Marte, cada vez más cerca
Hace casi 50 años lográbamos caminar por vez primera sobre otro mundo. La misión Apollo 11 comandada por Neil Armstrong, dejaba atónitos a propios y extraños, convirtiéndonos en una especie, literalmente, extraterrestre. A cinco décadas de aquel suceso considerado por muchos como el más colosal de los logrados por la humanidad en toda su historia, realmente cuesta aceptar que hoy en día no estemos viajando más allá de la órbita terrestre. La pregunta siempre ha sido la misma: ¿cómo es posible que luego de tantos años, no sólo no hayamos vuelto a la Luna sino, además, no fuéramos capaces de incursionar más allá de nuestro satélite natural?
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La respuesta a este interrogante es, lamentablemente, muy sencilla. El origen del programa espacial Apollo, aquel que posibilitó que 12 seres humanos caminasen por el suelo selenita, tuvo un origen netamente geopolítico. La ciencia, aunque suene raro a nuestros oídos, fue un tópico secundario. El objetivo principal era demostrarle a la ex-Unión Soviética (y al mundo en su conjunto), el poderío de los Estados Unidos de América.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la contienda geopolítica dio lugar al inicio de una espeluznante guerra fría, y con ella, la carrera por alcanzar las estrellas. El primer satélite artificial (Sputnik 1), el primer ser vivo en el espacio (la perrita Laika), el primer ser humano en el espacio (Yuri Gagarin), la primera mujer en orbitar la Tierra (Valentina Tereshkova), la primera caminata espacial (Alexei Leonov), todos estos sucesos extraordinarios fueron logros de la ex-URSS. Estados Unidos, absolutamente relegado a lo largo de todos estos años (1957-1969), sufría de pesadillas con el sólo pensar en una “Luna Roja”.
Ya el 12 de septiembre de 1962 en la Universidad de Rice, en uno de los discursos más famosos de John F. Kennedy, el presidente demócrata tomaba la firme decisión de conquistar la Luna hacia fines de aquella década. Y vaya si lograron tal ambición. En menos de ocho años, el país del norte desarrolló el más increíble programa que se haya puesto en marcha para lograr alunizar y traer sanos y salvos a sus astronautas.
Relegados hasta entonces al segundo escalón, el golpe de knock-out al país soviético fue demoledor, al menos en aquel entonces. Se pensaba lógicamente que Estados Unidos comenzaría a partir de allí, una seguidilla de conquistas. Una base lunar, una estación espacial, y por supuesto, el viaje a Marte. Sin embargo, el derrotero de los años demostró todo lo contrario. No sólo no ocurrió nada de lo pensado, sino que la ex-URSS comenzó a desarrollar un programa espacial de larga duración, logrando que sus cosmonautas pudiesen alcanzar records tras records en cuanto a estancias prolongadas en el espacio. Es más, pudieron diseñar, construir y poner en órbita estaciones espaciales tales como la Salyut o la MIR.
En términos de viajes tripulados, Estados Unidos no pudo avanzar más allá del transbordador espacial, sufriendo lamentablemente dos terribles accidentes a lo largo de unas 135 misiones. Y es ahora que su agencia espacial, la NASA, comienza una vez más a desplegar su potencial con el fin de viajar más allá de nuestro planeta. ¿El motivo? Nuevamente la geopolítica comienza a ser protagonista fundamental: China es un nuevo jugador que ostenta con apoderarse de los laureles norteamericanos. Habiéndose convertido en el tercer país de la historia en colocar por medios propios a un ser humano en el espacio y logrando desarrollar una propia estación espacial, la nueva superpotencia va por la Luna. Es en este contexto en el cual Estados Unidos nuevamente no vacila en enfocar su esfuerzo hacia las estrellas, llámese, Marte.
Por supuesto, es otra época, existen nuevos jugadores, nuevos desafíos, nuevos temores. Y también existe una nueva economía, en la cual el sector privado se anima a incursionar en el espacio. El denominado turismo espacial ha ido creciendo de manera sustancial, al menos en lo que respecta a proyectos a futuro.
Empresas como Virgin Galactic o Blue Origin son claros ejemplos de ello. A tal punto que se encuentran realmente muy cerca de lanzar a sus primeros clientes-pasajeros en una de sus naves, de manera de alcanzar una altura de unos 100 kilómetros respecto de la superficie terrestre a fin de gozar de 5 minutos de ingravidez mientras se observa la más increíble de las vistas terrestres.
Pero quizás la firma que más logros ha mostrado a la fecha sea Space X. Su dueño, Elon Musk, el mismo creador del famoso sistema de pagos Pay Pal, el de los autos eléctricos Tesla Motors, y el que promete ser uno de los sistemas de transporte que revolucionará el futuro (el Hyperloop), sueña con viajar a Marte.
Con sus contratos firmados con la NASA, ya ha enviado con total éxito diversas cargas a la Estación Espacial Internacional (EEI). Es más, desde que Estados Unidos finalizó su programa de transbordadores espaciales, sus astronautas viajan al espacio en las naves rusas Soyuz. ¿Y quién si no Space X para poder volver a viajar al espacio en naves “made in USA”? Es así que con su nave Dragon planean transportar a los astronautas norteamericanos hacia la EEI ya el año que viene.
Si bien los viajes de astronautas en naves privadas podría resultar impensado hace un buen par de años, las sorpresas recién comienzan. Porque el gran objetivo de Elon Musk va más allá de la órbita terrestre, o incluso la Luna misma. Musk sueña con viajar a Marte. Y en pos de ello es que Space X comenzó a desarrollar una versión de la nave Dragon para llegar al planeta rojo. La nueva Red Dragon será la que, según sus planes, sea lanzada y arribe a Marte hacia 2018. Será una misión automática, sin tripulantes, pero mostrará la capacidad de la firma para pensar aún en más grande.
Es así que la NASA ha comenzado a compartir su protagonismo con el sector privado. El mencionado es un claro ejemplo de ello. Podría pensarse que si una agencia espacial estatal como la NASA tiene innumerables desafíos a ser sorteados para pensar en el viaje a Marte, aún más lo sería (y lo es) para una empresa como Space X.
Sin embargo, y viendo los resultados que Musk ha logrado a lo largo de su vida, permítanme pensar que el amartizaje de la Red Dragon será un hecho sin duda alguna. Quizás sea en 2018 o 2020, pero lo logrará. Y a partir de allí, el sueño de ver la primera bota humana en suelo rojo estará cada vez más cerca.
* Director de Gestión Planetario Ciudad de La Plata
Licenciado en economía de la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Economía (Ph.D.) por la Universidad de Michigan (EE.UU.). Director del Instituto de Economía de la Unicen. Profesor full-time en la UTDT y director del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) - UTDT.
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