coreano Young Wan Sohn como técnico. Al equipo lo integraban varios jugadores que luego sobresalieron en el Mundial ’82 de mayores, como Castellani y Quiroga.
-¿Ese Sudamericano te permitió pasar a ser árbitro fijo?
-No, en Chile dirigí tres como primer árbitro y dos como segundo. Pude completar en el siguiente Sudamericano femenino de Paraguay. Incluso ahí me tocó dirigir la final, entre Perú y Brasil. Desde entonces, debo haber dirigido más de treinta torneos sudamericanos, entre todas las categorías. En esa primera época mía había solamente Mayores y Juveniles, luego fueron agregándose otras categorías y mucha más cantidad de campeonatos en todo el mundo.
-¿Ya a esa altura eras árbitro a nivel continental?
-Sí, y estaba designado para los Juegos Panamericanos de Caracas, en 1983, aunque no pude viajar por una negligencia mía, ya que no tenía el pasaporte al día. En ese torneo me reemplazó Juan Ángel Pereyra, de Tucumán, hoy miembro de la Comisión de Arbitraje a nivel sudamericano y un hermano que me dio el vóleibol. Tuve otra oportunidad en Indianápolis, en 1987, y esa fue mi primera salida que trascendía el nivel sudamericano. Hicimos una gira previa, por México y Cuba.
-Fue tu primera vez en Juegos Panamericanos. ¿Qué otros torneos grandes recordás?
-Fui doce veces a campeonatos mundiales, en distintas categorías; a seis ediciones de Liga Mundial y otras seis eliminatorias olímpicas. No me tocó ir a Juegos Olímpicos, por una cuestión de idiomas. Hasta Barcelona ’92, se permitían árbitros que hablaran inglés, francés o español. Pero hubo un partido entre Japón y Estados Unidos, en que los árbitros cometieron un error decisivo. Eran un ruso y un brasileño, se dijo que había faltado comunicación entre ellos y se puso como obligatorio únicamente el idioma inglés.
-¿Tu inglés no era tan fluido?
-Yo tenía encima mío a Guillermo Paredes y Juan Ángel Pereyra, dos grandes amigos, encumbrados árbitros y mucho mejores que yo con ese idioma. Mi inglés siempre fue entre regular y malo. Como ya conocían qué tipo de árbitro era, me mantuve durante un tiempo en ese nivel, aunque no pude llegar a Juegos Olímpicos. Esa reglamentación se mantiene actualmente. Cuando buscamos un árbitro, es prioritario que domine el inglés a la perfección.
-¿Alguna vez te tocó dirigir un partido de un seleccionado argentino?
-Si bien siempre se buscan árbitros neutrales, me tocó esa situación dos veces. En 2008, el año de mi retiro, pedí ir al Sudamericano de Chile, que había sido el país de mi debut. La final era entre Argentina y Brasil, yo tenía mucha experiencia y no había en ese momento árbitros que pudieran hacerse cargo de ese partido. Me pidió que lo dirigiera el encargado de la Confederación Sudamericana, el brasileño Ary Graca, actualmente presidente de la Federación Internacional de Vóleibol. Ese partido lo ganó Brasil 3-1. Y en el mismo año, en la eliminatoria olímpica que se hizo en Formosa, me designaron para la final Argentina-Venezuela. Fui de primer árbitro y el venezolano Carlos Giménez de segundo. Ganó Venezuela 3-1.
-¿Qué sentiste esas veces?
-Una sensación rara de adrenalina, algo especial, sobre todo en el de Formosa que era clasificatorio para Juegos Olímpicos de Pekín. Para colmo, en un ambiente como el nuestro, hay mucho conocimiento y en muchos casos un grado de amistad. Me tocó dirigir a una selección argentina integrada por varios amigos, como el caso de Marcos Milinkovic.
-¿Por qué motivo se dio tu final como árbitro?
-Por una cuestión de edad, 2008 fue el último año. Me tocó ir a la eliminatoria olímpica en Japón, allá por febrero. A la vuelta, me llegó la nominación para la Liga Mundial, en Cuba, partido tremendo contra Italia. De ahí a Chicago, para Estados Unidos contra España, donde la Federación Internacional me entregó la plaqueta por mi última actividad. Me la dio Marcelo Méndez, actual entrenador del seleccionado argentino, quien en ese momento dirigía a España.
-¿Cuántos países visitaste dirigiendo vóleibol?
-Nunca hice la cuenta, pero en principio tengo la suerte de conocer mi hermoso país de punta a punta, desde Jujuy hasta Ushuaia. Sudamérica toda, fui cuatro o cinco veces a Brasil, otro tanto a Chile y el resto de los países. De Centro y Norteamérica fui a Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Guatemala, México, Canadá… A Estados Unidos varias veces, en Indianápolis, Chicago, San Diego, Tampa, Orlando, Miami. Estuve en Egipto, Argelia, Grecia, Italia, Francia, Emiratos Árabes y dos veces en Japón, entre otros.
Reglas que cambian
-¿Hubo muchos cambios reglamentarios durante tu etapa como árbitro?
-Muchísimos, fueron treinta y seis años, desde 1972 hasta que me retiré en 2008. Desde que yo empecé hasta que dejé de dirigir, hubo un cambio notable. Los partidos eran largos y tediosos por el cambio de saque, no se podía jugar con una mano, no se podía tocar la pelota debajo de la cintura. Lo único que se mantiene es la medida de la cancha, y eso también es relativo, porque se modificó el espacio de la zona de saque. La cantidad de jugadores es la misma, aunque la implementación del líbero es otro cambio. Todo eso generó que el vóleibol sea hoy un deporte muy emocionante.
-¿También se implementó el uso de la tecnología?
-Sí, para varias acciones. Se determina balón adentro o afuera, si toca la red o las antenas, si roza los dedos. La ayuda tecnológica es bienvenida, porque no colabora con el arbitraje, sino con que el juego sea más justo.
-Además, es un juego muy fino.
-Claro, un juego de rebotes. El elemento, que es la pelota, no se detiene. Entonces, hay muchas acciones en las cuales puede haber equivocación. Además, está la gran velocidad con que se juega, que a veces supera a la vista.
-¿Cómo se prepara un árbitro para estar a la altura de eso?
-Tiene que ser muy profesional y concentrado. Hay muchas cosas en juego y el árbitro tiene que manejar ciertos contextos, aplicando la conducción. Otra virtud fundamental es la humildad. La soberbia es el enemigo más grande. Lo emparento con el fútbol, donde creo que Javier Castrilli era brillante en lo técnico, pero su personalidad lo traicionaba.
-En tu caso, ¿fuiste creciendo?
-En el arbitraje, todas son recopilaciones de experiencias. Ayuda el entrenamiento, la repetición de las acciones e ir adaptándose a las nuevas reglas. Eso intenté siempre. Es fundamental interpretar lo que propone la Federación Internacional, lo que pretende del vóleibol.
-¿Disfrutabas del juego?
-En la previa al partido, sentía esa adrenalina alta. Disfrutaba eso, aprender la forma en que jugaban los equipos que iba a dirigir.
-¿Podrías armar un podio de los jugadores que dirigiste a nivel internacional?
-El mejor que yo vi fue el estadounidense Karch Kiraly, el más completo. Y el podio lo completaría con el cubano Joel Despaigne y el italiano Lorenzo Bernardi, todos extraordinarios jugadores.
Tandil no arranca
-¿Qué pasa con el vóleibol en Tandil?
-El vóleibol de Tandil ha tenido diferentes protagonismos a través del tiempo. Hubo épocas gloriosas, de alto nivel, con padres de chicos que se hacían cargo de lugares dirigenciales. Fue hasta la época de Gerardo Godoy, último presidente que tuvimos con buen funcionamiento. Después, llevamos muchos años sin crecer. Hemos intentado, pero no tuvimos buena respuesta de los clubes.
-¿De ellos depende que pueda reflotarse la actividad?
-Totalmente. Leandro Maly estuvo trabajando en Independiente, habiendo sido un jugador de selección. Hay entrenadores de alto nivel, pero no se llegan a armar competencias para el crecimiento local.
-¿Fuiste el impulsor del despegue de Maly cuando él era chico?
-Lo mandé a la selección argentina. Lo vi por primera vez en Tandil y me impactó. Le ofrecí hacerle la conexión y hablé con Ricardo Russomando, por entonces presidente de la Federación Argentina. Nos mandaron los pasajes, él viajó y así arrancó. Después el coreano Sohn, que era el técnico, me pedía que le mandara más jugadores, pero yo le explicaba que ese era un caso excepcional.
-¿Tu actividad actual es de formador de árbitros?
-Desde que dirigía, ya daba cursos. En 2008, cuando cesé la parte activa, seguí como instructor. Lo hice a nivel provincial, nacional y sudamericano, en este caso desde hace casi siete años.
-¿Es para árbitro novatos o de varios niveles?
-Para todos. Puede ser un curso básico, de capacitación o de trabajo con árbitros internacionales que ya están en el más alto nivel.
-¿Cuántos árbitros internacionales hay en Argentina?
-Tenemos un cupo de veinte y está casi completo. De ellos, hay ocho que reciben nominación de la Federación Internacional. Después, están los continentales.
-¿Tandil siempre tuvo presencia en esos ámbitos?
-El primer árbitro internacional de la provincia de Buenos Aires fui yo. Después estuvo Rubén Safenreiter, que dejó bastante rápido, y más acá en el tiempo los casos de Mauricio Lueje y Luis Fuentes, que está en plena actividad.