Falleció Antonio Rizzo, gran maestro del arte
Fue gestor de entidades relacionadas con la plástica local y regional, la voz de una generación de artistas que vivió una época de oro en la ciudad, integrante entusiasta de entidades de bien público. Donó al Mumbat un archivo del movimiento artístico tandilenses desde 1944 a 2000 con material que se convirtió en la colección de libros Pintando la historia. Falleció ayer a los 92 años, era parafraseando el poeta Hamlet Lima Quintana, “una persona necesaria”.

Nacido en Cosenza, Italia, el 18 de julio de 1927, apenas había cumplido el año cuando el cabeza de familia, su papá Francisco, decidió cruzar el charco y venirse a la Argentina, como se decía entonces “a hacerse la América”.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEl primer destino fue Brasil, cuya capital “muchos creían que era Buenos Aires”. Allá en el puerto viendo partir el inmenso buque quedaban saludando su mamá, Antonio Alfredo y su hermanita un año mayor que él.
Pasaron cinco años hasta que don Francisco Rizzo envió por su familia. Y nuevamente después del viaje, el puerto y, la mamá junto a sus pequeños abrazaba a su marido. Ninguno de los chicos reconoció entonces a ese hombre que los esperaba, para ellos era un total desconocido que con los días se iría convirtiendo en “papá Francisco”.
Así comenzaba la vida de Antonio en Argentina.
Pintura, música y medicina
En una de las últimas entrevistas cuando ya hacía tiempo había cumplido casi más de setenta años con la pintura decía “la vida se me pasó volando”.
De chico quería estudiar música con el maestro Isaías Orbe, Además pensaba, después de la primaria, seguir la secundaria porque quería convertirse en un buen médico cirujano y, a pesar de que estaban dadas las posibilidades porque en la Escuela 1 habían dado becas para que los alumnos siguieran estudiando y él había obtenido una, su padre que había sido criado en la cultura del trabajo y tenía la idea de poner una fábrica de mosaicos, le dijo mientras el chico lleno de entusiasmo soñaba con la Facultad de Medicina: “estaba esperando que fueras un poco más grande para que me ayudaras”.
Antonio contaba que a pesar de sus ganas se conformó, “pensé, bueno estudiaré música con el profesor Orbe”. Sin embargo, la vida le tenía deparada otra sorpresa: “mi papá pasaba todos los días por el Museo de Bellas Artes, cuando venía de lo de Massaro y se encontraba con don Vicente Seritti y hablaban y también era amigo de Teruelo que vivía enfrente y cuando le volví a comentar lo de la música me dijo que ´¿por qué no la pintura?, por otro lado el dibujo te puede servir para el trabajo´¨.
El chico dudó –parecía que encontraba otra piedra en el camino; sin embargo cuando su papá le aseguró que si no le gustaba podía dejar y comenzar con la música, se calmó y no lo sintió como una presión.
Un hombre comprometido
“El primer día que fui a la academia me estaba esperando don Vicente Seritti, en cuanto vi al gran maestro me impactó y con el correr de los días fui descubriendo sus cualidades y nos tuvimos mutuo afecto. Allí también conocí a Josefina, su hija que daba clases junto a otra profesora, éramos muchos alumnos entonces, calculo que más de cincuenta. Salíamos continuamente para pintar al aire libre con Teruelo (Guillermo) o con Valor (Ernesto)”.
“Recuerdo que cuando elegí el arte tuve mi primer acercamiento y no lo dejé más, contó. Volvía de trabajar y me ponía a pintar. Y como todo muchacho joven me gustaba salir, de modo que primero era el trabajo, luego la pintura y por último las salidas donde no había tantos peligros como en la actualidad, teníamos una sociedad más solidaria”.
Antonio estaba convencido de que su pasión por el arte venía de familia, ya que su abuelo fue escultor, su padre artesano de primer nivel y a la fábrica de mosaicos que fundaron en la calle Sarmiento de esta ciudad la llamaron Las Bellas Artes.
Por otro lado, a Rizzo siempre le interesó participar en entidades de bien público: Fue presidente de la asociación Amigos del Arte en Tandil, 1954-1962. Presidente de Amigos del Museo de Tandil 1995-2002. Director del Museo de Artes Plásticas de Rauch, 1988-1999. Junto con el recordado Ernesto Valor Darbón dirigió el taller de perfeccionamiento en artes plásticas Leonardo Da Vinci.
Pero volviendo a su juventud, porque se casó muy jovencito, tenía sólo 22 años, desposó a Yolanda, con quien tuvo su única hija, Graciela, artista de la escritura, periodista del porteño diario Clarín y la luz de sus ojos.
Cuando al artista se le preguntaba por su hija se le iluminaba la cara, decía que cultivaba “un bajo perfil pero es muy talentosa y que está pensando comprarse un departamento en Tandil para venirse a vivir algún día. Los dos somos muy independientes, nos queremos mucho pero cada uno necesita su espacio. La mayoría de las veces es Graciela la que se da una vueltita por Tandil”.
El amor después del amor
Muchos años de viudez no le hicieron perder su fe en el amor y el 1995 se volvió a casar, esta vez con Juanita Vilanova, artista de la cerámica, una escultora de gran talento y sensibilidad y por sobre todo un alma maravillosa que cautivó el corazón de su hija y obtuvo la aprobación para “el casamiento con el que estábamos tan ilusionados. Ambos teníamos experiencias matrimoniales anteriores, pero queríamos pasar el resto de nuestras vidas juntos, porque la vida se pasa tan rápido. Cuando me festejaron los 80 me hice una pregunta ¿y ahora? Y rápidamente me contesté: ´A seguir adelante, con nuevos proyectos y si no los tengo, los inventaré´”.
Antonio no tenía una receta única de cómo mantenerse vital, joven de mente y espíritu “esto es algo que nace con uno. ¿Acaso no vemos personas jóvenes que parece que no tienen sueños o aspiraciones y pasan por la vida sin llevar adentro esa llama sagrada, de la que le hablaba hoy? Y hay otros que viven cada día para sí y para los demás porque también al dar una mano al otro se siente bien, útil”.
Una época de oro
Antonio donó a la Biblioteca Prilidiano Pueyrredón del Museo Municipal de Bellas Artes, un archivo con notas de diarios locales y fotos de todas las épocas (calcula que deben ser más de 1100 fotos y alrededor de 700 recortes de diario desde 1944 hasta 2000) rescatando los nombres de los que hicieron camino en el arte “y que no hay derecho que pasen al olvido. No es culpa de la gente sino que no hay un libro de Tandil que tenga este material. Entonces me dije: “en el ocaso de mi vida quiero dejar este recuerdo de una época de oro, ya que hay fotos de centenarios, de los salones que se hacían, de los premios, de personalidades que venían de jurados como Quinquela Martín, por ejemplo. Y no podemos olvidar a Blas Scarso, Antonio Fortunato, Guillermo Teruelo”. Y cumplió su sueño editando la colección de libros Pintando la historia.
En los últimos tiempos decidió quedarse a buen resguardo en su casa, leyendo y recordando una vida hecha a fuerza de sacrificio y pasión.
No sé si será una infidencia; si es así, Graciela su hija sabrá disculparme. Cuando me enteré de la muerte de don Antonio le abrí mi corazón a Graciela hablándole de mi enorme pena. Nada que ver en comparación al dolor de su hija. Entonces me dijo algo que me hizo sonreír a pesar de la tristeza: “El te quería mucho. Tenía una relación especial con vos, de mucho respeto intelectual”.
¡Y yo lo admiraba tanto!
Todos vamos a extrañar a don Antonio, porque no hay una edad determinada donde termina el cariño o se hace más llevadera la ausencia. Además, el querido Antonio era, como decía el poeta, una de esas “personas necesarias”.
Hasta siempre.